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El fantasma de Argentina sobrevuela Atenas

Las dudas sobre la solvencia de Grecia disparan la desconfianza del mercado. Algunos analistas ya apuntan a la intervención del FMI e, incluso, la salida del euro. El banco central alemán rechaza el plan de rescate de Bruselas. Grecia recuerda a Argentina. ¿Intervención, quiebra, corralito?

Grecia comienza a oler a Argentina (default). El mercado apuesta al alza por la suspensión de pagos y la intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI). No confían en que Atenas cumpla con el plan de ajuste fiscal diseñado a medida por Bruselas. Dichas dudas se han materializado en los últimos días en un aumento sustancial del riesgo país, que alcanza niveles récord, y en un fuerte encarecimiento de las emisiones de deuda helenas a corto (6 meses) y largo plazo (10 años).

La creciente fuga de depósitos que sufre su sistema financiero (próximo al 5% del total en los últimos dos meses) recuerda, y mucho, a la dramática situación que experimentó la economía argentina poco antes de declararse oficialmente en quiebra y decretar el corralito financiero que sufrieron los ciudadanos.

De hecho, la posición financiera de Grecia es peor que la registrada en Argentina por entonces, tal y como señalan Peter Boone y Simon Johnson, analistas del Financial Times, e investigadores de la London School of Economics y el MIT Sloan School, respectivamente.

El paralelismo entre Grecia y la “catastrófica década de Argentina 1991-2001” es “desconcertante”. De hecho, la principal diferencia estriba en que “Grecia está mucho más endeudada, es mucho menos competitiva y necesita un ajuste fiscal y salarial proporcionalmente superior” al que entonces precisaba Argentina, indican.

Así, a finales de 2001 -cuando se decretó el corralito financiero-, el nivel de deuda pública argentino era del 62% del PIB, mientras que el griego se aproxima al 115% del PIB a finales de 2009; su déficit público era del 6,4% del PIB frente al 12,9% del heleno; además, ambos países contaban con un tipo fijo de cambio (dólar estadounidense en el caso argentino y euro en el griego), lo cual imposibilitaba la devaluación interna, dificultando así las duras e impopulares medidas económicas precisas para reestructurar la economía; por último, mientras que el déficit exterior (balanza por cuenta corriente) de Argentina apenas se situaba en el 1,7% del PIB, el griego alcanzó el 11,2% en 2009.

¿Conclusión? Grecia está peor que la Argentina de entonces. El segundo punto analizado es, si cabe, aún más preocupante. El descuadre fiscal obliga a una ajuste tan drástico que, de hecho, carece de precedentes a nivel histórico. Pese al programa de austeridad programado por Bruselas, la deuda pública griega ascenderá al 150% del PIB en 2012, según las previsiones del propio FMI.

De hecho, los analistas coinciden en que tan sólo el pago de intereses obligaría a Atenas a contar con un superávit primario (neto) del 6% ó 7% del PIB, con lo que tendría que realizar un ajuste fiscal de 13 ó 14 puntos básicos a nivel presupuestario. Un ajuste fiscal nunca visto. Ante este panorama, no es de extrañar que los mercados desconfíen del plan de austeridad griego.

¿Qué salida queda entonces? Todo apunta a que Grecia precisará finalmente ayuda financiera exterior, ya sea por parte del FMI o de los países socios de la zona euro. ¿Problema? Alemania, liderada por Angela Merkel, rechaza el rescate. El plan acordado en Bruselas es una cortina de humo, tal y como avanzó LD. De hecho, un informe interno del Bundesbank (banco central de Alemania) critica duramente el citado plan. “El acuerdo de los jefes de Estado europeos de ayuda a Grecia se realizó sin hacer ninguna consulta a los bancos centrales europeos, y contienen riesgos a la estabilidad europea que no deben ser subestimados”.

Es más. El Bundesbank sugiere que dicho plan es inconstitucional. El organismo monetario, que diseñó el Pacto de Estabilidad, se opone a que Alemania transfiera ni un solo euro a Atenas. Además, critica la intervención del FMI ya que, según el documento, esta entidad será menos estricta con Grecia que el Eurogrupo.

Así es. Alemania ha recalcado que si ofrece ayuda será, en principio, al tipo de interés que marque el mercado (7% en la actualidad), mientras que los créditos del FMI son de media mucho más baratos (entre 3,5% y el 4%). Por otro lado, el Bundesbank recuerda que el FMI ha rebajado su estricta disciplina fiscal y económica (las condiciones que suele exigir a cambio de ayuda) desde que está presidido por el francés Dominique Strauss-Kahn (finales de 2007).

Es decir, será menos duro con Grecia que Alemania y, pese a ello, el Gobierno de Atenas acaba de rechazar las condiciones que exigiría el FMI en caso de intervención, pidiendo al mismo tiempo renegociar el rescate europeo. De este modo, el Bundesbank se opone al rescate europeo y a la intervención del Fondo. ¿Qué queda?

Según Peter Boone y Simon Johnson, si Alemania sigue sin dar su brazo a torcer se abren tres posibles escenarios, bajo la tutela del FMI:

1. Un recorte fiscal próximo o superior al 10% en un año, muy superior al previsto actualmente. Un ajuste de estas características no sólo no se ha registrado nunca sino que, en caso de producirse, provocaría una recesión mucho más intensa con el consiguiente aumento de la ya de por sí elevada tensión social y política que sufre el país heleno. Por ello, según ambos analistas, esta opción es altamente improbable.

2. Suspensión de pagos y permanencia en el euro: Atenas suspende pagos y pospone sus compromisos financieros de principal e intereses. Dicha opción secaría de inmediato la escasa liquidez de su sistema financiero. El Banco Centra Europeo (BCE) tendría que poner en marcha medidas adicionales de apoyo para evitar la quiebra bancaria del país, con la correspondiente pérdida de depósitos por parte de particulares y empresas.

 “Grecia sufriría un colapso generalizado a nivel financiero y económico, y el PIB se reduciría sustancialmente”. Atenas tendría que renegociar con sus acreedores e, incluso, podría aplicar una quita próxima al 65% de su valor nominal (como la aplicada por Argentina) para reducir drásticamente su nivel de deuda hasta el 50% ó 60% del PIB. Pese a ello, Grecia tendría que recortar el gasto presupuestario de un modo “drástico” para reducir el déficit, algo que no es del gusto de ningún Gobierno, con lo que “no todos sus problemas estrían resueltos pese al descenso draconiano de su deuda”, añaden.

3. Default y salida del euro (el conocido Plan C que se debate desde hace meses): si suspende pagos, a la vista de la crisis financiera y económica que ello causaría, existirían razones de peso para abandonar, al menos temporalmente, el euro para proceder a una fuerte devaluación con el fin de incrementar su competitividad exterior. La inflación se encargaría de reducir el peso de la deuda y el déficit público lo que, a su vez, les permitiría alcanzar superávit presupuestario en menos tiempo, según estos analistas.

Argentina hizo algo similar. El problema es que, tras aceptar diversos planes de ajuste del FMI y el temor a la quiebra, los argentinos optaron por retirar sus depósitos (un proceso que ya se empieza a vislumbrar en Grecia), algo insostenible para cualquier sistema financiero (los bancos operan con una reserva fraccionaria próxima al 2% de los depósitos).

Ante tal situación, el Gobierno argentino optó por decretar el corralito y, posteriormente, se declaró en quiebra y desligó su peso del dólar, procediendo a su devaluación (antes del corralito su valor nominal era en dólares estadounidenses).

También reconvirtió su deuda pública a la nueva moneda, y negoció una fuerte reducción de su deuda externa. El colapso económico argentino terminó aproximadamente seis meses después de declararse en suspensión de pagos. “Si bien es doloroso, la economía comenzó a recuperarse rápidamente. Nueve meses después del incumplimiento y la devaluación, el PIB comenzó a crecer rápidamente. Ésta es una tendencia que continúa hasta hoy. La misma lección (recuperación) se puede sacar de las devaluaciones y defaults observados en Rusia en 1999 y en la crisis asiática” de los 90, advierten. La diferencia, sin embargo, es que en estos últimos casos contaban con moneda propia, con lo que siguieron pagando (el de Argentina es un caso distinto) sin decretar corralito.

El problema es que, desde entonces, Argentina tiene vetado su acceso al mercado internacional, ya que “en este escenario gana las elecciones Néstor Kirchner que se da cuenta de que no contaba con los recursos suficientes para pagar la deuda, por lo cual decidió, en 2005, hacer una quita, un recorte de la deuda, del 65%", tal y como destaca Rafael Pampillón, profesor del Instituto de Empresa (IE).

"El impago más alto de la historia reciente. Fue una imposición, no una negociación. Obligó a los acreedores a una reestructuración leonina, en vez de acudir a los cauces tradicionales como el Club de París o el Club de Londres para reprogramar las deudas a menores tipos de interés o con vencimientos superiores. Sin embargo, la decisión unilateral de Kirchner de recortar el 65% del valor nominal de la deuda vulneró estos procesos de negociación y de devolución de la deuda de forma ordenada”.

La negativa de Alemania al rescate griego y la gran incertidumbre que rodea a la intervención del FMI arroja un panorama “horrible que recuerda a esos primeros días cuando Argentina se deslizó hacia un colapso cruel”, concluyen Boone y Johnson.

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