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Antonio Robles

Sólo nos queda acatar la sentencia

Acataré la sentencia del Tribunal Constitucional porque ese es mi deber. Como el del resto de ciudadanos españoles. Cualquier otra cosa nada tiene que ver con la democracia.

Considero que hay múltiples artículos del actual Estatuto de Cataluña que desbordan la Constitución. Creo que de no ser rectificados por el Tribunal Constitucional, España se habrá convertido en un Estado asimétrico. Estoy convencido de que ese no será el último paso de los nacionalistas catalanes para conseguir el empalagoso, por instrumental, encaje de Cataluña en España. Al contrario, barrunto que será un paso más hacia una confederación donde la bilateralidad con el Estado central será la palanca para beneficiarse de su relación con España sin soportar los costes que todo Estado independiente ha de asumir como tributo de su soberanía.

Fuere lo que fuere en el futuro, si el Tribunal Constitucional no toma conciencia de su responsabilidad ante la historia, ese deslizamiento hacia la confederación y el bilateralismo, institucionalizará la desigualdad jurídica, económica y cultural entre los ciudadanos catalanes y el resto de españoles y entre determinados ciudadanos nacionalistas catalanes y los que no lo son. Llegados a este punto, sólo tenemos tres caminos: no aceptar la sentencia, aceptarla y una tercera, aceptarla para promover inmediatamente la reforma constitucional para restaurar la igualdad entre todos los españoles.

La primera opción ya la ha elegido ERC. En palabras de Joan Ridao, secretario general de la formación independentista, "no acatará" la sentencia si supone "un recorte" del texto. Bien, no se esperaba menos de un partido que confunde su ideología con la democracia; o lo que es lo mismo: sólo es demócrata lo que yo pienso. Sería ocioso explicarles que la democracia no es un contenido ideológico, sino un sistema de normas para convivir bajo reglas. El problema será saber qué quieren decir cuando dicen que no acatarán la sentencia. Con intenciones distintas pero con mucha más retórica electoral han sido las declaraciones del presidente de la Generalitat, el socialista José Montilla: "Donde algunos ven un texto jurídico, Cataluña ve su voluntad mayoritaria". Y a continuación amenaza con el chantaje de turno avisando de "la inviabilidad del proyecto español" en el caso de que Cataluña no sienta reconocida su "realidad nacional". El Honorable aún no se ha enterado que el aspecto político del Estatuto ya se ha sustanciado en el poder legislativo (Parlamento catalán y Congreso de los Diputados), pero es su aspecto jurídico lo que juzga el Tribunal Constitucional. Para eso está, para garantizar que cualquier ley aprobada en España encaje en la Ley de leyes, o sea, con la Constitución.

La segunda opción es la única que nos queda a cualquier demócrata: acatar la sentencia. Sin más. Independientemente de nuestros sentimientos, ideologías, proyectos futuros, frustraciones o sentido de la justicia. Acatarla. Tiempo habrá de buscar salidas a la mayor o menor satisfacción que nos deje a cada uno. Acatarla. Todo lo que no sea acatarla es comportarse como un golpista institucional que el Estado no debe ni puede aceptar. Aquí no vale el diálogo de civilizaciones ni dudas metafísicas sobre si España es o no una nación. La literatura y las zarandajas del cuento del lobo y la caperucita roja no caben en los textos jurídicos.

La tercera opción no es relevante, sólo una opción entre otras muchas. A saber, acatar la sentencia y asumir sus consecuencias, acatar la sentencia y buscar una mayoría parlamentaria para reformar la Constitución en sentido contraria al Estatuto bilateralista, aceptarla y pactar una mayoría parlamentaria para reformarla con el objetivo de profundizar aún más en la bilateralidad y la confederación de pueblos ibéricos, acatarla y pedir su reforma para introducir el derecho de las autonomías a realizar referéndums etc.

Yo acataré la Constitución, no porque sea más demócrata que ERC, ni porque sea un ciudadano respetuoso con las normas democráticas. No. Acataré la sentencia del Tribunal Constitucional porque ese es mi deber. Como el del resto de ciudadanos españoles. Cualquier otra cosa nada tiene que ver con la democracia. Siempre quedará el derecho individual a la objeción de conciencia. El Sr. Montilla o el Sr. Rigao pueden hacerlo, como lo puedo hacer yo, pero antes habrán de dejar sus cargos institucionales. Y asumir las consecuencias de la ley.

P.D: Cacarear cuando los votos o los Tribunales coinciden con nuestros postulados no tiene mérito. Creo que sólo cuando la acción democrática no nos da la razón, podemos demostrar nuestro respeto por ella. Refugiarse entonces en identidades, razones religiosas, ideologías autosuficientes o cualquier otro mecanismo de defensa sólo sirve para demostrar la insuficiencia de nuestra cultura democrática.

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