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Pedro de Tena

Sólo el cambio auténtico hará de Andalucía una región de primera

La batalla por el voto útil ya está en la calle. Pero, ¿útil para qué? ¿Para que nada o poco cambie?

La batalla por el voto útil ya está en la calle. Pero, ¿útil para qué? ¿Para que nada o poco cambie?
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el presidente de la Junta y candidato a la reelección, Juanma Moreno. | EFE

Andalucía fue en la segunda mitad del siglo XIX la región más importante, agrícola, industrial y financieramente de España. El primer alto horno nacional se elevó en Marbella. La industria textil floreció en Sevilla y Málaga. Los bancos más modernos y punteros estuvieron en Cádiz. La agricultura floreciente y un turismo incipiente fundado en su pasado legendario hicieron el resto. ¿Cómo pudo hundirse tal esperanza? Por la complicidad de unas élites, las propias y las de Madrid, Cataluña y País Vasco y la ceguera de una Restauración que restauró mucho, pero se olvidó de la equidad regional y de su población más débil, pobre discontinua, en la España del Sur y parte del Norte.

Tras aquello, bajo la monarquía, la dictadura de Primo (la única que hizo algo por remediar el atraso), la II República, Franco y el PSOE de 1982, Andalucía, junto con otras regiones, han vivido más de 100 años de soledad y abandono agarradas a las colas estadísticas del bienestar nacional y europeo. Tras cuatro años de "cambio", el propio gobierno andaluz daba a conocer a finales de 2020, dos años después del gobierno PP-Cs con Vox al fondo, un informe lo admitía y la testaruda realidad indica que aún queda mucho para converger hacia las medias europeas de bienestar. Esto es, se necesita una reforma en profundidad que acelere la creación de riqueza y salir del infierno del paro continuo o fijo discontinuo.

Andalucía tiene más de 8,5 millones de habitantes, 775.000 están parados y más de 500.000 son funcionarios, 300.000 de la administración autonómica. Desde el ingreso en la CEE, Andalucía ha recibido más de 100.000 millones de euros extras de Europa (tres presupuestos completos anuales), pero la gestión no ha podido ser excelente porque seguimos en el mismo sitio y porque las malas prácticas políticas, las legales y las ilegales, han extendido la desconfianza. Nadie cree en la limpieza de las pruebas para el acceso a la Administración o a la contratación con ella. Quien entra a dedo no sale a dedo sino que se queda para siempre, el transporte por ferrocarril interno es un desastre y la potencialidad del puerto de Algeciras, por poner unos ejemplos sencillos, sin recurrir a la enseñanza, a la sanidad, al engranaje agropecuario o a la inmigración irregular.

Se extraña el PSOE de generar poca simpatía electoral. Y eso que la politización de la justicia, en este caso, de los propios jueces, ha retrasado la sentencia definitiva sobre los ERE que puede llevar a una decena de preclaros socialistas, el expresidente Griñán entre ellos, a la cárcel y a la inhabilitación. Y van sus estrategas y hablan de la corrupción de los demás mientras proliferan memes y motes sobre Juan Espadas, Juan con Mella, Puñalitos, Wordperfect y otros. Y a su izquierda, canibalismo, putadas y degeneraciones con una Teresa Rodríguez que le birló el DNI electoral a Podemos e IU que, ahora, aunque divididos a su vez, han intentado impedirle a ella la palabra y la pasta. Todo un espectáculo que no puede aportar ni un gramo de ilusión para el desarrollo de Andalucía como región de la primera división española y europea. Pero, ya saben, el voto es casi siempre religioso y las más de veces arracional. Con la razón y los hechos en la mano, la izquierda social-comunista debe hundirse. Lo merece.

Por el otro lado, lo que se llama el centro derecha, que ha tenido casi cuatro años de prácticas con algunas luces y demasiadas sombras, parece empeñado en agrandar las cifras de abstención. Moreno Bonilla, que tiene a su favor un vendaval mediático, como nunca antes de disponer del reparto de la publicidad institucional, quiere gobernar solo sin Vox y sin Ciudadanos (voto inútil para todos salvo para Juan Marín y su capilla). A estas alturas el PP juanmaalbertino no aclara si gobernará o no con Vox, al que las encuestas más rigurosas conceden hasta 27 escaños y creciendo. Lo aprovechan todo contra Macarena Olona: callaron cuando lo del empadronamiento –algunos hirieron -, y ahora subrayan que no ha renunciado todavía al escaño. Parece no darse cuenta de que hay mucho voto oculto favorable a Vox de entre los propios y de que en cuestiones claves de la batalla cultural e ideológica –desde memoria histórica hasta la cosa del género o al enchufismo consagrado y la unidad nacional, que no plurinacional—, han pasado de decir que iban a cambiarlo todo a no cambiar casi nada, salvo la cuestión fiscal.

En vez de preparar una estrategia de desarrollo y convergencia para el impulso de una Andalucía abierta y próspera, Moreno Bonilla no recuerda que fue presidente de Nuevas Generaciones del PP cuando Santiago Abascal era presidente de la organización en el País Vasco. Ambos destacan sus diferencias y olvidan sus coincidencias. Sobre todo la amnesia del PP respecto a sus propias posiciones de 2011 es clamorosa. Esta es la verdad.

La batalla por el voto útil ya está en la calle. Pero, ¿útil para qué? ¿Para que nada o poco cambie o para que Andalucía sea, por fin, la región rica, libre y limpia que debe ser en una España equilibrada y unida?

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