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Pío Moa

Razones del sadismo "republicano"

Admitiendo ese punto de vista, su odio resultaba mucho más radical de lo que podía ser el de la derecha, pues esta, debía admitirse, se veía obligada a limitar su terror y a respetar a la masa de las izquierdas.

Uno de los tópicos sobre nuestra guerra civil –después de caer por tierra el embuste de que la represión nacional fue muy superior a la roja– afirma que en los dos bandos hubo un terror parecido. Quizá en cifras absolutas sea así, pero no, desde luego, en la intensidad de los odios y de la crueldad, en la cual el Frente Popular superó, con mucho, a sus contrarios. Hice algunas referencias al hecho en Los mitos de la guerra civil, un rasgo casi siempre mezclado con robos y pillajes masivos.

Como, en términos puramente humanos, los dos bandos pertenecían al mismo país, resultan un poco chocantes estas diferencias. La clave no está, desde luego, en las personas mismas, sino en las concepciones y sistemas políticos implicados. He expuesto en varias ocasiones y libros la frecuente invocación al odio como arma revolucionaria por parte del PSOE y de otros partidos de izquierda. A menudo la derecha ha calificado de "fratricida" a la guerra civil, pero este era un concepto muy alejado de la izquierda: incluso una persona relativamente moderada como Federica Montseny negaba cualquier posible sentimiento fraternal, afirmando que entre su bando y el contrario había más diferencias que entre los habitantes de la Tierra y los eventuales marcianos. Según las doctrinas izquierdistas, las derechas no representaban otra cosa que la opresión, el atraso, la explotación de los trabajadores y el oscurantismo religioso. No había, por tanto, ninguna razón para tenerles consideraciones. Admitiendo ese punto de vista, su odio resultaba mucho más radical de lo que podía ser el de la derecha, pues esta, debía admitirse, se veía obligada a limitar su terror y a respetar a la masa de las izquierdas, ya que vivía de explotarlas (aunque la mitad del pueblo, al menos, votase a los explotadores). En cambio las izquierdas nada tenían que perder, más bien al contrario, exterminando a sus enemigos. Y con tanta mayor saña y despreocupación moral podían hacerlo cuanto que, desdeñosos de ideas religiosas, sabían que no había otra vida en la que debieran penar por ningún crimen. Si alguna contención hubo, derivó del mal efecto de su terror en otros países a cuya ayuda aspiraban, y del miedo creciente a perder la guerra y sufrir las consecuencias.

La propaganda "republicana", es decir, del Frente Popular y de inspiración básicamente comunista, ha achacado las atrocidades a los anarquistas, cuando en verdad todos las cometieron; o, alternativamente, a "venganzas" lamentables pero comprensibles por parte de gente inculta y secularmente oprimida. En realidad fueron los dirigentes de los partidos, gente relativamente culta e imbuida de doctrinas utópicas, quienes con sus propagandas incitaron a la gente año tras año, y organizaron de forma sistemática el terror mediante las chekas, el SIM y otros medios. Una variante de esa falsedad, en Cataluña, consistió en la atribución de los crímenes a "los murcianos y andaluces" inmigrados. Pero, observa José María Fontana (Los catalanes en la guerra de España), la intensidad del terror en Cataluña fue superior al de otras regiones, y en él participaron todos los partidos y toda clase de apellidos regionales.

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