(Libertad Digital) "No me interesa lo más mínimo", asegura que le dijo el autor de Cien años de soledad, cuando Cebrián se ofreció a presentarle a Aznar. A pesar de lo extenso de la remembranza, Cebrián no recuerda si Aznar estuvo alguna vez interesado en ser presentado por Juan Luis Cebrián a Gabo o a cualquier otra eminencia de las que frecuenta este eminente gerente.
El autor de la novela de culto La Rusa propina a su amigo Gabriel García Márquez tres páginas bien aprovechadas de recuerdos en El País de este domingo, bajo el innovador título de 80 años de soledad, con ocasión del cumpleaños que el autor de El amor en los tiempos del cólera y Premio Nobel de Literatura celebrará este martes.
La ocasión vuelve a dar pie a Juan Luis Cebrián para aliviar su animadversión personal hacia el ex presidente del Gobierno, José María Aznar.
Se recuerda a sí mismo como el introductor o celestino de la química personal que, al parecer, se creó entre García Márquez y Adolfo Suárez.
"El caso es que se cayeron bien y firmamos un pacto expreso de que, en adelante, en cuantas visitas hiciera Gabo a Madrid, nos reuniríamos los tres para conspirar en cualquier restaurante de moda, con la sana intención de que nos vieran", asegura el hijo de Vicente Cebrián, director del Arriba.
El memorioso ejecutivo cuenta que "cumplimos el acuerdo durante años, prácticamente hasta la llegada a La Moncloa de José María Aznar", un acontecimiento con el que no se anda con sutilezas y califica de "desdichada anécdota".
A pesar de la "desdicha" que para Cebrián supuso la elección presidencial de Aznar, el sexagenario académico recuerda que ofreció a Gabo presentarle al "líder derechista", como lo llama. "No me interesa lo más mínimo, me contestó, con lo que no insistí ni pedí más explicaciones".
Un recuerdo denigrante lleva a otro, y así, Cebrián evoca una cena de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes con Bill Clinton en la casa de William Styron:
"Al despedirse, el presidente americano le preguntó si conocía a Aznar y qué opinión tenía de él. I don't like him, respondió".
Cebrián tiene una explicación para el desinterés en Aznar que atribuye a Gabo:
"No sé si pensaba que en aquel caso pesaba más la cara oculta del poder, sus aspectos miserables, que el brillo de su ejercicio. Probablemente, cometió el mismo error que muchos al menospreciar al hombrecillo del bigote, artífice del regreso a la crispación en la vida política española".
El novelista cuyas obras se propagan por el boca-oído más secreto logra escapar de sus pensamientos sobre Aznar con una sorprendente apuesta política por Sarkozy, en quien confía para devolver la "prestancia" a su juicio perdida por la política europea.
"Quizá Sarkozy, cuando gane las elecciones, pueda volver a poner estas cosas en su sitio", hace votos Cebrián.