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Zoé Valdés

Bayrou, el héroe contra el dinero

Bayrou, el guerrero antirriqueza, el archienemigo del dinero, aprovecha la caída de Fillon y de su esposa Penélope para entrar en el baile.

Éramos pocos y parió el MoDem (Movimiento Democrático), el partido creado por François Bayrou que desde que fue fundado no ha hecho más que desmoronarse. Pero que no quepa la menor duda, Bayrou es paciente, espera el instante adecuado para asestar el golpe, y aunque se deje de rogar, terminará otra vez por presentarse como candidato a las presidenciales.

Di tú, otro François en el horizonte. Estamos hasta la cocorotina de Franciscos, el Papa montonero, Hollande, Fillon, y ahora Bayrou, el gladiador de las cruzadas más absurdas. Cuando creíamos todo acabado, el espectáculo no hace más que empezar.

Bayrou, el guerrero antirriqueza, el archienemigo del dinero, aprovecha entonces la caída de Fillon y de su esposa Penélope para entrar en el baile. Y allá va eso, el héroe a paso de contradanza y hasta de conga. Hay que acabar con las multinacionales que pagan a los políticos, afirma más enajenado que enervado. Pero si los políticos sólo buscan dinero, ¿de qué pureza política nos intenta convencer Bayrou, el inocentón?

"Lo que Francia necesita hoy es un presidente de la República que le garantice la lealtad, la integridad y el debate". Y su pulcra denuncia lo anuncia: "Moi". "Yo soy ese presidente", parece que susurra, o masculla, todo depende del lado en el que su interlocutor se encuentre.

Es curioso, François Bayrou es uno de los políticos franceses más atendidos por los miedos masivos de comunicación. Es aquel que analiza, argumenta, puntualiza. Todos lo oyen y asienten, entretiene, sí, pareciera que dirían. Sin embargo, al final, regresa siempre a casa con la lengua de la corbata volteada hacia la espalda y el ánimo como frazada de piso.

No, Bayrou no pega en la gente, el pueblo se burla de sus orejas, de sus tics, de sus manierismos. Pero él insiste y persiste. Soy capaz de apostarme con ustedes lo que sea a que en menos de una semana anunciará final y abiertamente su candidatura. Ese es nuestro Bayrou.

Confieso que siento simpatía por Bayrou. Luce como un discípulo bueno que hace las tareas y se comporta disciplinadamente, aspira a llegar a lo más alto, pero juzga demasiado desde esas todavía no logradas alturas, haciendo malabares desde un estrellato imaginario, y ¡búmbata!, siempre se da el leñazo que lo consagra como el estrellado de cada una de las elecciones presidenciales.

Eso sí, una vez me atreví a pronosticar que François Bayrou llegará a presidente de Francia. Me la juego al canelo. Es que por arribita de la coqueta, ahora mismo, dentro de lo que hay, pues miren ustedes, yo me atrevería a afirmar que estamos ante lo mejorcito, y con ventajas. Pero qué le vamos a hacer, a la gente lo que le gusta son las falsas ilusiones de Marine, a la que antes llamaban Le Pen, o la ausencia de programa, a lo que hoy llaman "misterio", de Emmanuel Macron, al que para colmo ahora le están colgando una medallita de lo más graciosa de oculto aventurero homogay.

Bayrou que continúe con su empecinamiento, con sus bailecitos de ocasión, que ya verán cómo algún día llegará a su soñado y anhelado pedestal. Igual ese día no está muy lejano.

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