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Pedro de Tena

Por una manifestación en Madrid por unas elecciones democráticas ya

Antes que el fuego totalitario se extienda, hagamos que la democracia constitucional lo apague. Por favor.

Ya sé que hay otras realidades gravísimas, como la de la pobre profesora zamorana asesinada por un peligrosísimo individuo al que se le ha permitido volver a matar. Me da igual si legalmente o no. Díganle que era legal a la familia de Laura. Acabamos de tener noticia de otro tsunami, un desastre natural inesperado, con centenares de muertos sin cambio climático ni actividad humana de por medio. Sí, hay otras cosas, como el Gordo de Navidad y la misma Navidad, que reúne a familias y produce himalayas de verdades y alegrías. Pero en esta columnata estamos para hablar de la situación española y, en ese marco, he de reconocer que siento vergüenza por tener que escribir de lo ocurrido en Cataluña. Las imágenes que he visto y los testimonios que he escuchado me han hecho comprender definitivamente que la mayoría de los españoles –los que queremos que haya elecciones ya y los que queremos que se rompa el PSOE antes de que se rompa España, que somos muchos más millones de la mitad nacional– hemos llegado al colmo de la paciencia.

Está muy cerca del totalitarismo la imposición de un Gobierno que sólo cuenta con 84 escaños propios, uno de cada cuatro, que no puede sino aplicar políticas ajenas. Está en las entrañas del totalitarismo gobernar por decreto durante meses para evitar derrotas y reveses en el Congreso de los Diputados y eludir la acción mayoritaria del Senado. Pero es algo más que totalitario –traición se la ha llamado–, llega mucho más que lejos que los aranceles que, desde el siglo XIX, enriquecieron muy preferentemente a Cataluña a costa del resto de España –Agapito Maestre me informó del libro de Jesús Pabón sobre Cambó que explica el arancel de 1922 con toda crudeza–. Como querían los separatistas catalanes, al final hubo cumbre simulada de estadillos; hubo cesiones miserables como lo de no mencionar la Constitución en los textos a cambio de migajas partidarias y hubo acoso callejero, con violencia física y violencia urbana extremas al Gobierno de la Nación y a más de la mitad de los catalanes, que no quieren la ruptura de España.

Y para colmo de la vergüenza se desculpabiliza a Companys, de nuevo, porque ya en 2017 PSOE y PSC, no Esquerra Republicana de Catalunya, con el apoyo de Podemos y PdeCat, con la abstención de Ciudadanos, oigan, y el voto en contra de PP, ya se logró en el Congreso. No apoyamos la pena de muerte en el ordenamiento jurídico español, pero mucho menos apoyamos las penas de muerte dictadas por ETA, por el terrorismo del tipo que sea, y tampoco las dictadas por el golpista de 1934 Lluís Companys, miles, cuyos muertos emergen como fantasmas justicieros de los testimonios de su proceso. Léanlos, que no tienen desperdicio.

Por todo ello, y muchas otras cosas que rebosarían de indignación en esta columna, una gran mayoría de españoles y de catalanes –la señora pidiendo en el Aeropuerto Tarradellas el 155 ya, que RTVE no pudo cortar porque fue en directo– hemos agotado la paciencia. Yo, como español y andaluz, siento vergüenza por cómo se ningunea y se pisotea a las demás regiones de España, cultural, social y económicamente, y a la nación en su conjunto, mientras el señor Sánchez y su grupo de pirómanos políticos ceba y se postra ante un separatismo minoritario.

Elecciones ya, y si es preciso hay que exigirlas en la calle. Convóquese en Madrid. Hermann, Cayetana, don Mario, Arcadi, Federico, Ortega Lara, Agapito, Nicolás, Rosa, María San Gil, Carlos Herrera, Fidalgo y tantos y tantos: convoquénnos para que podamos manifestar nuestra necesidad urgente de elecciones democráticas ya. ¿A qué esperan? Iremos. Seremos millones. Antes de que el fuego totalitario se extienda, hagamos que la democracia constitucional lo apague. Por favor.

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