Ayer oí de refilón que en Galicia habían arrestado a alguien por vender mercancía averiada. Acudí presuroso a leer el texto de la noticia, pero mis temores eran infundados: nadie ha arrestado a Rajoy todavía. A quien han arrestado es a una conocida restauradora gallega, por comprar para su restaurante vieiras a las que no se les había retirado el hepatopáncreas, que es una glándula que puede contener una toxina amnésica.
Ya, ya sé que algún malvado podría decir que si se detiene a la propietaria de un restaurante por suministrar a sus clientes vieiras que no han pasado los controles sanitarios, lo mismo habría que hacer con los políticos que colocan a sus electores mercancía que tampoco ha pasado los controles democráticos. Y he de reconocer que es cierto que Rajoy se ha pulido, dentro del PP, a muchos de los que mejores resultados electorales han obtenido (por ejemplo, a Esperanza Aguirre) y ha aupado a una serie de personajes que en las últimas elecciones obtuvieron resultados desastrosos (por ejemplo, a Núñez Feijoo o a Alicia Sánchez Camacho). ¡Pero es que no es lo mismo, caballeros! Una cosa es poner en riesgo la vida de una persona vendiéndole alimentos en mal estado y ora cosa bien distinta es poner en riesgo la vida del partido, que ni siente, ni padece, porque es una cosa abstracta que, como tal, lo aguanta todo. Si alguien se muere por comer lo que no debe, no hay solución que valga. Por el contrario, los partidos son instrumentos perfectamente prescindibles; y si un partido decide suicidarse, algún otro cubrirá el hueco de mercado que el partido deje libre.
Algunos mal pensados podrían tratar de llevar el paralelismo un paso más allá y decirme que Rajoy también lleva meses intentando suministrar a sus electores una toxina amnésica, para ver si éstos se olvidan de que se les pidió el voto para oponerse al nacionalismo, y no para rendirse a él; para defender una serie de valores morales, y no para dejar a Zapatero reformar por la vía de los hechos consumados la realidad social de España; para regenerar la vida democrática, y no para pactar el secuestro final de la Justicia; para oponerse al cambio de régimen, y no para convertirse en un engranaje más del golpe de estado permanente en que se ha convertido la vida política española. Y de nuevo he de reconocer que tendría razón quien esto me dijera. ¡Pero hombre, tampoco vamos a arrestar a Rajoy por eso! A quienes habría que arrestar es a todos los tontainas que le hemos votado, por dejarnos engañar.
Con el desbloqueo de la renovación del CGPJ se elimina el penúltimo obstáculo para la consumación del golpe de régimen confederal, golpe al que el PP ya se ha incorporado de manera definitiva. Para los que todavía duden, basta con hacerse dos preguntas:
Tal vez las respuestas a esas dos preguntas estén relacionadas. En el actual panorama tóxico de la política española, Zapatero y Rajoy se necesitan mutuamente, porque ambos forman parte de un mismo proyecto. Así que el PP y el PSOE harán encaje de bolillos a cuatro manos en los meses sucesivos, para seguir vendiendo mercancía en mal estado a los españoles, pero intentando por todos los medios que la clientela no se harte y abandone en masa el restaurante.
Como soñar es gratis, permítanme que pregunte: ¿habrá algún emprendedor lo suficientemente inteligente como para montar un restaurante de comida casera? ¡Se le llenaría el local, oiga!