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Pablo Planas

Los días que no celebran los separatistas

La "memoria democrática" del separatismo oculta la manifestación de un millón de personas contra el golpe de Estado y también el 10 de octubre.

La "memoria democrática" del separatismo oculta la manifestación de un millón de personas contra el golpe de Estado y también el 10 de octubre.
Miles de personas se concentran en Barcelona con motivo del Día de la Hispanidad a favor de que Cataluña siga unida a España. | EFE

Este lunes se han cumplido cinco años de la república de los ocho segundos, día sobre el que los independentistas han corrido un tupido velo. El 10 de octubre de 2017 es una de esas jornadas que no se celebran en la región. Septiembre y octubre son meses de fiesta en Cataluña, la temporada de las "jugadas maestras", las setas y los castillos humanos. El 6 y 7 de septiembre se festeja la derogación de la Constitución y el Estatut. San Referéndum y santa Transitoriedad. El 11 de septiembre, el día de las mentiras sobre la Guerra de Sucesión, que no de secesión. La caída de Barcelona a manos de las tropas borbónicas es motivo de gran alborozo y agitación. Es un momento álgido del separatista hiperventilado. Se trata de un fenómeno incuestionable, como la berrea.

Otro punto culminante de la temporada catalanista, entre los primeros hongos y los últimos tomates, es el 1 de octubre, Santa Urna, otra gran "victoria" del independentismo, la "Diada de la Tonyina", que en catalán es atún o paliza. Alude a la quirúrgica intervención de la Policía Nacional y la Guardia Civil para requisar las cajas de plástico chinas utilizadas en el simulacro de referéndum. Aún es motivo de asombro y alabanza que los estrategas independentistas colocaran a niños y ancianos en la primera línea de defensa.

Luego viene el 3 de octubre, día de la huelga general en protesta contra la referida intervención policial. Aquella fue una jornada en la que los partidarios de la independencia de Cataluña tomaron efectivamente el control de la situación durante unas horas, hasta el discurso del Rey. Hubo ejecutivos bancarios que salieron a cortar la Avenida de la Diagonal de Barcelona al grito de "els carrers seran sempre nostres!" como si fueran auténticos sans-culottes, pero con corbata.

A partir de ahí el hombre y la mujer independentista entran en una especie de amnesia selectiva que pasa por alto el resto de jornadas claves del otoño del 17. La "memoria democrática" del separatismo oculta la manifestación de un millón de personas contra el golpe de Estado del 8 de octubre y también el 10 de octubre, cuando Cataluña fue independiente durante un suspiro, aquellos ocho segundos que en realidad fueron 56, casi un minuto.

Puigdemont comparecía en el parlamento autonómico para pronunciar las siguientes palabras: "Llegados a este momento histórico y como presidente de la Generalidad, asumo, al presentarles los resultados del referéndum ante el parlamento y nuestros conciudadanos, el mandato para que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república". A continuación echaba agua al vino: "Esto es lo que hoy corresponde hacer. Por responsabilidad y por respeto. Y, con la misma solemnidad, el gobierno y yo mismo proponemos que el parlamento suspenda los efectos de la declaración de independencia para que en las próximas semanas emprendamos un diálogo sin el cual no es posible llegar a una solución acordada".

Los independentistas sólo tuvieron unos segundos de éxtasis. Llevaban cinco años sin perderse una manifestación, comulgando a diario con los informativos de TV3 y los sermones de La Vanguardia, sometidos a la mayor operación de propaganda del siglo XXI, abducidos por las proclamas de personajes como Mas y Junqueras, entregados a una causa win-win, cero sacrificio, máximo provecho, el negocio de las cabras. Una estafa piramidal de manual, puro espejismo a cambio de un instante de gozo, un mero espasmo previo a una indescriptible tristeza postcoital. Igual es por eso que no celebran el día de la independencia más breve de la historial mundial.

La entrada del 10 de octubre de 2017 de las memorias de Puigdemont acaba con estas palabras del prófugo: "Hace días que no duermo y las reuniones son interminables. Me levanto cada día a las seis y me voy a dormir pasada la medianoche. No tengo tiempo ni de ir al lavabo. Todo son reuniones. Reuniones y visitas de gente que viene a decirme qué tengo que hacer. Y solo me dicen dos cosas: o que no pronuncie la declaración o que, si la pronunciamos, tengo que hacerlo yo. Ni los míos se mojan con respecto a la declaración. La CUP no arriesga nada. Cero. Los hiperventilados no se juegan nada. Desde fuera es muy fácil decir a los demás lo que tienen que hacer. Y como ellos lo dicen todo, argumentarán que no les hacemos caso. Es muy fácil ser de la CUP. Me siento solo. Solo, solo, solo".

Es lo que hay. Política catalana. "Ni tiempo para ir al lavabo".

Los separatistas tampoco celebran el 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional, del Descubrimiento de América, de la Hispanidad y de la Virgen del Pilar, patrona de la Guardia Civil. Un motivo más para participar en los actos previstos en Barcelona para este miércoles.

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