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Lucrecio

Socialismo inmobiliario

“¿Qué es lo que atrae en el fascismo? La respuesta será breve: lo irracional, el poder del espectáculo y un resurgimiento degenerado de ciertas formas de lo sagrado: dicho de otro modo, la necesidad de una sociedad que querría recuperar de nuevo los mitos; algo que parece faltar cruelmente a los regímenes democráticos, incluso allí donde han contribuido a dar a la guerra una solución victoriosa... Necesitarán mucho mérito los intelectuales, la mayoría de ellos, para volverse a unir a fin de defender un régimen que no les gusta y no ceder a la fascinación de lo irracional cuyas obras y cuyo arte han demostrado a menudo ser fecundos... Antifascistas por amor a la libertad y por un sentido innato de la justicia”. Maurice Blanchot, 1983. Y, en su escritura, lo más lúcido del pensar del siglo XX. Acaba de ser editado en castellano.

¿Cómo caracterizar al fascismo contemporáneo? Aquí, en esta España moralmente destrozada por una transición postfranquista bochornosa, el arquetipo de ese fascismo fue el crimen de Estado en los años Gal-González. Y, como cimiento de la solidaridad en el crimen compartido, el saqueo minucioso de los fondos públicos. Transcripción literal de la lógica esgrimida por Hitler en 1934: “Yo doy siempre a los míos la consigna: enriqueceos”.

El artículo de Maurice Blanchot me daba vueltas por la cabeza, mientras chirriaba en mis oídos la retórica inequívocamente fascista de una tal señora Porta. Para mí, que practico metódicamente el abstencionismo político, todo esto debería ser cine mudo. Si no sucediera que la voz de Porta, su lógica brutal, traía resonancias de un tiempo que debería haber caducado irreversiblemente.

El reparto del pastel –el reparto del ladrillo– estaba hecho entre los diversos clanes de la FSM: a eso ha quedado reducido un partido que sigue diciéndose obrero en el inicio del siglo XXI. Y ya es drama que la representante de un partido socialista exhiba como mérito biográfico superlativo en lo moral la posesión de diecisiete viviendas propias, además de pinacotecas y otras fruslerías. Era terrible escuchar aquel bárbaro alegato en contra de las garantías de derecho más elementales. Pero no sorprendente. El PSOE es el partido del GAL y de Filesa. ¿Asombrará el cinismo de quienes han hecho su riqueza al calor de la gran especulación inmobiliaria madrileña? ¡Pobre socialismo madrileño, si la gente que habla en su nombre es esto!

En sus orígenes, el fascismo –igual en Italia que en Alemania– no fue sino la fracción nacionalista del socialismo. Hoy, tal vez sólo su rama inmobiliaria.

Muy didáctico todo.

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