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'Crónica negra' con Alfonso Egea: el sistema falló a Luccas, un juez sabía que el padrastro lo maltrataba y nadie vigiló

Según Alfonso Egea, fallaron por completo los mecanismos de vigilancia y las instituciones que debían proteger a Luccas.

El abuelo materno de Lucca, el niño de 4 años asesinado en Almería, llora junto a familiares y vecinos tras el minuto de silencio guardado en ante el Ayuntamiento de Garrucha. | EFE

El asesinato del pequeño Luccas – de apenas cuatro años– en Garrucha (Almería) ha vuelto a poner en evidencia a todo el entramado institucional encargado de proteger a los menores en situación de vulnerabilidad. Lo ocurrido con el niño, víctima de una cadena de negligencias, omisiones y decisiones judiciales sin seguimiento, ha desatado un profundo debate sobre la responsabilidad de cada uno de los actores que pudieron evitar una muerte cruel y evitable.

Según la investigación, el padrastro del pequeño, Juan David, llevaba tiempo sometiendo al niño a un clima constante de violencia física y psicológica. Su madre, Bárbara, drogodependiente y conocedora de los malos tratos —hasta el punto de haber denunciado previamente a su pareja—, convivía de nuevo con él pese a que pesaba sobre el hombre una orden de alejamiento que prohibía acercarse a ambos.

El periodista de investigación Alfonso Egea, que ha tenido acceso directo al auto de prisiones de la madre y del padrastro del niño, reconstruye un escenario aún más devastador. "Ha fallado todo, pero no va a haber ningún tipo de responsabilidad directa, aunque sí que hay responsables directos de la situación a la que le ha llegado el pequeño Luccas", explica en el programa En casa de Herrero, de esRadio.

Egea subraya que su relato se basa en documentos esenciales del sumario: "Hablamos con conocimiento de causa y con el auto de prisiones nos acercamos a la realidad que conoce la jueza y que le cuentan los investigadores".

Un conocimiento previo que nadie vigiló

Una de las primeras revelaciones de Egea desmonta la idea de que nadie sabía que Luccas vivía bajo el maltrato habitual de Juan David: "La realidad es mucho más terrible… porque lo sabía otro juez". Bárbara había acudido previamente a los tribunales para denunciar a su pareja por maltratos continuados hacia ella y hacia el niño.

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"Ella estaba en el tribunal cuando otro juez dijo: hay una orden de alejamiento que empieza a ser vigente hoy porque este hombre golpea, maltrata y veja de manera habitual al niño y a la madre. Bárbara no puede contar nunca que ella se iba a trabajar y no sabía lo que pasaba en casa. Lo sabía porque se lo contó otro juez", recalca el periodista.

El punto central para el periodista es la ausencia total de mecanismos de vigilancia que garantizaran el cumplimiento de esa orden. "Tú como juez condenas a este pájaro… ¿y quién se ocupa de que esa medida sea efectiva? Nadie. El papel lo aguanta todo", lamenta.

Egea pone el ejemplo más gráfico: "Si no pones los medios para que esa sentencia se cumpla, lo que tienes es un vídeo en el que un tipo con una orden de alejamiento vigente está pegando a un niño de cuatro años. Y lo graba un vecino".

La madre: vulnerabilidad, negligencia y responsabilidad penal

Ante la pregunta sobre si la madre incumplió voluntariamente la orden de alejamiento, Egea advierte contra una lectura simplista: "¿De verdad que hemos dejado en manos de una toxicómana de 21 años embarazada de 5 meses que sea ella la que se ocupe de que se respete la orden de alejamiento?".

En este sentido, el periodista denuncia que el sistema descargó sobre una madre extremadamente vulnerable la obligación de vigilar y denunciar al agresor, pese a su historial de consumo y dependencia emocional.

Aun así, la actuación de Bárbara es considerada por la instructora como decisiva para el crimen. Egea lo expone con claridad al detallar las últimas horas de vida del niño. "Ella se va a las once de la mañana. En un momento dado, evidentemente desde las once hasta las tres y media, es cuando Luccas es sometido a todo tipo de castigos y vejaciones".

Aunque no hay constancia de que la madre participara directamente en el maltrato, sí quedó acreditado que lo conocía y permitió que ocurriera: "Cumpliendo cualquiera de esas tres premisas te conviertes en coautora directa, eres tan responsable como el asesino del niño".

Profesores, vecinos, familiares: nadie activó la alarma

Egea insiste en un punto doloroso: hubo múltiples señales que nadie transformó en una denuncia efectiva. "¿Qué pasa con las profesoras?", se pregunta, recordando que Luccas llegó al colegio con lesiones visibles sin que se activaran protocolos. Tampoco el vecino que grabó la agresión dio el paso de entregar esa prueba a la policía: "¿De verdad que hay un tío que graba y no pasa nada? ¿Ese vídeo dónde acaba? ¿En un medio? ¿Por qué no acaba en una comisaría?".

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Incluso la tía del menor, que sí expresó sus sospechas a la Guardia Civil, se quedó a medio camino. No denunció formalmente, y el agente que recibió la queja se limitó a proceder según lo estrictamente reglamentario. "En puridad de términos tiene razón, pero —como señala Egea— una queja tan grave implica mínimo una comprobación somera".

La conclusión del periodista es contundente: "Es que no podía tener más enemigos, Luccas. Es que no ha tenido un solo aliado… Ni siquiera los demás ocupantes de la vivienda movieron un dedo por el niño".

El crimen y el postcrimen: una crueldad extrema

El relato de lo sucedido las horas críticas es estremecedor. El pequeño murió por una hemorragia interna causada por los golpes. A partir de ahí, la pareja organizó una macabra maniobra para simular un fallecimiento accidental.

"Estos tipos deciden coger el cadáver del niño y deambular varios kilómetros para depositarlo en el lugar en el que fue abandonado", explica Egea, señalando que fue Bárbara quien mandó mensajes tratando de sostener esa versión falsa.

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El padrastro, Juan David, se enfrenta previsiblemente a prisión permanente revisable. "Hay pruebas indubitadas y durísimas", subraya Egea. Y recuerda que ni siquiera en agresiones anteriores la madre llevó al pequeño a urgencias.

Un caso que exige revisar el sistema

Egea reconoce que hay detalles del sumario que no pueden ser hechos públicos todavía, pero que se conocerán durante el juicio: "Hay datos que no podríamos ni verbalizar… El juicio deberá explicar todo lo que hoy estamos callando".

Para él, el caso Luccas representa de forma dramática todas las grietas del sistema de protección. Y su conclusión es inequívoca:
"Te aseguro que es de los tipos que más convencido me hace estar de que hace falta una cadena perpetua real para este tipo de monstruos".

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