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Presente y pasado

Zapo, apóstol de la violencia / Katyn y Ágora


Bajo el disfraz del pacifismo y el diálogo, Zapo ha convertido el asesinato en medio privilegiado de hacer política en España y conseguir objetivos contra el estado de derecho, la democracia y la integridad nacional. Su paz es la paz de los asesinos.

Con el mismo cuento, en nombre de la "paz", ayuda a los regímenes más dictatoriales y agresivos, desde el de Sadam al de Castro, pasando por el sirio. Su paz es la paz de la tiranía.

Defiende y justifica a los terroristas y a los regímenes que acosan y tratan de destruir a Israel, y dice que el antisemitismo era el de Franco, que a tantos judíos salvó del Holocausto ¡Siempre por la paz! La paz de Hitler, en definitiva.

Hay en todo ello una mezcla enfermiza de estupidez, hipocresía y mala fe, que bate marcas. El PP calla con no menos hipocresía, como es su costumbre, o tira pellizcos de monja, liquidando la oposición en España.

Esta es la chusma política que padecemos.

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Pocas cosas más indicativas de la abyección mafiosa en que ha caído la política en España que el caso Gürtel: la pandilla gubernamental infringe la ley con métodos de estado policíaco. Pero no por eso son menos ciertos los chanchullos del PP: desde la corrupción hasta la búsqueda de un chivo expiatorio que salve la imagen de la banda. Hoy es más cierto que nunca aquel diagnóstico de un embajador inglés sobre esta clase de políticos: golfos, señoritos engreídos y mediocres farsantes.

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Dicen algunos que el remedio a la degradación política del país está en la intervención de las fuerzas armadas. No hay mejor demostración de la inepcia y vagancia de la extrema derecha, de su incapacidad para convencer y crear opinión pública, y de su añoranza de cualquier tiranía que permita mandar a gusto a ellos, inspirados por Dios, según creen, pero desasistidos por el pueblo, al que en el fondo desprecian.

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Hoy, en Época:

Han coincidido en días pasados los estrenos en Madrid de las películas Katyn, dirigida por Andrzej Wajda, y Ágora, dirigida por Amenábar, la primera histórica y la segunda presentada como tal, sin serlo.

Katyn es el nombre del bosque donde se produjo la mayor parte de la matanza de unos 22.000 polacos, en su mayoría oficiales militares, pero también miembros de la intelectualidad, profesionales, etc. por parte de los soviéticos, mientras duraba el pacto entre Stalin y Hitler, mediante el cual se habían repartido Polonia. El objetivo del crimen era dejar a este país sin expertos militares y sin intelectuales "nacionalistas y contrarrevolucionarios" que pudieran vertebrar un resurgir de la nación polaca (los nazis siguieron una política parecida). Típico de la previsión soviética fue el empleo, en Katyn, de munición alemana que pudiera sustentar, llegado el caso, la atribución de la matanza a los alemanes. Como así fue. Cuando la alianza Hitler-Stalin se rompió y los alemanes descubrieron las enormes fosas al avanzar por Rusia, los stalinistas afirmaron que los autores eran sus ex amigos nazis. Durante el juicio de Núremberg, al acabar la guerra, insistieron en la tesis y pretendieron condenar a altos mandos alemanes que no habían sido culpados de crímenes. El caso fue sobreseído por falta de pruebas, aunque todos los jueces conocían perfectamente la realidad, pero hasta que Gorbachof no admitió los hechos en 1990, los progresistas fingían dudas al respecto.

La cinta de Wajda, fiel a los hechos, es forzosamente incómoda para la izquierda, que fue prosoviética mientras la URSS duró, como hace poco defendía al genocida Sadam Husein y sigue siendo con muy poco disimulo procastrista o proetarra. Pero ellos dominan en España el cine y los medios de comunicación, y procuran silenciar la película en lo posible, o trivializarla (un crítico de El país desanima a los posibles espectadores: "tienes la sensación de que ya la has visto en el cine demasiadas veces" ¿Increíble? Nada lo es en ese ambiente).

Lo que gusta a los progres es Ágora, que sí ha recibido una propaganda gigantesca, indicio de intenciones más amplias que el mero arte. La película trata –es un decir– el caso de Hipatia, pero no tiene nada que ver con la Hipatia real, en lo poco que se conoce de ella –mucho menos que de Katyn–, sino con un fantasma elaborado a partir de todos los tópicos progre-feministas. Con Hipatia ha ocurrido lo que con García Lorca: Comunistas, feministas e izquierda en general, se han apoderado de sus cadáveres, los han deformado y maquillado a su (mal) gusto y los pasean desvergonzadamente, sin cansancio. Hipatia no fue una mártir de la ciencia, sino víctima de querellas políticas, tampoco de los cristianos, sino de una facción. Por lo que se sabe de ella, no hizo contribuciones importantes a la ciencia, pero fue una brillante profesora que enseñaba a alumnos paganos y a cristianos, muy respetada por estos. Su filosofía era neoplatónica, que tanto influyó en el cristianismo, al cual no se opuso ella, aun siendo pagana. Realmente tenía muy poco de progre, sobre todo en el sentido que podría encantar a Amenábar: no era lesbiana y permaneció virgen, no por competir con los hombres, como se sugiere, sino porque, como indicó a un enamorado suyo enseñándole sus paños menstruales, "no hay nada bello en la relación carnal".

Amenábar, fue un destacado titiritero del "no a la guerra"...contra Sadam, claro. Las guerras emprendidas por los soviéticos, por Castro, los crímenes de la ETA, nunca le merecieron repulsa. No obstante cuenta con desenvoltura que su película "es una crítica contra los fanatismos", y tiene comentado "Mis héroes son los que utilizan la cabeza, no las armas". Bien, Sadam usaba mucho las armas, y él usa la cabeza. Para mentir y manipular la historia. Algunos cristianos fanáticos asesinaron a Hipatia. Amenábar asesina su memoria.

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