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Luis Hernández Arroyo

Eurabia, a la vuelta de la esquina

No me cansaré de repetirlo: con una presión fiscal que no llega al 28%, EEUU protege al "mundo libre". La UE, con una presión fiscal mayor del 50%, no ha podido defenderse de las amenazas balcánicas.

(A Oriana Fallaci)

En su monumental libro "Del Amanecer a la Decadencia" responde Barzun a una retórica pregunta: "¿Cuándo sabe el historiador que aparece la decadencia?Por la búsqueda en todas direcciones de una fe, o de muchas". Podemos añadir: cuándo además esas múltiples fes no son tales, sino que están teñidas de utilitarismo, individual o social, que las esteriliza de raíz. Vivimos una época de gran opulencia multicultural, de ofertas de cualquier idea, venga de donde venga, sea cual sea su pedigrí, con tal que tenga alguna momentánea utilidad. Se tienden puentes entre ideas u creencias que hasta relativamente poco eran sencillamente excluyentes: entre el catolicismo y el marxismo, entre éste y el ecologismo, budismo y civilización, animismo y universalidad... Todo es nivelable, todo es "inocente mientras no se demuestre lo contrario". Lo que demuestra la gran avidez por comprar esas ofertas.

¿Qué tiene común este batiburrillo, desde el indigenismo al Zen, pasando por el Budismo? Es el anti-occidentalismo inconsciente; se trata de atacar, derribar, aniquilar una civilización que parece estar hastiada de sí misma.

En un demoledor y contundente artículo, Mark Steyn expone con toda crudeza, anunciada desde la primera frase, el proceso de decadencia de Europa. Sospecho que no será profusamente leído en España. Muy pocos llegarían hasta el final de un texto que cifra en unos 30 años el fin de Europa occidental, y su metamorfosis en un ente que Fallaci llamó Eurabia. ¿Argumentación? Simplificando un poco, una sociedad que pierde aceleradamente población por falta de nacimientos, mientras su preocupaciones más perentorias, más absorbentes, son el derecho a la eutanasia, aborto sí o no, reproducción asistida, matrimonio homosexual, feminismo (derecho absoluto a disponer de nuestro cuerpo), etc., es una sociedad decadente. Una civilización que ya no cree en si misma, ni en lo que la hizo germinar y crecer, y que demuestra un hastío cada vez más virulento por sus propios fundamentos. Este hastío, que se intenta paliar con la contraoferta del multiculturalismo antes comentado, se centra en Europa, porque EE.UU. tiene una tasa de natalidad suficiente como para alcanzar entre 400 y 500 millones de habitantes en 2030 y vive de momento a salvo de este proceso. En la mejor expresión de Steyn, "de esto trata nuestra guerra contra el Islam; nuestra falta de confianza en nuestra civilización".

Nada original, hasta ahora. ¿No lo había dicho, con mucho más sentimiento, Oriana Fallaci? Si acaso, novedoso para los (improbables) lectores españoles.

Lo más llamativo y preocupante es la velocidad del proceso: Según datos de la ONU, en 1970, el mundo desarrollado tenía el doble de población/total que el mundo musulmán (30% frente a 15%). En 2005, se había invertido drásticamente: 19% frente a más del 30%. Tomemos Europa: en 1970, tenía el 18% del total mundial. En 2005, el 11%. En 2050, tendrá el 7%. Ahora, pensemos que Europa tiene una población de 20 millones de musulmanes en crecimiento.

Pueden discutirse las proyecciones, pero el caso es que, inevitablemente, se producirá una exacerbación creciente de los fricciones sociales (choques culturales, dicho más en plata), un avance político de nuevos partidos que sacarán votos del creciente caladero del fundamentalismo, y un avance contrapuesto de partidos opuestos que serán cualquier cosa menos moderados... en todo caso, dentro de pocos años como dice el autor, es posible que los edificios seculares de nuestra Europa siguen en pie, incluso que conserven su nombre, pero de la misma manera como Santa Sofía se llama Santa Sofía, está en medio de Estambul, pero hace siglos que no es la catedral, ni Iglesia, ni nada parecido.

Panorama nada halagüeño, pero imposible, o casi, de detener, como muestra la historia: Las civilizaciones, siempre, se han carcomido en procesos suicidas inconscientes, antes de caer en manos de los pueblos emergentes quienes, también siempre, han basado su pujanza invasora, no en la superioridad cultural y ética, sino en la pujanza vital.

Hace tres décadas estaba de moda comentar risueñamente "la decadencia del imperio americano". Se daba por hecho que el monstruo de iniquidad se devoraría a sí mismo. Nos sentíamos superiores, nosotros los europeos, inconscientes de que la URRS tenía planes de invasión de nuestras naciones. Ahora, con los artificios de la UE nos creemos más superiores aún, si cabe. Sin embargo, EE.UU., el inicuo, el "Gran Arrogante", es el depositario de nuestra última esperanza, empezando por la militar.

¿De dónde viene esta suficiencia europea? Precisamente de que en 30 años no hemos tenido que preocuparnos de la seguridad. Duele, pero hay que admitirlo. En esencia – dice el autor–, "los niveles de asistencia sanitaria pública en el continente están subsidiados por el contribuyente americano". No me cansaré de repetirlo: con una presión fiscal que no llega al 28%, EEUU protege al "mundo libre". La UE, con una presión fiscal mayor del 50%, no ha podido defenderse de las amenazas balcánicas. ¿Pero, no es la mera enunciación de esta idea piedra de escándalo para nuestras opulentas y confiadas sociedades?

¿Y España? España está en laavanzadilla: tiene una de las más bajas tasas de reproducción, y está empecinada en acelerar el suicidio con una historia de estatutos. ¿Qué dirán los historiadores futuros, cuando cuenten la caída de España? ¿A quien o quienes asignarán la responsabilidad?

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