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Presente y pasado

El "suicidio demográfico"

En Época

EL PROBLEMA DEMOGRÁFICO

Alejandro Macarrón Larumbe ha preparado un estudio, que se publicará en el otoño, según creo, sobre un asunto del que prácticamente no se habla, pese a ser uno de los desafíos de más calado a que se enfrenta la sociedad española: el de una demografía estancada o en retroceso, un verdadero "suicidio demográfico" como titula el autor su obra. Lo cual se traduce en un incremento constante de los ancianos y una disminución pareja de jóvenes y niños. Corremos, por tanto, hacia una sociedad envejecida, con cada vez menos personas en la mejor edad para producir y emprender, es decir, hacia una sociedad decrépita. Las perspectivas resultan muy poco alentadoras y tendrán mil repercusiones económicas, culturales y políticas. Por ejemplo, una creciente dificultad, que puede llegar a imposibilidad, para pagar las pensiones y sostener la Seguridad Social, por cuanto el envejecimiento significa también mayor necesidad de atención médica, siempre cara y cada vez más. Solo esta perspectiva debiera causar a todos una gran preocupación y mover a los políticos a estudiar el caso y plantear soluciones al respecto. Debiera, pero difícilmente lo hará, dada la extrema bajeza de nuestra "clase" dirigente.

El problema se agrava, si cabe, por la calidad de nuestra juventud. Según encuestas recientes, la inmensa mayoría de ella aspira a puestos burocráticos como funcionarios del estado y muy pocos piensan como emprendedores. Naturalmente, solo una parte menor de aquellos aspirantes logrará sus deseos, lo que garantiza una frustración extendida. Otro dato indicativo y mal estudiado es la amplitud alcanzada por el fenómeno llamado, con término de por sí cutre, "el botellón" entre adolescentes y jóvenes, con proliferación de alcohol y droga. Una juventud "botellonera" no ofrece demasiada esperanza a la sociedad, aunque puede argüirse que no es culpa de los jóvenes, sino más bien de una sociedad que no ha sabido formarlos. O quizá más que "sabido" deba decirse "querido", porque los responsables políticos de la enseñanza y educación pública promueven activamente ese hedonismo ramplón manifestado en los botellones y similares. Al parecer tenemos una juventud no lejana de la descrita por un poema de Miguel Hernández citado por el autor: "Cuerpos que nacen vencidos / vencidos y grises mueren / vienen con la edad del siglo / y son viejos cuando vienen". Otro dato crucial: el extendido fracaso escolar que soporta el país desde hace bastantes años, más la rebelión de la masa de estudiantes botelloneros contra los proyectos reformistas del PP de Aznar, rebelión bien expresiva de una mentalidad a gusto con su miseria moral.

Solía considerarse el descenso excesivo de la procreación como expresión de un subyacente estado de ánimo social pesimista, con pocas esperanzas sobre el porvenir. Como si la gente se dijera que, para lo que cabe esperar, mejor gastarlo todo en el presente y despreocuparse del futuro y, por tanto, de los hijos. Despreocupación manifiesta no solo en el escaso interés por garantizar una próxima generación suficiente, sino en el abandono, por los padres, de la educación, de la transmisión de valores y tradiciones, en los que se ha perdido la confianza. Hoy la mayoría de los niños y jóvenes respiran una atmósfera donde el pasado no cuenta ni interesa, quedando encomendada su educación a una televisión en muy alta medida basurosa y a unos enseñantes demagogos, frívolos e irresponsable, bajo unos políticos de inclinación totalitaria.

¿Tiene esto vuelta atrás? Sin duda la tiene, pero nada fácil. Nada corrompe tanto como la corrupción misma cuando es consentida y compartida. Privada de valores algo firmes e inmersa en el relativismo moral, la sociedad va perdiendo los resortes para replicar a unas tendencias de las que prefiere no hablar siquiera: mejor ocuparse de cualquier estrella del chismorreo o de los medios basura.

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***El voto al PP, el voto a los inútiles. El voto inútil

****Treinta días de arresto para el general Blas Piñar por despreciar a la cúpula militar. Por despreciar. Una cúpula mandada por la Burrianes e indirectamente por Zapo, el gran amigo de los terroristas, solo puede significar lo contrario del honor, el amor a la patria y todo lo demás. ¡No puede ser de otro modo, qué se le vas a hacer! Imposible sentir aprecio por ella, aunque lo manden las ordenanzas. Es como el rey cuando firma su propia deslegitimación, al parecer por motivos constitucionales. Eso es hoy España, bajo la chusma política.

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