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Los enigmas del 11M

Parece todo el mundo tan contento...

Pues yo debo de ser muy aguafiestas. o estar muy escaldado, pero a mi el nombramiento de Pachi López no me dice nada de nada. Hablando en términos no muy educados, me la refanfinfla.

Es más, me estomaga tanta campanada navideña a costa del nombramiento de Pachi López como lehendakari, me revuelve tanta fingida hemorragia de satisfacción, me repugna tanta artillería mediática empeñada en convencernos de lo contentos que tenemos que estar. Me recuerda los mismos ímprobos esfuerzos que en su momento hicieron para convencernos a todos de lo contentos que teníamos que estar porque ETA hubiera declarado una tregua.

¿Y por qué tenemos que estar contentos de que Pachi López sea lehendakari, me pregunto yo? ¿Es que el nombramiento de Pachi resuelve algún problema? ¿Es que por el hecho de que ahora el gobierno vasco corresponda al PSE van a desaparecer las tensiones nacionalistas, se va a respetar la Constitución en el País Vasco y los no nacionalistas van a poder gozar de libertad? Evidentemente, ninguna de esas cosas se consigue automáticamente porque Pachi asuma el cargo de presidente autonómico.

Es verdad que el hecho de que el PNV pierda el gobierno vasco, el hecho de que Pachi López sea el primer lehendakari no nacionalista, hace posible que la libertad termine llegando al País Vasco, pero sólo si existe una verdadera voluntad de que eso sea así. Y ahí precisamente radica el motivo por el cual yo no voy a dedicarme a echar al vuelo ninguna campana: porque no tengo nada claro que ésas sean las verdaderas intenciones.

Si ese primer lehendakari no nacionalista fuera un Nicolás Redondo Terreros, yo no albergaría duda alguna de que el nuevo gobierno vasco iba a dedicar todos sus esfuerzos a caminar en la buena dirección. Pero Pachi López no es Nicolás Redondo, sino un señor que ahora reclama "aislar al entorno social de ETA", cuando hace dos días no tenía inconveniente en apoyar el proceso de cesión ante ETA y en retratarse al lado de ese terrorista llamado Arnaldo Otegui. Pachi López es un señor que ahora reclama la unión de todos para derrotar a ETA, pero que hace dos días, en la capilla ardiente de Isaías Carrasco, dirigía sus odios, no hacia los asesinos de su compañero de filas, sino hacia Mariano Rajoy y hacia los demás representantes del partido popular.

¿A quién de los Pachis tenemos que creer, al que casi escupe a Rajoy hace menos de un año o al que firma ahora con Basagoiti pactos de estabilidad? ¿Al que antaño defendía que se negociara con ETA o al que hogaño pide que se la derrote?

Por supuesto, la respuesta es que no nos podemos creer a ninguno de esos Pachis, por la sencilla razón de que las palabras y actos de Pachi López no son producto de la convicción o de los principios, sino de la mera conveniencia política de cada momento, que va variando según que el viento de la actualidad sople en una dirección u otra.

¿Acaso alguien se cree sinceramente que Pachi López se ha caído del caballo? ¿Que ha visto la luz? ¿Que ha tenido una revelación? ¿Que se ha convertido? Si el PP y el PSOE hubieran obtenido un par de escaños menos en las últimas elecciones autonómicas, ahora Pachi estaría defendiendo la necesidad de pactar con el PNV, con el mismo ardor con que defiende actualmente su pacto con el PP.

¿Y qué decir de sus actuales compañeros de viaje, los populares pop de Basagoiti? ¿A qué Basagoiti hemos de creer? ¿Al que ahora saca pecho ante los nacionalistas, o a quien hace diez minutos defenestraba sin el menor pudor a María San Gil?

Lo siento mucho, pero tengo cerrada hace tiempo la ventanilla de conceder beneficios de la duda. Obras son amores y déjenme de artificiales campañas de imagen destinadas a convencernos de que creamos en lo que todavía no hemos visto. Si el PSE y el PP hacen de la necesidad virtud y actúan en los próximos meses de acuerdo con lo que se espera, estupendo. Mientras tanto, continuaré poniéndome en lo peor.

Por dos motivos distintos. El primero es porque ya hemos visto antes alguno de estos "cambios históricos", por ejemplo cuando el PSC sustituyó a CIU al frente del gobierno autónomo catalán. Y ya hemos visto cuál ha sido el resultado de ese "cambio histórico" tan sonado: que el Tío Tom de Iznájar se ha demostrado más nacionalista, en sus hechos, que el peor Pujol.

Y el segundo motivo es de carácter contextual. Si mañana viéramos que el Tribunal Constitucional rechaza ese Estatuto catalán que viene a cargarse la Constitución y la Nación, entonces empezaría a creer que efectivamente existe, en los dos partidos mayoritarios, una verdadera voluntad de enmendar los errores cometidos a lo largo de todos estos años.

Pero cuando lo que veo es que empiezan ya los globos sonda para prepararnos para una posible convalidación del Estatuto catalán en el Constitucional, entonces lo que me temo es que tanta campaña de imagen a cuento del bueno de Pachi tiene su truco. Que no es otro que presentarnos la salida del PNV de Ajuria Enea como si fuera la solución de todos los males (cuando en sí misma no soluciona ninguno) para, mientras tanto, clavárnosla a placer en ese Tribunal Constitucional que debería ser garante de nuestra Carta Magna y que se ha convertido, de hecho, en el principal instrumento para su destrucción.

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