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Ignacio Villa

El presidente copiota

Cuando un presidente no puede sino copiar su mala gestión, cuando es incapaz de proponer nada que no haya legislado antes, cuando las novedades huelen a viejo, es que su ciclo ha terminado.

El paso en falso que Rodríguez Zapatero ha dado con el plan de alquiler de pisos para jóvenes es de los que hacen época. Es verdad que un error lo tiene cualquiera, pero lo excepcional es que, con una medida pensada para sumar votos a seis meses de unas elecciones, el jefe de Gobierno haya conseguido un clamor de críticas tan unánime como para que se sume el Grupo PRISA. Por lo tanto no puede extrañar que Zapatero compareciera este miércoles en Moncloa con rostro preocupado, con gesto serio y con respuestas en las que a duras penas contenía su enfado.

Es más, lo grave de la situación no es que ese plan ficticio haya sido criticado; lo realmente llamativo es que la torpeza del Ejecutivo les ha llevado a vender como nueva una iniciativa que era tan vieja como el propio Gobierno. ¿Qué necesidad tenía Zapatero de copiar sus propios planes? ¡A qué nivel tienen que haber llegado los nervios del Gobierno como para anunciar a bombo y platillo algo que ya estaba en marcha! Lo cierto es que tanta frivolidad a la hora de hacer política y tanta superficialidad en el arranque de una campaña electoral las terminará pagando en las urnas.

Zapatero lleva semanas intentando anestesiar la actualidad y transmitir a la opinión pública que no pasa nada. Esa estrategia, en todo caso, se ha venido abajo por la cascada de despropósitos, errores y torpezas del Gobierno en estas últimas semanas. Los socialistas se han visto atrapados en su propia trampa. La inestabilidad institucional que han azuzado se ha mostrado en todo su esplendor ante las acciones previsibles de los nacionalistas radicales. El desprecio por los símbolos del Estado del Ejecutivo se ha dejado ver con total claridad con el incumplimiento de la Ley de Banderas. Y la hipoteca sistemática hacia los nacionalismos ha degenerado, como era lógico, en una dependencia total de sus caprichos más extremos. Y si a esto se le añade la crisis financiera que tenemos en puertas el resultado es explosivo.

Zapatero está jugando con fuego, en concreto con su propio fuego, y se está quemando. Cuando un presidente no puede sino copiar su mala gestión, cuando es incapaz de proponer nada que no haya legislado antes, cuando las novedades huelen a viejo, es que su ciclo ha terminado. Y por más fuegos de artificio que puedan prepararle Pepiño y compañía, no puede esconderlo.

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