En la segunda parte de la película "El Padrino" hay una escena que merece la pena comentar. En esa escena de la película, Michael Corleone (el Padrino) se entrevista con un senador de los EE.UU. que le dice, salpicando sus palabras de comentarios ofensivos hacia los italianos, que si quiere licencias de juego en Las Vegas deberá pagarle una altísima comisión. El Padrino le responde que terminará dándole las licencias no sólo sin cobrar comisión, sino además abonando él (el senador) el coste de las mismas.

Algún tiempo después, Tom Hagen (el abogado de El Padrino) es avisado por el encargado de una de las casas de prostitución regentadas por la famiglia para que acuda urgentemente al burdel. Allí, Tom Hagen se encuentra con que aquel altivo senador ha matado, en mitad de una orgía de sexo y drogas, a una de las prostitutas. El abogado de la famiglia se dirige muy atentamente al aturdido senador y le dice, con toda amabilidad y un deje de afecto en la voz, que no se preocupe de nada, que él se hace cargo de todo: "La chica no tiene familia, nadie la conoce ni la echará de menos". Después, ordena que se deshagan del cuerpo y que todo el mundo se olvide de lo que ha visto.

Por supuesto, a partir de ese momento, el senador no sólo se encarga de pagar de su bolsillo las licencias de juego de El Padrino en Las Vegas, sino que pasa a estar, como fiel sirviente, a sueldo de la famiglia, que le tiene atrapado.

¿Tenía algún interés directo la famiglia en ocultar aquel crimen? No, no era un crimen que ellos hubieran cometido. Pero ayudar a la ocultación les proporcionaba un arma: nada es más útil que alguien a quien puedes chantajear. ¿Para qué destruir a ese alguien cuando puedes convertirle en tu esclavo?