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'Mágico' González, la estrella que no fue

"Las ganas de marcha no me las quita ni mi madre. Soy un irresponsable y puede que desaproveche la oportunidad de mi vida", declaró el futbolista.

"Después de ver los enganches que les pegaba a los españoles, realmente era único. Si uno quería imitar al Mágico, no podía. Nosotros queríamos... decíamos: ¿viste el gol que hizo el Mágico?; si queríamos tirar el enganche, nos desgarrábamos todos". Quien así habla del salvadoreño es nada más y nada menos que Diego Armando Maradona.

Y es que Mágico González pudo haber sido uno de los futbolistas más grandes de la historia. Con una calidad extraordinaria, era capaz de combinar la técnica individual latinoamericana y el concepto del fútbol europeo como pocos. Sin embargo, no llegó a despuntar como merecía, y sólo el Cádiz pudo disfrutar de algunas de sus tardes de gloria. Su carácter le impidió dar el salto a un equipo de mayor envergadura. Su indisciplina superó incluso a su enorme talento. Él mismo fue el mayor culpable de sus limitaciones.

Despuntando en un lugar atípico

Esta semana conocíamos la noticia de que el magnífico exfutbolista iba a regresar a la selección de El Salvador. Era una sorpresa por su trayectoria, pero no por su relación con la selecta –como se conoce al combinado salvadoreño-. Nacido un 13 de marzo de 1958, fue durante la fase de clasificación para el Mundial del 82 cuando se convirtió en ídolo en su país.

Una jugada antológica ante la imbatible México lo catapultó a lo más alto de El Salvador. El Mago agarró el balón en el medio campo y, tras sortear a todos los rivales que le salieron al paso, disparó con tanta potencia que el portero no pudo atajar el esférico, rechazo que aprovechó Ever Hernández para dar el gol definitivo para su selección, que conseguía de ese modo la segunda clasificación para un Mundial en toda su historia.

En el Mundial de España, la selecta pasó con más pena que gloria, perdiendo los tres encuentros, encajando 13 goles y anotando sólo uno. Pero eso no fue ningún problema para que González, que dejó grandes destellos de su calidad, fuera incluido en el mejor once del campeonato.

Fue entonces cuando su nombre se hizo internacional. Equipos de todos los confines, como el Pumas de México, el Atlético de Madrid o el Paris Saint Germain trataron en vano de lograr su fichaje. Especialmente sangrante fue el caso de la escuadra francesa que, tras alcanzar un acuerdo con el salvadoreño, presenció cómo éste no se presentaba a la cita el día de la firma. Desistieron en su fichaje. Lo consideraron un caso perdido.

Desembarco en Espana

Contra todo pronóstico, un equipo de la Segunda División española, el Cádiz, fue quien se llevo el gato al agua. Pero el fichaje no sorprende tanto si se tiene en cuenta que se cumplían los principales objetivos del Mago: un equipo en el que no tuviera ninguna presión, que le diera total libertad para sus correrías nocturnas y que, además, le pagara lo suficiente como para permitirse su bohemio estilo de vida.

Y así fue exactamente. En tierras gaditanas se le permitió de todo, siempre y cuando luego saliera al campo a cumplir. Todos hablaban de su carácter extraño, de sus juergas nocturnas, que llevaron al club a presentarle a los antiguos compañeros en El Salvador para convencerle de que no era el camino adecuado, o de su holgazanería, hasta el punto de tener que contratar un empleado que se dedicara a acudir a despertarle los días en los que había entrenamiento.

Pero claro, luego Mágico respondía a todos en el campo, con su juego, con sus goles. ¿Cómo le iban a decir algo? Y si había alguna semana que era castigado sin jugar por sus excesos, el Carranza abatía a pitos a su entrenador. Estaba claro, hiciera lo que hiciera fuera, Jorge González tenia que jugar. Porque era él y nadie más el que tenía magia. Y era entonces cuando levantaba al público de sus asientos y hacía flamear los pañuelos blancos. Allá por donde fuera.

Especialmente se recuerda uno de esos torneos de verano, el Ramón de Carranza, el de casa, en 1984. El Cádiz se enfrentaba al Barcelona y Mágico, una vez más, comenzó el encuentro desde el banquillo. Saltó al terreno de juego en el descanso, con el marcador de 0-3, y tras una segunda parte de ensueño se encargó él solito de dar la vuelta al marcador, con dos tantos y dos asistencias. El partido terminó 4-3.

También para la posteridad quedó un emocionante encuentro frente al Atlético de Madrid. Estaba a punto de iniciarse la segunda mitad cuando el entrenador del Cádiz se dio cuenta de que su equipo contaba con solo diez jugadores; al regresar al vestuario, encontró al Mágico dormido en una camilla del vestuario.

"Reconozco que no soy un santo, que me gusta la noche y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no sería yo. Sólo juego por divertirme", aseguraba el futbolista. Y sus exhibiciones en el campo le daban la razón.

Era su mejor momento en España. Un periodista deportivo de aquel entonces, maravillado por la clase del salvadoreño, redactaba en su periódico "Me instalo frente al televisor cada domingo por la noche, y si el Cádiz ha ganado, me congratulo pensando... ¿a ver qué genialidad nos depara esta vez el Mágico? [...] Lo curioso es que desborda a los defensas por condición física, velocidad y cambio de ritmo. Anda que si llega a cuidarse y a tomarse el fútbol en serio..."

Fichaje frustrado por el Barcelona

En el verano de 1984 el Barcelona, que contaba en sus filas con Maradona, invitó al Mágico a una gira del club por Estados Unidos, con la intención de ficharle. Su calidad convencía de sobra, como declarara el entonces entrenador del equipo Terry Venables. Pero había dudas sobre si en un club de tan alto nivel se iba a permitir su carácter y su poco sacrificio, demostrados con creces.

Fue un incidente ajeno a los terrenos de juego el que terminó de decantar la balanza. Uno de los días de concentración, el hotel donde se hospedaban sufrió un incendio que hizo saltar la alarma. Todos abandonaron sus habitaciones, pero al salir se dieron cuenta de que faltaba uno. Al regresar, encontraron al Mágico en su habitación con una prostituta. A los pocos días, el salvadoreño estaba de nuevo en Cádiz, en la Segunda División.

A mitad de la temporada, tras desavenencias con su entrenador por sus juergas, se marchó al Real Valladolid, en Primera. Pero ahí trataron de atarlo en corto, de controlar más sus salidas; y su juego decayó drásticamente. Apenas medio año aguantó en Pucela. A lo que siguió un año de vagar sin rumbo por diversos equipos americanos.

De ese modo, en el verano de 1986 decidió regresar al Cádiz, su equipo, de nuevo en Primera. Permaneció hasta 1991, periodo en el que anotó 28 goles en 119 partidos, alguno de ellos escogidos entre los mejores de la historia del fútbol español, amén de muchas más asistencias. Ese año, tras una complicada salida del Cádiz, regresó a su país, al Club Deportivo Fas, donde militó hasta el 2000, cuando decidió abandonar el equipo y la selección salvadoreña y colgar las botas.

Desde su despedida de los terrenos de juegos, Mágico González, que estuvo un tiempo trabajando de taxista en Estados Unidos, ha recibido diversos homenajes, tanto en Cádiz como en su país, y en 2003 la Asamblea Legislativa de El Salvador lo nombró Hijo meritísimo. Incluso, su vida fue llevada al teatro con la obra San Mago, patrón del estadio, de Geovani Galeas.

David Vidal, uno de los técnicos con los que mejor congenió el Mágico, no paraba de deshacerse en elogios con su pupilo. "Nunca he visto un jugador con la calidad técnica que tenía Jorge, tanto con la cabeza como con el pie. Ponía el balón donde quería. Lo trataba con una dulzura exquisita, lo acariciaba como nadie. Era un auténtico enamorado del balón". El mítico entrenador español llegó a afirmar que "técnicamente era mejor que Maradona". Sin embargo, no está considerado ni entre los diez mejores de la historia. Él no quiso que así fuera.

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