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Ricardo Medina Macías

Las duras exigencias de la verdad

O aquel ministro de finanzas de un país africano, rigurosamente lógico cuando asistía a conferencias del Fondo Monetario Internacional, que, sin embargo, no dudaba en acudir a un brujo para "neutralizar" los maléficos hechizos que le infligía su suegra.

Ha muerto Jean-François Revel y el mundo pierde a uno de los más lúcidos intelectuales y difusores de las causas gemelas de la libertad y de la verdad.

"La primera de todas las fuerzas que dirigen al mundo es la mentira". Así, con esta frase lapidaria, empieza El conocimiento inútil de Revel, que es tal vez la más acertada disección intelectual, a la vez rigurosa y amena, que se ha hecho del peor mal que aqueja a Occidente desde mediados del siglo pasado: el desprecio por la verdad.

Por una parte, en la ciencia rigurosa, y hasta en la vida práctica, no podemos escaparnos de las exigencias racionales que impone la realidad. Por otra, en el ámbito de las opiniones (de la doxa de la que hablaba Platón) el hombre contemporáneo rehúsa someterse, con temible frecuencia, a las simples exigencias de la lógica y hasta de la información pura y dura: los hechos.

Revel ejemplifica magistralmente esta dualidad citando el caso de aquel político del Tercer Mundo que por la mañana lanzaba las parrafadas habituales de propaganda en contra de la mundialización y a favor de patrañas como la "identidad nacional" o el desarrollo autárquico, mientras que por la tarde conferenciaba con inversionistas extranjeros convenciéndoles de llevar sus inversiones productivas a ese mismo país. O aquel ministro de finanzas de un país africano, rigurosamente lógico cuando asistía a conferencias del Fondo Monetario Internacional, que, sin embargo, no dudaba en acudir a un brujo para "neutralizar" los maléficos hechizos que le infligía su suegra.

Hoy, sin ir más lejos, vemos en todo su esplendor esta esquizofrenia en México, cuando políticos –a quienes suponemos racionales– descalifican toda información que les resulte adversa y confiesan, sin empacho, que se han mandado hacer encuestas a modo que les demuestran, contra todo lo que diga el resto de la información objetiva, que siguen siendo los más hermosos del reino. Si se trata de asegurarse del buen funcionamiento de su automóvil, antes de emprender un viaje, ¿esos mismos políticos, amantes de la mitomanía, acuden al hechicero de la tribu o a un mecánico competente?

La política y los medios de comunicación –advierte Revel– están plagados en nuestros tiempos por mentiras simples y mentiras elaboradas y complejas, pero en buena medida ello sucede porque hay una demanda por tales mentiras, que a unos les resultan tranquilizadoras, a otros convenientes a su pereza intelectual o a su ignorancia y, a otros más, favorecedoras de sus intereses inmediatos.

La ideología no sólo es una falsificación del pensamiento racional, es un complejo entramado de prejuicios, mitos, suposiciones, informaciones falsas o inexactas, que nos da una explicación para todo y nos ahorra la penosa búsqueda de la información en sus fuentes directas y la exigente tarea de razonar de acuerdo a la lógica y no al sentimiento.

Y en las ciencias sociales, donde las posibilidades de una confrontación directa de las hipótesis con la realidad se reducen y donde las exigencias metodológicas suelen rebajarse, proliferan mentiras, mitos y prejuicios.

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