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El principio de precaución, ¿culpable de las muertes por 'E.coli'?

Existe un tratamiento de los alimentos que de haberse aplicado hubiera impedido el brote de E.coli. Pero Alemania impidió que se permitiera su uso.

Es sabido desde hace años que irradiar con haces de electrones los alimentos destruye las bacterias como la E. coli, hasta el punto que el proceso se conoce en ocasiones como pasteurización fría, un término no exento de polémica porque a pesar de que sus efectos son similares, la pasteurización y la irradiación son procesos muy distintos. Pese a que hay estudios que muestran que no se ven afectados los niveles de nutrientes esenciales como las vitaminas, la influencia del ecologismo y su pernicioso principio de precaución han logrado que su uso esté muy restringido en Europa.

"Debemos hacer lo que podamos para tener un margen de seguridad más amplio", ha declarado a la agencia AP el doctor Michael Osterholm, un especialista en enfermedades infecciosas en la Universidad de Minnesota que aconseja frecuentemente al Gobierno de EEUU. "La irradiación de alimentos para una serie de vegetales no nos daría simplemente un mayor margen de seguridad, sino un margen enorme", agregó.

En el año 2000 se aprobó una directiva que permitió la comercialización en la Unión Europea de sólo unos pocos alimentos irradiados, en concreto las "hierbas aromáticas secas, especias y condimentos vegetales". Según recuerda Matt Ridley en el Wall Street Journal, la razón fue el veto de Alemania, precisamente Alemania, a que se extendiera a más productos, con la justificación del llamado principio de precaución.

Este argumento ecologista parece muy razonable. Propone que no se implante una nueva tecnología hasta no estar seguros de que no producirá efectos perniciosos para la salud. El problema en la práctica es que nunca se puede estar completamente seguro de que algo no tendrá consecuencias negativas. Además, las viejas tecnologías tampoco son seguras. Esta desigualdad provoca, por ejemplo, que se exija que los organismos genéticamente modificados permitidos estén etiquetados de modo que pueda saberse de dónde proceden, mientras que para los productos de la agricultura orgánica cultivados con estiércol de toda la vida, como eran los brotes de soja infectados, no sea necesario.

Por otro lado, aunque adoptar una nueva tecnología pueda producir problemas, no adoptarla también, como ha quedado demostrado en el caso del brote de E. coli en Alemania. El principio de precaución, aplicado en su lógica estricta, llevaría a la anulación de sí mismo. "El principio de precaución no puede protegernos del riesgo consustancial a toda actividad humana. Tan sólo nos impide asumir unos riesgos y nos impone otros", escribió el presidente del Instituto Juan de Mariana, Gabriel Calzada, en Libertad Digital.

La duda es si el Ejecutivo alemán, después de las decenas de muertes provocadas por la bacteria, cambiará el rumbo. La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ya ha declarado seguro el proceso. No obstante, la obligación de etiquetar los alimentos como "irradiados", pese a que nada tenga que ver este proceso con la energía nuclear, seguramente no haga mucho por su popularidad en una población educada en la histeria nuclear. Aún está por calcular cuántas muertes ha provocado el ecologismo con sus diversas campañas a favor, se supone, de la salud.

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