A pesar de sus quejas sobre el estrés o la sobrecarga de trabajo, lo cierto es que un alto porcentaje de los controladores aéreos españoles trabajará este año menos que el anterior. Eso sí, no cobrarán lo que cobraban en 2009 por todas esas horas.
En el origen de la polémica de los últimos días está la aprobación por parte del Gobierno de la Ley 9/2010 que regulaba esta profesión. Hasta ese momento, los controladores tenían una jornada laboral ordinaria de 1.200 horas (150 días al año, frente a los 220 comunes). Todas las horas que hicieran por encima de esta cifra se contabilizaban como "extras" y se pagaban tres veces más que las normales. De esta manera, la media fue de casi 600 horas extra por controlador, para un total de entre 1.750 y 1.800 horas anuales.
Frente a esta situación, la nueva Ley marca un máximo de 1.670 horas anuales (209 días aproximadamente, unas 150 horas al mes), de las que 80 pueden ser extra. Por lo tanto, los controladores trabajarán algunas horas menos, pero cobrarán sustancialmente menos -hasta "140.000 euros menos al año" aseguran en AENA- que en 2009, porque perderán las horas extra.
La versión de los controladores es que "no se pueden comparar horas de 2009 con las de 2010". Alegan que hasta hace unos meses su jornada laboral se dividía en bloques de tres horas (dos trabajadas y una de descanso), mientras que ahora pasan tres seguidas en el tajo y una de relax. Daniel Zámit, portavoz del sindicato de estos trabajadores, recuerda que "para conducir recomiendan descansar cada dos horas y en esta profesión hace falta mucha más atención" que para llevar un coche.
Este endurecimiento de la jornada laboral se une a las cláusulas legales que permiten que Aena obligue a un controlador a acudir al trabajo si es necesario por el alto número de bajas de sus compañeros. En opinión de los controladores, la empresa se ha aprovechado de esta situación y no ha organizado bien las horas disponibles, por lo que se han llegado a dar turnos de 28 días trabajados en un mes.
Las preguntas: ¿De dónde surge el conflicto?
Un conflicto como el que enfrenta a Aena-Ministerio de Fomento y a los controladores se gana en parte ante la opinión pública. Así, la empresa vende la versión de que estos trabajadores forman un colectivo mimado, caprichoso y egoísta, que se aprovecha de su especial situación y su capacidad para paralizar el transporte aéreo de un país. Por eso, desde los organismos oficiales se insinúa que las bajas que menudean en los últimos días no son reales y que se trata de una huelga encubierta.
Por su parte, los trabajadores aseguran que las nuevas condiciones de trabajo impuestas por la Ley 2010 provocan jornadas "excesivas", más allá del "estrés inherente" a su trabajo. Además, se quejan de falta de personal y denuncian turnos de hasta 28 días trabajados en un único mes o gente que lleva trabajadas casi 150 horas en las últimas tres semanas.
Entre estas dos versiones, la verdad seguramente no se encuentra ni siquiera en un término medio, sino en una sencilla explicación económica que deja mal a ambas partes. Por un lado, Aena es un monopolio que determina las condiciones de los controladores por Ley, apoyada por el Gobierno, y que no tiene que responder ante el mercado de su eficiencia. Por el otro, los controladores han sido históricamente un colectivo mimado y que ha vivido feliz dentro de este monopolio (ellos mismos tienen la llave de acceso a su propia profesión a través de la única escuela facultada en España para formar a sus futuros compañeros), que les evita la competencia a la que se enfrentan cada día el resto de los trabajadores españoles.
¿Hay controladores que se verán perjudicados?
Sí, en eso están todos de acuerdo. En este colectivo no todos hacían horas extra. Algunos preferían ceñirse a su jornada laboral de 1.200 horas para pasar más tiempo con su familia o simplemente dedicándose a sus hobbys. Ahora, estos también tendrán su jornada de 1.670 horas. Aunque son pocos, porcentualmente hablando, han sido los grandes perdedores de esta guerra.
Además, si es cierto que hay controladores que están forzando las bajas, esto sería muy perjudicial para aquellos que sean honrados. Con la nueva Ley se les puede exigir que acudan al trabajo avisándoles con 24 horas de antelación, por lo que muchos de ellos encadenan jornadas realmente duras, con semanas sin descanso, turnos de noche, etc.
¿Hay pocos controladores?
Según a quién se escuche. Para Aena no, para los trabajadores, sí. El problema es que a ninguna de las dos partes le ha molestado hasta hace poco esta supuesta carestía. Para la empresa era muy cómodo tirar de horas extra, puesto que así, aunque pagaba más por el tiempo trabajado, se ahorraba los costes laborales (seguridad social, beneficios sociales, vacaciones, seguros, etc) de un nuevo trabajador. Por eso, desde 2006 no convoca nuevas plazas.
Para los controladores, tampoco era un problema porque ellos decidían cuándo hacían horas extra y las cobraban tres veces más que una hora normal. Por eso, a la plantilla actual también la convenía que hubiera una cierta carencia de controladores. Incluso, en las negociaciones de los convenios entre empresa y sindicatos también se hablaba acerca de las nuevas plazas que se van a convocar. Y la escuela que habilita para ejercer la profesión está en manos de los actuales controladores.
Ahora, la nueva Ley ha roto el equilibrio y ha dejado en el lado de Aena las mejores armas. La cuestión, sin embargo, no es si hay muchos o pocos trabajadores, sino en por qué existe un doble monopolio en el que la empresa no tiene competencia en la gestión de los aeropuertos y los controladores tienen la llave de las entradas en su profesión. Luego el Gobierno legisla, a veces mejor y otras peor, pero la anomalía está en que no sea el mercado, sino el Estado, el que organice este trabajo.
¿Hay huelga encubierta?
Aena no lo asegura, aunque insinúa que lo cree; los controladores aseguran que no. Según Daniel Zámit, "el 100% de las inspecciones, y no ha sido pocas, han ratificado la bajas", lo que sería una prueba clarísima de la falta de dolo de sus compañeros. Otras versiones aseguran que si no se ha declarado una huelga abierta es por no perder aún más imagen ante la opinión pública y porque casi no tendría impacto, debido a los servicios mínimos.
Además, hay un último motivo oculto que pudiera ser el más importante. Según la legislación laboral, si una huelga tiene una duración muy prolongada y causa un perjuicio grave a la economía nacional, el Gobierno puede nombrar un árbitro que legisle las nuevas condiciones laborales. Si esto se produjera, los controladores perderían el poder que les da la negociación colectiva y sus condiciones laborales pasarían a depender de un laudo arbitral.