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Los analistas culpan a Obama de prolongar la crisis en EEUU

Crecen las dudas sobre la solidez de la recuperación económica de Estados Unidos entre los analistas. Pese a que los más optimistas hace tiempo que vienen hablando de recuperación, lo cierto es que los datos más recientes apuntan a estancamiento.

Los analistas ven ya el comienzo de la temida crisis en forma de W -en la que, tras un aparente crecimiento, le seguiría una contracción que volvería a sumir a la economía estadounidense en la recesión-, como ya pronosticara Nouriel Roubini el pasado año.

¿Le resulta sorprendente? Quizá no lo sea tanto. En los últimos dos años, el sector privado no tenía más remedio que ajustarse, y lo ha hecho a un ritmo vertiginoso. Este ajuste se traduce especialmente en una brutal caída del endeudamiento privado (desapalancamiento), pero también en una reducción en el consumo y en la inversión. Sólo de esta manera podían corregirse los graves desequilibrios y excesos en los que se había incurrido en la fase expansiva de burbuja inmobiliaria e hipertrofia de ciertos sectores económicos.

Sin embargo, mientras el sector privado se ha ajustado, el sector público ha tratado de ocupar su lugar mediante los estímulos de gasto público de Obama, con la inestimable ayuda de la Reserva Federal y su política monetaria ultra expansiva. Así se ha evitado una contracción mayor de la actividad de la que habría tenido lugar sin el sostén público.

Pero lo que se ha conseguido, entre otras cosas, ha sido elevar la deuda y el déficit público a niveles estratosféricos. De ahí que analistas que defendieron el gasto público en la primera fase de la crisis, como Roubini, alerten de que la deuda pública puede ser el próximo gran problema de los países desarrollados, en caso de que continúen las políticas de estímulo.

Por tanto, es aceptado por muchos, entre los que también figura el Secretario del Tesoro, Timothy Geithner, en alguna de sus declaraciones, que el sostenimiento de la economía vía gasto público es insostenible, y más pronto que tarde debe reducirse y llevar a cabo una consolidación fiscal creíble.

De todo esto se puede concluir que el ligero crecimiento y recuperación que mostró la economía norteamericana no era mucho más que una ilusión, algo insostenible. Y ahora, en esas estamos, viendo cómo la solución intervencionista de Bush y Obama, más que solucionar la crisis lo que ha hecho ha sido posponer parcialmente algunas de sus manifestaciones (mayor contracción y desempleo). No en vano, los analistas de Goldman Sachs prevén que la tasa de desempleo volverá a escalar al 10%.

Pero más allá de los estímulos fiscales y la estrategia de salida está la cuestión de la inexistente recuperación en la inversión privada, lo que pronosticaría cierto estancamiento para los próximos años. En este sentido, se mostraba Robert Higgs, investigador del Independent Institute, quien señalaba el desplome de la inversión privada como la causa del estancamiento norteamericano, tal y como recogía LD.

Estos problemas los atribuía, en gran parte, a la política de la administración Obama, no sólo por el efecto expulsión del gasto público sobre el sector privado sino por las incertidumbres que está generando entre los inversores; lo que él considera como "incertidumbre de régimen" y que es, y fue en la Gran Depresión, el gran obstáculo para la recuperación sostenida de la economía.

Tengamos en cuenta que la inversión privada, sobre todo la de largo plazo, es altamente dependiente de las expectativas que los agentes tengan acerca de la futura evolución de la economía. Y dentro de estas expectativas, una elevada incertidumbre agravada por las políticas gubernamentales tiene un claro efecto negativo.

Esto es lo que podría estar sucediendo en la actualidad, cuando los gobiernos se proponen intervenir masiva y desorganizadamente en la economía -ya sea por posibles nuevos impuestos o cambios en el sistema fiscal, nuevas regulaciones y marcos regulatorios para sectores enteros, continuación o no de los planes de estímulo, etc.-.

Dado que los agentes perciben las actuaciones gubernamentales como inciertas, las condiciones futuras del marco institucional en el que se desarrolla la actividad económica, y que dependen parcialmente de éstas, también lo serán.

Incertidumbre institucional

Por ello, no es extraño que cada vez más analistas se unan a la opinión de Robert Higgs y señalen a la "incertidumbre de régimen" derivada de la política de la administración Obama como la principal responsable del estancamiento actual. Esto es lo que señalaba en cierta manera un editorial del Washington Post del pasado junio.

El prestigioso economista Allan Meltzer subtitulaba su artículo sobre las causas del fracaso de laObamanomics señalando que "la incertidumbre sobre los futuros impuestos y regulaciones es el enemigo número uno del crecimiento económico". Según Meltzer, sus medidas cortoplacistas y temporales han sido inefectivas para solucionar problemas que son de largo plazo. Y otras de sus medidas, como la reforma del sistema sanitario o la energética respecto al comercio de emisiones (cap and trade), todavía se perciben por las empresas e inversores con incertidumbre, dado que se desconocen los costes que supondrán al sector privado.

Por si esto fuera poco, añade Meltzer, está la retórica del presidente norteamericano, a quien compara en este sentido con Roosevelt. "Casi diariamente, Obama usa sus destrezas retóricas para castigar a los empresarios que tienen la audacia de apostar por oportunidades rentables". Por ello, afirma que ésta no es la vía para generar mayor crecimiento, inversión y empleo.

En la misma línea escribía recientemente Thomas F. Siems, economista senior de la Reserva Federal de Dallas, un artículo titulado "El gobierno y la trampa de la incertidumbre" en el Wall Street Journal. En él sostenía que lo que está evitando la recuperación de la economía norteamericana no es la falta de liquidez sino una "crisis de confianza".

"Crisis de confianza"

Ésta se manifiesta en la preocupación y nerviosismo de los agentes económicos (inversores, líderes empresariales y consumidores) debidos a la elevada incertidumbre -que define como la incapacidad de gestionar racional y efectivamente los riesgos y se caracteriza también por las perspectivas vagas, ambiguas e impredecibles que tienen los individuos sobre el futuro- acerca de las futuras regulaciones, marco impositivo y situación de las finanzas públicas. Esta situación la constata por diversos índices de confianza publicados recientemente.

En este contexto, "las empresas, esperando entender el impacto de la legislación nueva y la ya propuesta, posponen la contratación de nuevos trabajadores y la inversión en plantas, equipamiento y tecnología", sostiene Siems. Algo similar ocurre con los inversores y consumidores, que permanecen tremendamente cautos y expectantes.

Además, criticaba abiertamente la política de Obama por "poner nuestro futuro económico en peligro". Así, afirmaba que "expandir las burocracias y el control gubernamental sobre las industrias y los sectores económicos (como sanidad, servicios financieros o vivienda, entre otros) es contrario a los principios de la libre empresa que fomentan la industria y las oportunidades".

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