Ricardo Medina Macías

No envíen señales equivocadas al productor

Libre Mercado

El mecanismo mediante el cual los mercados se ajustan a un cambio en la demanda, generando una mayor oferta, demuestra la maravilla del sistema de precios: los precios altos avisan al productor que hay que sembrar más porque será un buen negocio.

El mejor negocio que el mundo podría hacer

Libre Mercado

En términos del mayor beneficio por cada dólar gastado, el mejor destino de ese dinero público sería dar suplementos de vitamina A y de Zinc a niños con serias carencias de nutrición.

Matar al mensajero

Libre Mercado

Es un pésimo negocio pelearse con los precios porque es como matar a los mensajeros más veraces y oportunos que podemos tener sólo porque nos trajeron noticias desagradables, pero verídicas.

Lo mejor de dos mundos

Libre Mercado

Petrobras, que ha aprendido a funcionar con lógica de mercado y no de "mascarón de proa nacionalista", sí está explorando aceleradamente su mar patrimonial para acrecentar sus reservas

Que no se enteren

Libre Mercado

Uno de los fenómenos sociales más perturbadores en el mundo de la primera década del siglo XXI es comprobar cómo se ensancha la brecha de ingresos entre los trabajadores calificados y los no calificados.

El dólar y los equilibrios inestables

Libre Mercado

Para eso sirven los precios, para que constantemente la economía de cada cual –persona, empresa, nación– busque nuevos equilibrios inestables.

Alimentos y productividad

Libre Mercado

Los altos precios de los alimentos representan, por otra parte, una oportunidad única para que en muchos países subdesarrollados, como México, los productores reciban mayores ingresos e incrementen su productividad.

¿Mano invisible o pezuña política?

Libre Mercado

Así empezó todo, con una impertinente intervención de los gobiernos tratando de que los mercados no funcionasen como pueden y saben funcionar. Al final la burbuja estalla y ¿a quién culpan los políticos? Pues a los mercados.

Las FARC, sus amigos y Orwell

Internacional

Si las consecuencias de esta degradación del lenguaje –encaminada a terminar definitivamente con la posibilidad de distinguir entre verdad y mentira– no fuesen tan atroces, uno debería admirar la habilidad y el descaro con la que muchos la practican.