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Presente y pasado

Debate César Vidal (II) Variaciones / Fabricantes y asalariados / Breve historia de un debate

En Vigo: http://www.youtube.com/watch?v=sy05BSPUu4o

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Un amigo califica de anacrónico este debate, y en cierto modo tiene razón, ya que desde el punto de vista teórico está solventado hace mucho en contra de la tesis weberiana de la superioridad económica –y más que económica-- del protestantismo; y también desde el punto de vista práctico, como indiqué en la anterior entrega. También resulta algo inactual cuando en Europa la creencia y práctica religiosas han caído muy fuertemente, en los países protestantes y en los católicos. Se ha definido esta situación como "neopaganismo" – en algo habría triunfado el nazismo después de muerto--, si no fuera porque el paganismo era intensamente religioso. ¿Quizá la religión actual sea la del becerro de oro? En fin, el debate no tendría interés práctico ni actual salvo como una curiosidad respecto al pasado.

No obstante constato que el debate despierta bastante interés y que en España, al menos, dista de estar superado, pues los tópicos weberianos persisten en la mentalidad común y se divulgan a través de los medios de forma casi inconsciente (la extendidísima anglomanía deriva de ahí), mezclados con los dislates de Américo Castro sobre la superioridad de judíos y musulmanes. Y contribuyen, desde luego, a nuestra esterilidad cultural. Así pues, no está tan demás la discusión.

Ocurre, por otra parte, un fenómeno curioso y que ejemplificaré en la polémica Américo Castro- Sánchez Albornoz. Desde el punto de vista intelectual, y aún con defectos que he apuntado en Nueva historia de España, el segundo barrió literalmente al primero, y sin embargo en divulgación y popularidad el ganador fue Castro, y hoy sus enfoques, por contrarios al sentido común que sean, predominan en casi todos los ámbitos, empezando por los políticos (véase el PSOE, Zapatero, Cebrián…). ¿A qué se debe un hecho tan anómalo? Básicamente a que los tópicos castristas se presentan con marchamo progresista, y son esencialmente antiespañoles. El antiespañolismo o hispanofobia es un rasgo acentuadísimo en la historia intelectual y política española desde la crisis moral del 98 (aunque con importantes precedentes en el siglo XIX). En definitiva, existe un regodeo en pensar que la historia y cultura españolas son un fracaso, una exhibición de inferioridad frente a judíos, árabes, protestantes, a los aztecas o incas (al menos moralmente), en otro tiempo a los franceses o a la URSS (recuérdense los vivas a Rusia y los mueras a España). Todo ello revela una auténtica enfermedad moral e intelectual, cuya última base quizá se encuentra en la vanidad. Los antiespañoles no dicen, en general, que odien a España, sino que quieren "otra España", imaginada por ellos combinando deseos arbitrarios y a menudo contradictorios. Expresar ese tipo de vanos deseos es lo más fácil, y como la realidad --histórica y cultural— les opone resistencia, maldicen esa realidad. Entramos así en el reino de las rabietas pueriles.

****Resumiré la cuestión: la tesis weberiana sobre la ética del trabajo protestante y la católica no se sostiene teóricamente (está elaborada tomando los elementos y citas convenientes a la teoría y desechando los contrarios) ni prácticamente (no es verdad que en general los países protestantes sean más ricos ni trabajadores o emprendedores: hay de todo, y además la proporción económica entre unos y otros varía con el tiempo).

**Por lo que se refiere a España, alcanzó el rango de primera potencia después de concluida la Reconquista, con la salida de la mayor parte de los musulmanes y la expulsión de los judíos (sin que ninguno de estos hechos influyera a favor ni en contra del auge hispano). Mantuvo ese rango durante largo tiempo, e incluso cuando decayó conservó unos niveles económicos no inferiores a los de los países protestantes. Solo en el siglo XIX se abre un foso de verdad, debido al retraso en la revolución industrial (que se remedia en el siglo XX) y al declive de la enseñanza superior y escasez de pensamiento científico (que se han remediado muy a medias). Este último retraso no se debe al catolicismo, en general, sino a un anquilosamiento del catolicismo en nuestro país, cosa muy diferente. El pensamiento científico, como el propio capitalismo, nació en la católica Italia y propiciado, en general, por la Iglesia.

Algunas variaciones sobre la cuestión

**** El planteamiento calvinista puede conducir a la reducción de la vida humana al aspecto económico y, en cierto modo, a la adoración del becerro de oro. De hecho, esa es la mentalidad subyacente a la valoración actual de los países y sociedades ("nivel de vida", "calidad de vida", etc., referidas fundamentalmente al consumo). El dinero se convierte en "la medida de todas las cosas", incluidas las sociedades y el propio individuo, cuyo valor depende, en definitiva, de su capacidad de compra o capacidad de satisfacción hedonista gracias al dinero (no deja de ser una medida objetiva a su modo). Más aún si ello es un reflejo o al menos indicio, de la "gracia divina". Por supuesto, no creo que el señor Vidal defienda al becerro de oro, pues, paradójicamente, el calvinismo se ha caracterizado por una concepción ascética del éxito económico, que se justificaría por sí mismo, al margen y en contra de su uso hedonista. Así, Calvino propugnaba la eliminación del juego, la bebida, el baile y las diversiones en general. Pero está en la dinámica lógica del asunto que la supervaloración del dinero derive desde la austeridad a su contrario (creo que el próximo fin de semana me publicarán un artículo sobre la salud social: "Hedonismo y suicidio").

****También creo importante la hipótesis de la evolución del "pueblo elegido por Dios", judaico, al grupo protestante de los elegidos por la gracia divina, en contraposición al universalismo humanista católico. Y de ahí al pueblo elegido por la selección natural cuando la ciencia darvinista se impuso en el siglo XIX; idea no solo nazi, sino bastante popular, sobre todo en países protestantes.

****A juicio de Calvino, "la podrida y dura cerviz de los judíos merece que se les oprima sin cesar, sin medida y sin fin y que mueran sumidos en su miseria sin compasión de nadie".

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Blog, Manuelp: El profesor Ludwig von Mises nos recuerda:

Los dueños de las fábricas no tenían el poder de obligarle a nadie a aceptar un trabajo en la fábrica. Sólo podían contratar a gente dispuesta a trabajar por los salarios que ofrecían. Por bajos que estos salarios fuesen, eran en cualquier caso mucho más que lo que estos pobres podían ganar en cualquier otra actividad. No es distorsionar los hechos el decir que las fábricas apartaron a las amas de casa de sus niños y sus cocinas, y a los niños de sus juegos. Pero esas mujeres no tenían nada para cocinar y alimentar a sus hijos, y esos niños eran indigentes y estaban muriéndose de hambre. Su única salvación fue la fábrica. Los salvó, en el estricto sentido de la palabra, de una muerte por inanición

Von Mises cae aquí en una trampa lógica, pues parece que antes de las fábricas la gente no tenía otra opción que morir de hambre. ¿Cómo existían, entonces? Pero la gente tuvo que aceptar un trabajo fabril, por malo y brutal que fuera, porque grandes masas de ella habían sido expulsadas por la fuerza de los campos en los que vivían previamente. La fábrica los salvó… después de haberse visto reducidos a una total miseria (algo de eso hemos tratado ya en el blog). El modo como las clases pudientes inglesas trataron a sus propios campesinos –no digamos a los irlandeses y escoceses— fue de una brutalidad increíble y sin paralelo en España, aunque la desamortización de Mendizábal tuvo algo de lo mismo. Otra cosa es que, a la larga, la fábrica produjese muchos más bienes que las formas de producción anteriores.

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Cartas:

****Luis: Por si acaso no lo conoces, hay un estudio muy interesante realizado en Harvard por Davide Cantoni, que estudió la evolución de casi 300 ciudades alemanas entre los siglos XIV y XX, con el resultado de que tanto las de mayoría luterana, como calvinistas o católicas había crecido en términos similares, de forma que las supuestas diferencias de desarrollo no cabe atribuirlas a la práctica de una religión concreta sino a factores económicos, políticos y demográficos de cada país. Las conclusiones del estudio y algunas recensiones y comentarios se pueden encontrar fácilmente con google.

Eso por no mencionar, claro, los casos de Japón o los tigres asiáticos (Singapur, Corea del Sur y Taiwan) que han experimentado un crecimiento fabuloso sin necesidad de reforma luterana, o la misma China… P. M.

****Luis: Comparto tus tesis, en particular sobre la importancia de la cuestión cultural en la hegemonía española. Hay demasiados tópicos cubriendo el asunto, pero es una evidencia -o debería serlo- que el poderío español se basó en un desarrollo cultural y técnico formidable. Desde los conocimientos náuticos adquiridos gracias a la escuela portuguesa de Sagres hasta los avances técnicos en artillería y otros terrenos prácticos. No sé si conoces los trabajos del vallisoletano García Tapia sobre la tecnología en la época de los siglos de oro. Son muy interesantes, porque demuestran -documentos en mano- que la tecnología en la España del XVI y el XVII era puntera, y demuestra también algo un tanto chusco: la absoluta ineptitud técnica de los historiadores del XIX les hizo incapaces de entender los diagramas y planos que se conservan en nuestros archivos. Hay demasiada leyenda negra sobre el particular. Por ejemplo, es verdad que Felipe II prohibió a los científicos españoles enseñar en el extranjero, pero lo hizo del mismo modo que USA o la URSS lo hicieron durante la guerra fría: los conocimientos no podían caer en manos el enemigo.

Como sabes, la polémica sobre la reforma y el nacimiento del capitalismo se agotó en su día con la discusión entre Weber y Sombart, con Brentano metido por medio. Sombart, en El Burgués y en Lujo y Capitalismo, demuestra con bastante claridad que el capitalismo no es de cuño protestante, como defendía Weber, sino que nace en la Italia del Renacimiento. Otra cosa es dónde fue a prosperar el invento: el capitalismo necesita capital, y es difícil encontrar capital disponible en potencias ahogadas por su deuda, como lo fue pronto la España imperial. Por el contrario, Inglaterra u Holanda empezaban prácticamente desde cero.

Sobre la conexión entre protestantismo y nacionalsocialismo, hay una autora muy interesante: Sigrid Hunke, brillantísima joven (en 1941) que se sumó a la corriente de la denuncia nazi del "romano-papismo", frente al cual brillaba el protestantismo como expresión del genio germánico. Evidentemente, es otra simplificación, pero significativa. Hay otro autor interesante en ese sentido: Julius Langbehn, el de "Rembrandt educador" (otra vez Rembrandt), que popularizó la visión nacionalista del protestantismo, y en clave fuertemente antisemita.

J. J. Esparza

Señor Moa, sobre esta cuestión he escrito un trabajo:

La próxima reincorporación a la Iglesia Católica de varios cientos de miles de fieles anglicanos, con sus obispos y pastores al frente, que se producirá en enero de 2011, ha vuelto a poner de actualidad un viejo debate, surgido en el Renacimiento y mantenido hasta el presente con algunos grandes momentos dignos de ser recordados. Y es que el eco de las polémicas que suscitó el protestantismo emergente en el siglo XVI, no se ha apagado aún. Pareció amortiguarse durante el siglo XVIII, pero rebrotó con fuerza en los siglos XIX y XX.

Historia sucinta de una polémica

La tesis establecida casi como canónica a este respecto fue formulada por Hegel en dos de sus más importantes obras, las Lecciones sobre Filosofía de la Historia Universal, y sus Lecciones sobre la Historia de la Filosofía. En ellas dedicó sendos capítulos a la reforma protestante, a la que consideró uno de los momentos estelares de la historia del espíritu y de la libertad. Para concluir en esto, partió de la idea de una presunta inferioridad cultural y política de los países católicos respecto de los protestantes, en relación al progreso del espíritu. Por eso, y previamente al planteamiento de la cuestión relativa al liberalismo y al catolicismo, y a sus relaciones, quizá convenga revisar los principales hitos de esta polémica en los últimos siglos.

1.- La polémica y la confrontación iniciales (1517-1618)

En 1516, Erasmo de Rotterdam publicó una nueva versión del Nuevo Testamento, en griego. El holandés había seguido con interés los trabajos de la Biblia Políglota Complutense, de Cisneros, y al conocer que en 1514 estaba lista la versión del Nuevo Testamento de ésa última, se adelantó con la publicación de su texto en griego. Lutero saludó esta edición de Erasmo como uno de los hechos que le impulsaron a proponer la reforma religiosa, en 1517. Lutero y Erasmo desarrollarían después, hasta 1522, una intensa relación, acreditada en la correspondencia entre ambos. Una relación que entraría en crisis por causa de las presiones luteranas para que el holandés abrazase las tesis de la Reforma, lo que nunca hizo. Pero lo que había podido ser admiración mutua y amistad recíproca terminaría en polémica en 1524. Los términos de la polémica girarían en torno a la libertad del hombre. Como más tarde se comentará, frente a la tesis de Erasmo en defensa del libre albedrío, expuesta en su obra De Libero Arbitrio Diatribe sive Collatio" (1524), opondría Lutero su idea de la predestinación, negadora de la libertad, en su obra "De Servo Arbitrio" (la voluntad esclava), escrita en 1525 como réplica. Una polémica ésta que se prolongó hasta 1526, y la que intervendrían también el protestante Hutten y el católico Juan Ginés Sepúlveda, con su obra "De Fato et Libero Arbitrio", publicada en 1527, en la que refutó el determinismo luterano, al tiempo que criticaba a Erasmo por su escasa contundencia frente a Lutero. La polémica sobre la libertad o la predestinación para salvarse sería, hasta la gran crisis de 1618, la diferencia más popular de las existentes entre los católicos y los protestantes. La más popular, pero no la única ni la más importante, pues en ese punto también en el campo católico hubo partidarios de la doctrina de la predestinación.

Las principales discrepancias estaban en otros puntos, tanto de orden doctrinal, como de orden orgánico. Y es que los protestantes rechazaban, en general, que la Iglesia instituida pudiese desempeñar alguna función. En particular, eran acérrimos enemigos del orden monástico y de las órdenes religiosas, y los monasterios fueron arrasados allá donde los protestantes lograron imponerse, expropiándose todos sus bienes. También rechazaban los sacramentos, de los que Lutero sólo mantuvo tres. Y, sobre todo, rechazaban el papel rector del Papado en la Cristiandad. El Concilio de Trento (1545-1563), produjo la Reforma Religiosa Católica, denominada Contra-reforma, aunque esa terminología debiera ser convenientemente matizada, generalizando a todos los países católicos los cambios introducidos en España por los

Reyes Católicos, que consistían principalmente en la exigencia del mérito, del conocimiento y de la ejemplaridad para alcanzar cargos religiosos, bien lo fueran diocesanos, bien lo fueran monásticos. Los teólogos españoles y los jesuitas desempeñaron un papel trascendental en la reorganización del catolicismo, en lo doctrinal y en lo orgánico.

2.- Las guerras religiosas de la segunda mitad del siglo XVI y la primera del XVII

La reforma protestante se mezcló con las pugnas políticas nacionales e internacionales de la época y determinó el comienzo de un periodo turbulento que devino, casi inmediatamente, en guerras y violencias que se generalizarían en la segunda mitad del siglo XVI. Las primeras actuaciones de los reformadores en Alemania, con el asalto y saqueo de los monasterios y sus propiedades, entre 1518 y 1523, originaron las violencias de la llamada "Revuelta de los Caballeros" que, con sus asaltos y expropiaciones de los bienes monacales, preludiaron la Guerra Campesina de 1524-1525, y la crisis de Münster (1534-1536), de las que luego se dará cuenta. En Inglaterra, a partir de 1531, la reforma protestante anglicana se hizo también sobre la base de la previa destrucción de los monasterios y la apropiación de sus bienes por los nobles, por el rey y por algunos prelados y abades que abrazaron la causa protestante, haciendo suyos los bienes de los obispados o abadías correspondientes. Igual sucedió en Dinamarca, en Suecia o en Suiza. Paradigmático fue el caso de Prusia, en el que el Gran Maestre de la Orden Militar de los caballeros Teutónicos se hizo luterano (1525) y se convirtió en Duque de Prusia, quedándose como propios los bienes de la orden.

Todo ello vino acompañado de persecuciones contra el clero y los fieles católicos. Y sólodonde la resistencia católica fue firme, las violencias protestantes se transformaron en guerras civiles de carácter político-religioso, lo que sucedió, principalmente, en Francia, en los Países Bajos y en el sur de Alemania. Los conflictos se incrementaron a partir de 1550 y desembocaron en contiendas generalizadas durante la última parte del siglo XVI, que culminarían con la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que fue una guerra internacional de grandes proporciones, en la que se libró una lucha religiosa junto a una pugna por la supremacía europea.

3.- El apaciguamiento de 1648 y el desvanecimiento de la polémica en el siglo XVIII

La Guerra de los Treinta Años terminó en 1648 con la Paz de Westfalia que, si bien significó notables cambios políticos en Europa, no significó mucho desde el punto de vista religioso. En lo político, Francia sucedió a España en la hegemonía continental. El sur y centro de Alemania, quedaron católicos, despareciendo la amenaza protestante sobre Polonia, Hungría, Bohemia y la parte belga de los Países Bajos. Irlanda y buena parte de Escocia, se mantuvieron en el campo católico En lo estrictamente religioso, se consagró el principio regulador "Cuius Regio eius Religio", que significaba que cada soberano podía imponer a sus súbditos el credo propio, si bien se fueron abriendo zonas de tolerancia en algunos lugares, sobre todo en las Colonias británicas de Norteamérica, en las que católicos y protestantes pudieron empezar a convivir en paz. La tensión religiosa iría descendiendo a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII para desaparecer casi completamente en el siglo XVIII. Pese a la derrota española, el resultado de aquella guerra fue muy satisfactorio para el catolicismo, que si bien no consiguió arruinar las bases protestantes, se impuso en la mayor parte de los territorios disputados y abrió espacios en lo que había sido el mundo protestante. Un triunfo que venía fraguándose desde el Concilio de Trento y que tuvo sus hitos más sonados en la acción para el restablecimiento de la unidad religiosa del jurista y teólogo Hugo Grocio y del filósofo Leibniz, y en la conversión al catolicismo de la Reina Cristina de Suecia (1654), en la que tuvo una participación notable el español Cardenal Aguirre.

Hacia el final del siglo, el francés Bossuet, ilustre prelado de la Iglesia Católica, elaboró una de las obras teóricas más importantes en el debate sobre el protestantismo al publicar, en 1688, su libro "Historia de las variaciones de las Iglesias Protestantes", que significó un duro y serio alegato contra las bases teóricas y teológicas del protestantismo, que añadía a la derrota militar sufrida en la Guerra de los Treinta Años una seria colección de objeciones. 4.- El replanteamiento de la polémica en el siglo XIX

Tras el apaciguamiento de las luchas entre católicos y protestantes durante el siglo XVIII, en relación con el furor religioso que se había generalizado en la Europa renacentista, el siglo XIX conoció un resurgimiento de la polémica, ya sólo en el ámbito de la teoría, que se prolongaría durante el siglo XX. La posición protestante básica, como antes se indicó, fue fijada por el alemán Hegel en sus obras "Lecciones de Historia de la Filosofía", y las "Lecciones Filosofía de la Historia Universal".

En ambos textos el gran filósofo del idealismo alemán sostuvo que la Reforma nació por causa de la corrupción del sentimiento religioso realizada por la Iglesia Católica, ante la que el espíritu germánico reaccionó para restablecer la lo que de verdadero, eterno y universal subyace a la fe cristiana. La revolución provocada por la Reforma luterana abrió las bases de la verdadera libertad, y acercando con su realización la plena instauración del espíritu absoluto, en una aproximación a la instauración de la civilización moderna que permitió a Alemania alcanzar la emancipación del hombre sin necesidad de atravesar las terribles crisis revolucionarias en el que se debatiría en mundo católico desde la Revolución Francesa (1789), hasta las revoluciones españolas, portuguesas, italianas, etc., de los primeros años del siglo XIX.

La muerte de Hegel, en 1831, le privó de ver refutados sus optimistas análisis por la explosión de los procesos revolucionarios de 1830 y sobre todo de 1848, que tanta importancia tuvo en Alemania. Unos hechos estos que desvirtuaron completamente las tesis básicas de la construcción teórica hegeliana en ése y en otros muchos campos. Pero la tesis había quedado establecida y durante los años siguientes, sobre la base de su prestigio, las tesis hegelianas se difundieron por todo el mundo. A su sombra, aparecieron algunas obras, alguna de ellas notable y famosa, que desarrollaron sus planteamientos sobre la reforma protestante.

Una de las más destacadas, que alcanzó gran repercusión en su época, fue la "Historia general de la Civilización en Europa", del francés Guizot. Fue éste un rígido hugonote (protestante calvinista), que desempeñó un papel político de primera magnitud en la monarquía de Luis Felipe de Orleans (1830-1848), llegando a ser ministro en varias ocasiones. En su libro, Guizot propuso la idea de que la Reforma protestante fue el hito principal del Renacimiento y la causa del triunfo de la libertad y del espíritu de la modernidad en Europa, siendo el catolicismo una de la fuerzas retardatarias del triunfo de ese proceso de emancipación de la humanidad y, por tanto, uno de los enemigos de la civilización europea.

La obra de Guizot fue contestada desde el campo católico por el español Jaime Balmes, en 1842, con su "El Catolicismo comparado con el Protestantismo en sus Relaciones con la Civilización Europea", en la que trazó la impronta civilizatoria del catolicismo desde el siglo XV hasta su tiempo, frente al carácter disgregador de la civilización que representó, y representaban entonces, las diversas doctrinas protestantes.

Mas lo que Balmes empezó como una polémica, adquirió en su desarrollo la solidez y la consistencia de una gran obra, convirtiéndose en un tratado de Filosofía de la Historia con criterio católico, pero sin caer en el misticismo vago y nebuloso de Federico Schlegel y los románticos alemanes, ni en la pura apología de las instituciones de la Edad Media que puede notarse en muchos autores franceses de la escuela neocatólica. La mayor parte de esta obra de Balmes ha conservado su valor a lo largo del tiempo.

Como los capítulos que dedicó al "individualismo" y al sentimiento de la dignidad personal, que Guizot, siguiendo a Hegel, consideró característico de los pueblos germánicos. Igualmente sucede con la explicación de la acción de la Iglesia para dulcificar primero y abolir después la esclavitud, o en dar estabilidad y fijeza a la propiedad, o en organizar la familia y vindicar la indisolubilidad del matrimonio, o en realzar la condición de la mujer, en templar los rigores de la miseria, o en fundar el poder público sobre la base de la justicia divina.

Seguramente, "El Catolicismo comparado con el Protestantismo en sus Relaciones con la Civilización Europea", más que ninguna otra de las obras de Balmes, demuestra la extensa y sólida base intelectual de su pensamiento, que no se pierde en los detalles y que, a diferencia de Guizot, supo interpretar los hechos verdaderamente significativos de la historia universal. Contiene, además, esta obra un caudal de materiales apologéticos, de cuño moderno, en el que se contemplan con rigor las principales aportaciones de la ciencia y el pensamiento más modernos del siglo XIX.

Uno de los temas que con más extensión y acierto trató Balmes en ella, hasta el punto de formar por sí solo una tercera parte de la misma, fue la filosofía católica de las leyes, asunto de singular importancia en los tiempos de confusión política en que escribía. No puede decirse que la teoría católica sobre el concepto de la ley, sobre el origen del poder civil y su transmisión a las sociedades, estuviese olvidada, ya que constituye la base del moderno racionalismo jurídico, pero ni liberales ni absolutistas del siglo XIX, eran capaces de entenderla y, con sus opuestas exageraciones fanáticamente profesadas, sólo conseguían llenar de bruma las cabezas y de saña los corazones. Balmes restableció la doctrina jurídica acuñada por la tradición española del Siglo de Oro, que es una de las mejores aportaciones de la denominada Escuela de Salamanca al pensamiento universal, en la forma magistral que dada por los grandes filósofos del siglo XVI, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Francisco Suárez o Juan de Mariana.

5.- Los últimos desarrollos de este debate en el siglo XX

En el siglo XX, la polémica cobró una nueva orientación. Max Weber elaboró en 1905 varios ensayos sobre sociología de la religión, en los que podían apreciarse todavía rastros del debate habido en el siglo precedente, pero la perspectiva de Weber era otra. Triunfante la idea liberal entonces en todo el mundo civilizado, y enfrentada ésta al incipiente socialismo, Max Weber analizó en sus ensayos la base liberal que podía rastrearse en el calvinismo, ya que el luteranismo, para él, había carecido de esa impronta, al igual que no la había tenido el catolicismo. Tres de esos ensayos fueron recopilados por el gran sociólogo funcionalista norteamericano Talcott Parsons, en 1930, diez años después de la muerte de Max Weber. La traducción que realizó al inglés la hizo con el título de "La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo". Esa obra, pues, no fue nunca un texto de Max Weber, sino una versión propia de Parsons, quien ya había realizado su tesis doctoral sobre el origen del capitalismo en el pensamiento de Max Weber. Parsons, sociólogo funcionalista, estuvo muy influenciado por la obra de ese autor alemán y también por el hegelianismo.

El éxito de la versión de Parsons, que fue traducida a numerosos idiomas con el título citado, difundió la idea, a todas luces errónea, de que el origen del capitalismo y del pensamiento liberal había que buscarlo en el protestantismo. Y más específicamente en el calvinismo, que con su frugalidad y ascetismo, habría lanzado en el siglo XVI las ideas de ahorro y de búsqueda del éxito económico, como rasgos identificativos de los elegidos por Dios para la salvación. Pero esa idea sería muy cuestionada y completamente rebatida en el mismo siglo XX, por los estudios y aportaciones de la denominada Escuela Austríaca de economía.

En efecto, Menger, von Misses, Hayek, Rothbard y otros autores, demostraron en sus obras que el arranque del capitalismo no podía situarse en la reforma protestante, sino que debía rastrearse en la Baja Edad Media. Igualmente, concluyeron que el nacimiento de la economía política, donde se encuentra es en la obra renacentista de los autores de la llamada Escuela de Salamanca, señaladamente en la del jesuita Juan de Mariana, y que el origen del pensamiento liberal se halla en el racionalismo de esa misma escuela de pensamiento.

Pedro López Arriba.

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