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Juan Manuel Rodríguez

Otro seleccionador de repesca

El techo de la selección española está cada vez más bajo, pero sin embargo su suelo es solidísimo: casi ocho millones y medio de espectadores siguieron por televisión el aburridísimo partido contra la flojísima selección de San Marino

Cada día que pasa tengo un poco más claro que la aparición en la prensa afín de quinielas de "seleccionables", justo en la víspera de confirmarse otra repesca española, responde a un interés evidente: salvar de la quema la imagen de Luis Aragonés. Luis no es tan tonto como para decirle a un periodista (todos sabemos que el "off the record" está en claro retroceso) que no está satisfecho con la actitud de tal o cual jugador. Entre otras cosas porque luego, en caso de producirse un desmentido oficial, ese mismo periodista, por muy amigo suyo que fuera, podría echárselo en cara. Pero supongo que nuestro seleccionador, como hace todo el mundo, conversa, departe, charla y comenta la jugada amigablemente al olor de una humeante taza de café calentito, mitad natural, mitad torrefacto.
 
En lo que atañe a nuestra selección nacional de fútbol, sólo existe una pequeña diferencia entre el Día de la Hispanidad de hace un par de años y el que celebramos ayer, y es que hace dos años todos los palos se los llevó Iñaki Sáez y ahora Luis Aragonés aparece ante la opinión pública como un hombre ambicioso, ("me marcharé si no llegamos a semifinales del Mundial") mientras que algunos internacionales "se creen mejores de lo que realmente son". Cuando un boxeador conquista el campeonato mundial de los pesos pesados se dice de él que "es el hombre". Eso pensamos de Luis, que él era, por fin, nuestro hombre. Accedió al puesto respaldado con un amplísimo consenso y generó un montón de ilusiones que ahora se han visto lamentablemente frustradas. En su "debe", por ejemplo, cabe apuntar la transformación de aquella propuesta tan original de la "gran sentada" en una reunión de "caganers", todos en cuclillas y con los pantalones a la altura de las rodillas.
 
El techo de la selección española está cada vez más bajo, pero sin embargo su suelo es solidísimo: casi ocho millones y medio de espectadores siguieron por televisión el aburridísimo partido contra la flojísima selección de San Marino. El día que España dispute las semifinales de un Mundial no sé lo que va a pasar aquí. Pero algo sí sabemos: si España queda cuarta en Alemania, Luis seguirá. Tralarí, tralará.

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