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Pedro de Tena

Hechos consumados y dignidad

Una democracia como la española necesita un protocolo concordado para poder actuar dignamente en caso de hechos consumados.

Hay hechos concordados y hechos consumados. En la historia política y social hay más que nada hechos consumados, esto es, imposiciones por la fuerza de una de las voluntades en presencia o litigio. Se invaden países, o tribus, o regiones, se declaran guerras, se expolian recursos... Tómese como ejemplo contundente la II Guerra Mundial, la invasión de Polonia, el ataque a Pearl Harbour o el lanzamiento de la primera bomba atómica. Es lo propio de la historia salvaje de la especie humana. Hay otro tipo de hechos: los hechos concordados, que son hechos que se producen como consecuencia de un acuerdo entre adversarios. Estos son los hechos de la razón, del derecho y de la democracia. Pero ante los hechos consumados, con su factor sorpresa y su elemento de traición, lo capital está en la respuesta de quien es agredido (un hecho consumado siempre es una forma de agresión). Recientemente España viene siendo protagonista pasiva de una sucesión de hechos consumados que no han tenido respuesta, desde expropiaciones ilegales en países iberoamericanos a proclamaciones secesionistas internas, pasando por un rosario de consumaciones inmorales e ilegales en el trato a terroristas. Hace dos días, Evo Morales volvía a la carga. Hoy mismo se repetía en el gobierno de Artur Mas. 

En uno de los debates de la I República, un hecho consumado más de la historia de España, el gran conservador Cánovas –"conservador del país", precisó alguna vez– expresó su punto de vista sobre tales hechos sobrevenidos. Pragmático, que no es lo mismo que apático, dijo lo siguiente:

Se puede, no ya sólo admitir sencillamente los hechos consumados en cuanto lo son, sino hacerse cargo de las circunstancias y de las necesidades tal vez que han producido los hechos de que se trata; y teniendo en cuenta tales circunstancias y tales necesidades, examinar con serenidad e imparcialidad completas si puede salir de los hechos consumados el bien del país, para si de ellos puede salir el bien del país aceptarlos lealmente; y si de ellos no puede salir el bien del país, abstenerse de todo lo que pueda producir la responsabilidad moral que no se ha merecido.

Dicho de otro modo, es preciso analizar fríamente los hechos consumados y si perjudican a la nación tomar decisiones. 

La dignidad política de las naciones y Estados se muestra, sobre todo, cuando se enfrentan a hechos consumados, a hechos relevantes y a hechos, aparentemente, irrelevantes (que en política nunca han existido). Lo que no puede haber es nada, silencio total, indiferencia, insensibilidad, anestesia ante los dolores de la agresión. En España, salvo aquella respuesta gutural del islote de Perejil, ha habido más silencios que otra cosa, incluso ante el atentado más brutal de la historia de Europa. Los ciudadanos nos estamos acostumbrando al mutismo político cuando se trata de hechos consumados que afectan a nuestros intereses, de otros países y de fuerzas políticas del propio país que consuman, una y otra vez, ataques y ultrajes contra el gran hecho concordado de nuestra historia reciente, que es la Constitución. Un gobierno que no responde adecuadamente a hechos consumados será un gobierno consumido por tales hechos. Para decirlo más castizamente, digamos con Ríos Rosas en el debate referido de la I República:

El que de miedo se alimenta, de miedo muere.

Pondré un ejemplo final que un amigo, Pedro Barquero, me ha hecho llegar. Hace unas semanas arrancaron el brazo con espada de Pedro de Estopiñán en la ciudad de Melilla, brazo que apareció después en poder de un senador marroquí que lo blandía ante el mausoleo de Hassán II. ¿Alguien sabe de alguna reacción diplomática española distinta a la de siempre (por favor, devuelvan el brazo)? Hagamos una lista de hechos consumados recientes y empecemos a distinguir entre el arte de la prudencia y los signos de lo que puede ser interpretado como cobardía de unos e impunidad de otros. Una democracia como la española necesita un protocolo concordado para poder actuar dignamente en caso de hechos consumados.

En España

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