Italia se va con la cabeza alta
"Italia, no llores" es la portada de Tuttosport. Es el mensaje que debe calar en el país. Porque la Eurocopa que ha disputado es para estar orgulloso.
Antes de arrancar la Eurocopa, nadie daba un duro por la selección italiana. Nadie, excepto los italianos. Ellos eran conscientes de que con el trabajo de siempre y la dosis de calidad que había aunado Cesare Prandelli, se podía lograr algo importante. Quizá no el título, pero sí mejorar la lamentable imagen del Mundial de Sudáfrica, en el que se marchó por la puerta de atrás, con cero victorias.
Todo fueron quebraderos de cabeza en la preparación de la gran cita. A la lesión de Giuseppe Rossi, llamado a ser hombre clave, se unió el escándalo de las apuestas que terminó con Criscito, convocado para la Eurocopa, detenido y con muchas sombras sobre varios jugadores de la azzurra, entre ellos Buffon. Incluso, Monti, Primer Ministro italiano, llegó a solicitar que se parara el fútbol durante un tiempo, y el seleccionador declaró que si era una solución no acudir a Polonia, no acudirían.
Al final, todo se fue calmando, igual que el estado de salud de Cassano, que en noviembre sufría un ictus isquémico y llegaba a la competición sin haber jugado ni nun minuto, pero dispuesto a darlo todo por su selección. Prandelli consiguió alejar a sus pupilos de todo el ruido externo y convencerles de que sólo debían dedicarse a jugar.
Y de qué manera lo han hecho. Nadie duda de que después de España ha sido la mejor selección de la Eurocopa. Brillaron en el encuentro inaugural ante nuestra selección; se tropezaron ante Croacia en un partido en el que fueron muy superiores, y se impusieron a Irlanda en el tercer partido. En cuartos, dejaron fuera a Inglaterra en los penaltis después de merecer claramente la victoria en los 120 minutos previos. Y en semifinales llevaron a cabo su mejor fútbol, un partido que ha quedado para la historia del calcio, ante Alemania, la otra gran favorita al título.
Pirlo ha dejado claro que es uno de los talentos más grandes de la historia del fútbol; Balotelli, que detrás de sus pasajes de locura transitoria hay un gran delantero; Cassano, que a pesar de sus problemas de salud no pierde un ápice de la magia que le convirtió en Fantantonio. Italia, el país entero, ha vuelto a recuperar la sonrisa con el fútbol; ha vuelto a ilusionarse dos años después de uno de los mayores fracasos de su historia. Y además, divirtiéndose, algo que desde que comenzaron a jugar pocas veces habrán podido decir. Mérito de Prandelli, un magnífico entrenador que ha asegurado que va a continuar al menos hasta el Mundial.
Por todo ello, la selección italiana se marcha, debe marcharse, con la cabeza alta de la competición. Un 4-0 en la final es un palo. Cierto. Muy duro además. Pero ese es el poso que queda hoy. Con el paso de los días se madurará la idea de que se ha llevado a cabo una magnífica Eurocopa, y de que sólo se ha sucumbido ante el mejor equipo de todos los tiempos.
"Podemos estar orgullosos. Hemos vuelto a hacer soñar a todo el país", declaraba Prandelli poco después del partido. Y así es. Italia debe seguir soñando. No debe, no puede, estancarse en el 4-0 de la final. Brasil es el próximo objetivo. La Copa del Mundo espera, y hay mimbres para afrontarla con optimismo. En esta Eurocopa ha quedado claro.
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