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Pedro de Tena

Rosa Díez

Pues eran y son, señora, más o menos, el noventa por ciento del Congreso de los Diputados y el Senado. O sea, no una mayoría cualificada sino excelsa, sublime, incuestionable.

Me quedé de piedra cuando la escuché decir: "Pero, ¿quiénes se han creído ustedes que son?". Se refería a la reforma de la Constitución impulsada por PSOE y PP, reforma legal realizada por un método legal y con una finalidad aplaudible. Pues eran y son, señora, más o menos, el noventa por ciento del Congreso de los Diputados y el Senado. O sea, no una mayoría cualificada sino excelsa, sublime, incuestionable. 

No me ha gustado esta reforma. No me gustado cómo se ha hecho y sobre todo, cuándo se ha hecho, en un momento preelectoral. Sobre lo que se ha hecho, su contenido, podría discutirse porque en mi opinión con una ley orgánica, como la del Gobierno Aznar, hubiera sido suficiente, siempre que se dejaran claras las consecuencias para sus incumplidores. Pero decir lo que ha dicho Rosa Díez es demasiado. La democracia y sus reglas son como son. Una democracia es más noble cuanto más respeta a sus minorías, pero eso no significa que gobiernen las minorías o que tracen el rumbo de las mayorías.

Llevamos –nos parece que siglos– soportando desprecios a la Constitución y a sus consecuencias. Los nacionalistas vascos y catalanes, y no sólo ellos, no han dejado de torpedearla desde su aprobación, cuando no de incumplirla abiertamente. Desgraciadamente para España, unos y otros, coaligados sucesiva o adyacentemente con el PSOE, (y aunque pocas veces, también con el PP), han obtenido ventajas cuando menos inmorales y extralegales respecto a la mayoría nacional. Terrorismo amparado institucionalmente, banderas maltratadas, mordiscos sangrientos al erario público, mordazas insufribles a la lengua común...Todo ello ha sido posible por la alianza de uno de los grandes partidos con los nacionalistas. 

Esta reforma de la Constitución no ha sido un ejemplo de estética política. Pero es una de las pocas veces que los dos grandes partidos que tienen a España en sus siglas y en su horizonte, se han puesto de acuerdo en algo sustancial ejerciendo la mayoría, apabullantemente real que tienen, sin ceder a las minorías la responsabilidad de la dirección política de España ni darles una nueva oportunidad de lanzar arena contra el engranaje de la nación española.

Lo lamentable, esto sí, es que se haya permitido a dos pirómanos, Zapatero y Rubalcaba, vestirse con el uniforme de bombero y que Rosa Díez se haya retratado sin arreglar un poco.

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