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Los enigmas del 11M

Orwelliana

Editorial del programa Sin Complejos del sábado 26/2/2011: "Orwelliana"

¿Quién no conoce al escritor inglés George Orwell? Marxista convencido y miembro de las brigadas internacionales que lucharon del lado republicano durante la guerra civil española, Orwell experimentó en carne propia las purgas dentro de la izquierda en la Barcelona de la guerra. En junio de 1937, sus compañeros del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) fueron masacrados por los comunistas, por orden directa de Moscú. Andreu Nin, el entonces dirigente del POUM, no es que fuera torturado por los comunistas hasta morir: es que fue, literalmente, desollado vivo, para tratar de convencerle de que delatara a sus compañeros.

La decepción de Orwell con el comunismo terminó de fraguarse al ver cómo Stalin no tenía reparos en firmar con Hitler, una semana antes de la Segunda Guerra Mundial, un pacto de no agresión y de repartición de Polonia.

Esas experiencias hicieron evolucionar a Orwell del comunismo idealista al anticomunismo más lúcido, permitiéndole alumbrar dos novelas magistrales: "Rebelión en la granja" en 1945 y cuatro años después su obra cumbre, "1984". Por cierto, la publicación de "Rebelión en la granja", que constituye toda una denuncia de la hipocresía falsamente igualitaria de los regímenes comunistas, se vio retrasada dos años por culpa de Peter Smollett, un agente soviético infiltrado en el Ministerio de Información inglés, que presionó a la editorial para que no sacara el libro.

En la novela "1984", George Orwell hace un tenebroso relato del intento de rebelión de un hombre contra una dictadura futurista e imposible de derribar, una dictadura dirigida por alguien al que llaman el Gran Hermano y que basa su dominio sobre las masas en la manipulación sistemática de la realidad.

En esa dictadura brutal e indestructible, no es sólo que todos los medios de comunicación estén controlados y censurados por el Gobierno, sino que incluso se altera la Historia en caso necesario para borrar todo rastro incómodo. Así, por ejemplo, cuando un miembro del Partido cae en desgracia y es víctima de una purga, su nombre y su imagen son concienzudamente eliminados de cada libro, de cada fotografía y de cada periódico. Hasta que al final es como si esa persona no hubiera existido jamás.

No hay aspecto de la realidad que escape al férreo control del Gobierno. En uno de los primeros capítulos, Winston Smith, el protagonista de "1984", se escandaliza de la capacidad de las personas para dejarse manipular, cuando ve que el gobierno reduce la ración de chocolate de 30 a 20 gramos semanales, para, al día siguiente, convocar manifestaciones populares con el fin de agradecer al gobierno que haya aumentado la ración a 20 gramos.

"¿Cómo pueden tragarse eso?" - se pregunta Winston Smith. "Si no hace ni 24 horas que se anunció la reducción, ¿cómo puede manifestarse hoy la gente agradeciendo al Gobierno que les haya aumentado la ración de chocolate?".

El gobierno Zapatero y el Partido Socialista parecen especialmente proclives a dejarse caer en la orwelliana tentación de reescribir el pasado, como ya han demostrado con la famosa Ley de Memoria Histórica. Pero lo malo no es que el Gobierno se deje caer en esa tentación, sino que haya gente dispuesta a secundar el intento, bien es verdad que previo pago de las correspondientes subvenciones.

Esta semana hemos tenido otro curioso ejemplo de orwellianismo parlamentario. Zapatero, el mismo que ha reducido las pensiones, que ha bajado los sueldos a los funcionarios, que ha eliminado las ayudas extraordinarias a parados... se atrevía a afirmar en el Congreso que el gasto social ha aumentado en España desde 2008, pese a la crisis. Y lo malo no es, insisto, que el Gobierno utilice ese argumento, sino que hay medios, hay comentaristas y hay votantes dispuestos a comprarle esa mentira, de la misma manera que en la novela de Orwell había personas dispuestas a agradecer al Gobierno el aumento en la ración de chocolate, veinticuatro horas después de que el Gobierno la redujera.

Ayer, Rubalcaba anunciaba la reducción del límite máximo de velocidad de 120 a 110 km/h, con el fin de ahorrar gasolina. Bueno, pues estoy seguro de que habría algunos comentaristas políticos capaces de escribir, dentro de unos años, un prolijo tratado explicándonos cómo el gobierno socialista consiguió subir por fin a 110 km/h el límite de velocidad en las autopistas.

¿Creen ustedes que no? Pues no tienen más que mirar a los que intentan hoy en día reescribir la historia de la guerra civil. Observen, por ejemplo, cómo son capaces de presentar como si fueran un conjunto de luchadores por la libertad a ese Partido Comunista que fue capaz, por ejemplo, de desollar vivo al líder del POUM, o que consiguieron que un idealista como Orwell acabara asqueado del comunismo.

Si algunos son capaces de defender a aquellos estalinistas, a aquellos totalitarios, a aquellos salvajes, a aquellos torturadores, ¿qué problema habría en hacer una película explicando que, hasta que llegó Zapatero, los coches viajaban por España a ritmo de caracol?

Quien puede lo más, puede lo menos. Especialmente si alguien te regala una jugosa subvención pública para que reescribas la Historia.

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