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Rafael Rubio

La libertad de la luz

Desde el principio, Vitral se convirtió en el último reducto de la verdad de una sociedad esquizofrénica, una casa de la libertad en el que se encontraban los cubanos de buena voluntad, un espacio de reconciliación en el que cabían todos.

Sólo el que ha vivido en cuba puede saber lo que suponía Vitral. Desde que en 1994 la revista vio la luz, cuando en toda la isla era imposible encontrar algo que llevarse a la boca, en el peor momento del periodo especial, su llegada a las parroquias se esperaba como si estuviera impresa en hojas de pan.

Sus páginas fotocopiadas corrían de mano en mano, como el Marca en un bar, adquiriendo con el tiempo ese color parduzco de los libros muy leídos en tremendo contraste con las páginas del Granma y Juventud Rebelde, que se amontonaban en los cuartos de baño para ser utilizadas como papel, áspero e incomodo, pero papel.

En un lugar donde no existe la libertad de prensa, y no hay más información ni más opinión que la de los turistas y la que tiene a bien regalar el régimen, la iniciativa del Arzobispado de Pinar del Río garantizaba una cita bimensual con la realidad.

Desde el principio, Vitral se convirtió en el último reducto de la verdad de una sociedad esquizofrénica, una casa de la libertad en el que se encontraban los cubanos de buena voluntad, un espacio de reconciliación en el que cabían todos. Nunca se metió en política, la fuerza de su mensaje contrarrevolucionario venía de su reivindicación de la dignidad del hombre, un ser hecho para la libertad, y de los derechos humanos. De ahí su aportación impagable a la reconstrucción y el fortalecimiento de la sociedad civil cubana, el único camino que garantiza un futuro en democracia.

Por sus páginas pasaron los padres de la patria cubana, trabajadores, santos y poetas, conjugando sesudos análisis con brillantes ensayos sobre religión, artes plásticas, cine, literatura, económica, bioética o ecología. Un grupo reducidísimo de voluntarios, liderados por Dagoberto Valdés en torno al Centro Cívico, consiguieron muchas veces poner contra las cuerdas a todo un régimen totalitario con varios paquetes de folios reciclados, cuatro fotocopiadoras y un puñado de ideas.

Hoy Cuba está de luto. Lo que no consiguió Moratinos con su indigna visita lo han logrado un cúmulo de confusas razones que aún no acierto a comprender. ¿Quién informará a los cubanos sobre lo viejo que se volvió el "hombre nuevo", quién seguirá combatiendo el adoctrinamiento con la cultura quién reclamará la patria para los cubanos, quién desenmascarará cada dos meses la mentira oficial?... Hoy el pueblo cubano está aún más huérfano de libertad.

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