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Max Boot

¿Es permanente la partición de Irak?

Andar trasteando con las tácticas no va a producir resultados estratégicos ni en Irak ni en Siria.

¿La campaña contra el ISIS va mejor de lo que se cree? Es lo que Michael Knights, del Washington Institute for Near East Policy, sugiere en este artículo tras regresar de un viaje por Irak y reunirse con mandos militares estadounidenses e iraquíes. Escribe que, tras su visita, le quedó claro que, "a nivel táctico, las batallas y los ataques aéreos están yendo mejor de lo que muchos observadores, entre los que me incluyo, podrían haber sospechado".

El mayor problema, indica, es simplemente la falta de publicidad que se da a las cosas positivas que están sucediendo en el campo de batalla:

El impacto positivo de la coalición en la guerra contra el ISIL sigue siendo, en cierto sentido, el secreto mejor guardado de la guerra. Mientras el ISIL comienza a debilitarse de forma decisiva en las cercanías de Baiyi no podemos esperar que los iraquíes reconozcan de algún modo la verdad: que nuestra aviación ha estado destruyendo, de forma invisible, una red de redes que abastece el campo de batalla de reclutas, terroristas suicidas y coches bomba del ISIL, y que por eso un grupo relativamente pequeño de refuerzos del Gobierno iraquí pudo inclinar la balanza contra el Estado Islámico en esa ciudad asediada.

Knights sugiere que todo lo que hace falta para para seguir haciendo progresos aún mayores es esforzarse más por entrenar y armar a las fuerzas iraquíes, coordinarse más con ellas y relajar las restrictivas directivas de enfrentamiento que limitan el empleo de la aviación estadounidense.

Espero que tenga razón, pero soy escéptico al respecto. Su análisis se centraba, casi exclusivamente, en el aspecto táctico, que es en el que la mayoría de los mandos estadounidenses se sienten más cómodos. En nuestros militares siempre hay una tendencia a creer que si pudieran hacer intervenir a tal o cual unidad, o incorporar un sistema de armamento u otro al combate, el resultado sería una completa transformación del escenario bélico. Ese análisis ignora el contexto político general, que en realidad es más importante que la imagen táctica que se tiene desde el campo de batalla.

Recordemos que en 2006 las Fuerzas Armadas estadounidenses tenían unos 150.000 efectivos y unas directivas de enfrentamiento laxas que nos permitían emplear toda la capacidad, y, pese a ello, buena parte de la zona suní estaba en manos de Al Qaeda en Irak (AQI), mientras que la mayoría del territorio chií estaba controlado por milicias respaldadas por Irán, como el Ejército del Mahdí. La remontada transformó la situación modificando las tácticas pero también, y esto fue crucial, pensando en cómo hacer que los suníes pasaran de apoyar a AQI a convertirse en sus enemigos. La situación cambió rápidamente porque los suníes, de pronto, se unieron al bando del Gobierno iraquí.

El motivo por el que Irak se encuentra en una situación tan angustiosa es porque, tras la retirada estadounidense de 2011, los radicales chiíes que estaban al frente del Gobierno iraquí volvieron a alejar a los suníes y a arrojarlos en brazos de la organización sucesora de Al Qaeda en Irak: el Estado Islámico de Irak y Siria. Actualmente Irak está dividido: los kurdos son prácticamente independientes, el ISIS controla las zonas suníes y las milicias chiíes respaldadas por Irán dominan el territorio chií. Mientras siga siendo así seguiré dudando de que haya un cambio decisivo en el equilibrio de poder en la región. De hecho, las fuerzas de seguridad iraquíes, dominadas por los chiíes, y las Fuerzas de Movilización Popular (como se conoce a las milicias dirigidas por Irán) no están en absoluto interesadas en recuperar las zonas suníes que saben que no pueden conservar. Desde luego, están encantados de reconquistar Baiyi, porque allí hay una refinería de petróleo que puede generar ingresos para Bagdad. Pero las fuerzas iraquíes están remoloneando a la hora de decir que van a recuperar Mosul o Ramadi.

Y no es porque sean materialmente incapaces de recobrar esas ciudades frente a un escaso número de defensores del ISIS (unos pocos miles de combatientes en ambos casos). Es porque las milicias chiíes no ven la ventaja de conquistar esas ciudades suníes. De hecho, mientras el ISIS siga controlando esas zonas pero sea incapaz de avanzar sobre Bagdad u otras áreas bajo dominio chií, el statu quo beneficia a Irán, que es el poder más influyente en Irak, y que en buena medida estaba ausente en el análisis de Knight: las amenazas del EI justifican que Irán se haya hecho con zonas chiíes, igual que la amenaza israelí justificó en su día la toma del Líbano por los iraníes, y del mismo modo que la actual amenaza del ISIS justifica su control de amplias zonas de Siria.

No vamos a acabar con el actual punto muerto cooperando más estrechamente con las fuerzas de seguridad iraquíes o enviándoles más equipo, como sugiere Knight; eso sólo reforzaría a los iraníes y a sus peones, y aislaría aún más a los suníes. La única forma de modificar la situación es ofrecer a los suníes un acuerdo mejor que el que tienen actualmente con el ISIS. Eso supondría ofrecerles un Gobierno regional suní, similar al que actualmente tienen los kurdos, con su autonomía garantizada por las fuerzas de seguridad norteamericanas y por su propia milicia, al estilo de los peshmergas. Andar trasteando con las tácticas no va a producir resultados estratégicos ni en Irak ni en Siria.

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