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Zoé Valdés

Y ahora con ustedes: los trajes de Fillon

Así va el espectáculo: lamentable. En este nivel tan ridículo del debate de las presidenciales nos encontramos. P

Así va el espectáculo: lamentable. En este nivel tan ridículo del debate de las presidenciales nos encontramos. Pero esperen, esto no para… Y ahora con ustedes: los trajes deFrançois Fillon. Todas las prendas de chez Arny, el sastre más caro del mundo. Siete mil cada conjunto, entre los más baratos de su selecta producción.

Si Fillon insiste en continuar con su carrera política se tendrá que vestir de los Guerrisolds, que en mis tiempos era lo más churrupiero y pobre (ropa de muertos vendida por los árabes en Barbès-Rochechouart), ahora creo que dotados de un cierto nivel en relación a la miseria ambiental.

El caso es que los trajes fueron regalados –según el perchero que los porta–. Y a caballo regalado no se le hace asquito a los cascos, y mucho menos cuando los caballos son purasangre. Entonces ahí está Fillon, enredado con sus trajes, además de las transferencias bancarias que sus hijos le hicieran después de que fueran empleados suyos de manera ficticia, según el tribunal.

Pero no contento con lo de los trajes y demás bicocas, Fillon no declara ante el juez, se niega, a pesar de la imputación. Y entonces lee un comunicado. Así estamos en Francia, de comunicado y todo cuento, igual que en Cuba. Un comunicado en el matutino, otro en el vespertino y antes de ir a dormir un rezo por Fillon y familia.

Los comentaristas políticos que conozco me confiesan a media voz que todo esto es una redada de Hollande. Que la izquierda es especialista en enredar la pita y sacarle las orillerías a cualquiera. Aunque también es verdad que si no existieran los empleos ficticios a esposa e hijos, los pagos que van de una cuenta de padre a hijos y de hijos a padre, y ahora los trajes caros regalados, no hubiera habido conspiración de ningún tipo. Pero ya sabemos que si los políticos viven en una burbuja, los comentaristas políticos son los que se pasan la vida soplando burbujas o tubos. O sea, de soplatubos.

Fillon representaba la esperanza más sólida contra Marine Le Pen, la Loba. Ya no. Después esa esperanza la empezó a representar Emmanuel Macron. Pero no bien había empezado a despegar con buen pie, le sacan no sé qué cosa de un viaje a Las Vegas, de cuando sus tiempos de ministro socialista, o sea de ayer mismo. A él, que ya no es socialista, no lo olviden. Porque esa es otra característica de estas elecciones: el patrás y palante, y el donde dije digo dije Diego.

Con el peluquero de François Hollande, que por teñirle cuatro greñas de negro terror cobra 8.000 euros mensuales (pagados por el contribuyente), parecía que habíamos visto todo. Pero no, surgen entonces los trajecitos de Fillon a 7.000 euros o más. Regalados, ya sabemos. Lo que todavía no sabemos es por qué y a cambio de qué aceptó este señor este regalo, sabiendo como deben saber los políticos que en política nada es regalado.

Pero, sobre todo, lo esencial: ¿en qué mundo viven estos políticos? ¿Cómo puede Fillon dirigirse con su cara tan rechula a un pueblo desesperado, desempleado, cuando sus trajes cuestan 7.000 euros o más? ¿Con qué cara va a exigir que los agricultores vayan a votarle? Los agricultores, señores y señoras, que en Francia se suicidan a montones, porque ganan entre 400 y 500 euros mensuales. No hay que olvidar que los agricultores son en su mayoría eso que llaman "la Francia profunda", que probablemente sea la más difícil de convencer para que vote contra el Frente Nacional.

Y es que no pisan tierra, levitan, se desplazan en una especie de nube intocable, dentro de la cual se creen imprescindibles y por encima de cualquier juicio. Y nadie dice nada, nadie protesta. Todos a la espera, todos agazapados tras el voto, dijo un filtro en la Caja Tonta. Todos, sí, esa gran mayoría silenciosa… Veremos a ver, dijo un ciego…

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