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Janucá, en Madrid: "Vamos a demostrar que los judíos sabemos divertirnos"

Hace dos mil doscientos años una vela se encendió en el templo de Jerusalén, y sin apenas aceite, permaneció encendida durante ocho días. Centenares de personas han evocado el milagro en el centro mismo de Madrid: la Janucá ha llegado a la capital.

Cientos de luces decoran ya las calles de la capital, preparadas para el desenfreno navideño. Madrid ya está engalanada –con más premura cada año- para las festividades, con un una pirotecnia lumínica difícil de ignorar.

Mientras, el centro de la misma ciudad unos cientos de personas esperan, pertrechados contra el frío, el encendido de una sola vela. Y es que, para más de los 40.000 judíos que viven en nuestro país, este miércoles no inauguraba diciembre: era 25 de Kislev, o lo que es lo mismo: Janucá, la Festividad de las Luces.

Antes de que cayera el sol, unas decenas de personas ya se arremolinaban frente al escenario instalado en la plaza de la Villa de Madrid, en el centro de la capital. "Me gustaba más donde el año pasado, en frente del Palacio Real" nos cuenta una mujer, recordando que este es el tercer año que la comunidad judía celebra en público la fiesta. Esta vez, vuelven a conmemorar la consagración del templo de Jerusalén, hace casi 2.200 años, y el milagro del encendido de la vela necesaria para purificarlo: "Aunque casi no había aceite, se encendió, y aguantó ocho días" dice Susana, que a sus nueve años es toda una entendida en la tradición.

La fiesta de Janucá recuerda este milagro y se celebra con el encendido de velas: una la primera noche, dos la segunda, y así hasta que al final la última jornada arden todas en un candelabro especial de nueve brazos que adopta el nombre de Januquía. El Shamash es la novena vela, que enciende cada una de las restantes cada noche.

El té y los 'sufganiot' - unos deliciosos buñuelos con mermelada, típicos del Janucá- endulzaban la espera, y combatían las bajas temperaturas. Quienes esperaban, no se decían preocupados porque las nubes que encapotaban el cielo madrileño descargasen sobre nuestras cabezas: "Por lo menos no hace viento" decía una aguerrida ancianita, "el año pasado, casi no logramos encender la primera vela, seguro que la lluvia se espera", dice con convicción.

Poco a poco, la plaza se va llenando de curiosos y judíos de todo Madrid. El escenario para la celebración es sobrio: una 'januquía' y un atril, donde, de nuevo este año, el alcalde madrileño, Alberto Ruiz Gallardón, participará en la ceremonia.

Janucá: espiritualidad y fiesta

Cuando despuntan las seis, hacen su aparición las autoridades, y da comienzo el acto. El vicepresidente del CJM, David Hatchwell se dirige al público sonriente: ""¡Janucá Sameaj!" (Feliz Januca) que recibe con aplausos el inicio de la ceremonia. Hatchwell recuerda que este acto religioso público "que hoy parece una obviedad, no lo es" porque "encender una vela de Janucá en público o de cara el exterior, como indica el ritual, no fue posible en España durante cinco largos siglos", recordó. Pero el sentimiento es optimista, y recordó, a renglón seguido que "hoy Madrid es una capital mundial donde la diferencia de creencias, orígenes y puntos de vista es valorada".

Por ello, conminó a su comunidad a seguir "dejándose conocer" para "combatir los estereotipos fincados profundamente en la memoria colectiva de 500 años de intolerancia".

Pero hoy es un día de fiesta y no de rencores, y la ceremonia se torna festiva cuando hace su aparición en el escenario la bailarina israelí Maayan Erez Ankaua, que danza al son de la música tradicional. Un bonito espectáculo, en el que la luz –a través de las velas- es un elemento permanente: la intérprete danza bajo el frío Madrid con una brillante –y nada abrigada- indumentaria, dando inicio al ritual.

Antes de ello, tomó la palabra Alberto Ruiz Gallardón: "Madrid no existe sino se entiende a través de la presencia de la comunidad judía" decía, bajo el estrepitoso sonido de los flashes "aunque también España, y su capital, han sido injustos con una parte de sí misma". Sin ataviarse este año con el kipá, el primer edil madrileño aseguraba que con la celebración pública del Janucá: "Madrid se reconoce a sí misma misma y corrige la injusticia de haber segregado a una parte de su identidad. Que Janucá sirva para iluminarnos a todos y para aportarnos la esperanza de que los milagros pueden ocurrir. No hay nada imposible para una comunidad que cree en sí misma. Feliz Janucá". Los asistentes aplaudieron sus palabras.

Luego, la venezolana Melissa Bernald Langer ha cantado 'Yerushalaim Sep Zahav', un canto a la tierra de Israel, y Johana Benarroch y Agustina Gansiewicz han leído un mensaje en nombre de los jóvenes judíos de Madrid, pidiendo que "la luz nazca de la oscuridad y la esperanza y la libertad de la opresión, para hacer un mundo más justo y solidario".

Los cantos litúrgicos que entonaba el rabino de la Comunidad Judía de Madrid, el 'Maoz Tzur' dio paso al verdadero ritual. Una niña ha sido la encargada de encender la primera vela de Janucá, el 'shamash', que ha llegado a la plaza en manos de Yael Amran y a través de un pasillo formado por adolescentes judíos. Esta vez, el viento no hizo de las suyas, y permitió completar el gesto sin más obstáculo que el entumecimiento de la intemperie. Un momento profundamente espiritual ante el que judíos y curiosos guardaron un respetuoso silencio.

Ambiente festivo: bailes, colorido y celebración

Y entonces estalló la fiesta. La sobriedad dejó pasó al colorido y al ambiente festivo, que adornó una pareja de bailarines al son 'Hime Ma tov Umanaim', interpretado por el grupo musical Raksedonia.

Entre público anónimo que contemplaba el espectáculo estaba también las representaciones de diversos países. Con un sufganiot en una mano, y té en la otra asistieron los embajadores en España de Estados Unidos, Alan D. Solomont; de Francia, Bruno Delaye; de Israel, Raphael Schutz; y el Director de Casa Sefarad-Israel, Diego de Ojeda.

Mientras las autoridades departían, el resto de asistentes huían de encorsetadas charlas, rindiéndose al entusiasmo festivo de las canciones hebreas. "Vamos a demostrarle a Madrid que también sabemos bailar y divertirnos" decía el cantante de Raskedonia, en una eficiente llamada a la fiesta. Dicho y hecho. El centro de la plaza madrileña se ha convertido rápidamente en un círculo humano, en una danza de contagio instantáneo.

Con los brazos el alto, el ritmo ha dominado por unas horas el centro de la capital, bajo unas respetuosas nubes que han permitido celebrar la primera noche de Janucá del año 5771. ¡Janucá Sameaj!

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