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Ignacio Villa

La amnesia de Zapatero

El debate parlamentario, sobre los asesinatos de los siete españoles el pasado sábado en Irak, realizado a petición del propio presidente Aznar, no nos ha dejado muchas sorpresas. Para empezar, nos ha enseñado a un secretario general del PSOE que parece dispuesto a dejar la pancarta y la compañía de Gaspar Llamazares, pero que ante su nueva soledad no termina de ubicarse en un lugar correcto. Ciertamente ha amagado en algunas cosas, no ha concretado en otras muchas, ha sido incoherente en unas cuantas propuestas y ha expuesto solemnemente más de una estupidez. Zapatero parece que intenta recoger velas de sus muchos tropezones, pero lo hace torpemente y sin saber muy bien qué hacer, ni hacia dónde ir. Es consciente de que el balance que puede realizar de su trabajo y gestión como lider de la oposición en la crisis de Irak, no es muy satisfactorio que digamos. Parece que vislumbra sus errores, pero poco más.
 
Pero de todo lo dicho por Rodríguez Zapatero sorprende, en todo caso, la petición de consenso al Gobierno, una petición acompañada del reproche al Jefe del Ejecutivo por haber roto ese consenso en política exterior. Un argumento burdo y sin sentido cuando –desde siempre–, en cuestiones como la política exterior o la lucha antiterrorista, quien marca la línea de actuación es el Gobierno de turno; es más, está escrito en cualquier manual de política que es la oposición quien se debe sumar a ese consenso que siempre está marcado por el sentido común y el sentido de Estado que debe de tener el Ejecutivo correspondiente. Pero no, para Zapatero las cosas son diferentes. El lider de la oposición es el que está en posesión de la verdad, y el Gobierno el que ha de sumarse a sus brillantes ideas.
 
Además, por lo dicho, parece que Rodríguez Zapatero ha sufrido un ataque de amnesia. El secretario general del PSOE parece como si de golpe se hubiera olvidado de las manifestaciones contra la guerra a las que asistía con entusiasmo, de los asaltos a las sedes del Partido Popular, de los debates parlamentarios en los que cambiaba de opinión como quien cambia de corbata, de tantas y tantas  tonterias que hubo que escucharle durante meses de desorientación. De pronto, Zapatero se ha olvidado de todos sus errores pasados, de todas sus "malas compañías" y se ha lanzado sobre Aznar, como sí tal cosa. "Es el presidente el que se ha obcecado, el que no cede, el que está subido en el fortín de la razón". Un mundo irreal que nada tiene que ver con lo ocurrido.
 
En política existe la hemeroteca. Una consulta puede convertirse en algo demoledor. Zapatero saldría escaldado si se le recordara lo que dijo en los muchos debates parlamentarios que se celebraron durante la guerra de Irak. Hay cosas que se pueden archivar, pero que no se olvidan fácilmente. Han sido tántos meses de despropósitos, que no es suficiente con intentar recomponer una posición echando la culpa al presidente del Gobierno. Zapatero quiere diálogo y consenso, de acuerdo, pero el que tiene que rectificar de verdad es el secretario general del PSOE. Lo demás son palabras vacías, y de esas ya tenemos mucha experiencia.
 

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