Desde hace unos meses, rara es la ocasión en la que se critica la economía española que no acabe en una alabanza a la alemana. Mientras en España casi se celebra cualquier cosa que no sea una caída del PIB (como el 0,0% del tercer trimestre), sus socios germanos muestran ufanos el 3,6% con el que cerraron el año. Por eso, desde numerosas tribunas, se destaca la austeridad de los alemanes, las reformas de su Gobierno o se pondera la valentía de Angela Merkel.
Además, los analistas son conscientes de que de una decisión del ejecutivo germano dependerá en parte el futuro de la economía española. Con la deuda pública disparada, parece evidente que el Tesoro hispano tendrá que hacer frente a algún tipo de rescate (ya sea de manera oficial u extraoficial). Y la llave para permitir este mecanismo está en Berlín, que no sólo es el mayor socio de la UE, sino que también es, entre sus grandes países, el que mejor está superando la crisis. Merkel tendrá que explicar a sus contribuyentes que quizás tengan que asumir parte del coste de la caída de España o, al menos, apoyar al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (con avales, eurobonos, etc...).
Para comprobar in situ como marchan las reformas que ha puesto en marcha su socio, la canciller germana pasará por Madrid a comienzos de febrero. Será un buen momento para comprobar su estado de ánimo ante ese posible rescate. También será una buena oportunidad para que le vuelva a contar al oído a Zapatero cómo se sanea una economía.
La clave, podría decirle es la productividad y la competitividad: esto es, tener empresas que sean capaces de hacer, a un precio atractivo, productos o servicios que el resto del mundo desee comprar. Eso es lo que ha permitido a Alemania mantenerse como el primer exportador mundial en la última década. Aunque tiene muchos menos habitantes que EEUU y Japón (80 por 310 y 120 millones), el país europeo ha sido el principal vendedor hasta que en 2009 fue superado por el empuje chino. Mientras, España se mantiene por detrás de países mucho menos poblados, como Holanda, Bélgica o Canadá.
Los siguientes gráficos podrían servir a la alemana para una pequeña presentación en la Moncloa. Son siete pequeñas diferencias en las imágenes (como en el pasatiempo) que sin embargo, han llevado a que la foto actual de la economía germana y la española sea completamente desigual.
1. Más impuestos a los empresarios
Ni siquiera en la cuestión impositiva puede Zapatero enseñar nada a Angela Merkel. Aunque en España se mantiene la imagen de Alemania como un país prototipo del estado del bienestar europeo, en el que individuos y empresas pagan altísimos impuestos, lo cierto es que una mirada más atenta descubre una realidad bien distinta. Especialmente sangrante es la diferencia en las empresas, puesto que las cotizaciones sociales a las que hacen frente las compañías españolas son tres veces más altas que sus competidoras germanas, mientras que los tipos del Impuesto de Sociedades son prácticamente iguales:
Impuestos y Cotizaciones Sociales (Fuente: IEE, pag. 33)
Además, en la fiscalidad a las rentas del capital, las que gravan la inversión, España también está muy por encima de su socio (como explicaba hace unos días este informe de Ángel Martín Oro para el Instituto Juan de Mariana del que extraemos el siguiente gráfico):
2. Los costes durante la burbuja
Con este panorama, no es extraño que el siguiente cuadro muestre a España y Alemania a uno y otro lado de la clasificación sobre los costes laborales. Según destaca Rafael Pampillón el profesor en su blog, citando datos recogidos por Fedea, España es la segunda gran economía de la UE en la que más ha subido el coste laboral por unidad producida entre 1999 y 2009, sólo por detrás de Italia. Esto quiere decir, que el crecimiento se ha debido más al uso intensivo de mano de obra que a mejoras en la productividad. Durante la fase expansiva, esto ha podido mantenerse, pero cuando el ciclo cambió, las empresas hispanas se vieron atrapadas en una espiral de altas costes y baja competitividad. Además, estaban centradas en sectores artificialmente inflados, como la burbuja de la construcción, por la expansión crediticia. Es decir, España veía crecer su PIB pidiendo prestado a los ahorradores alemanes, pero no aprovechaba para mejorar de forma adecuada su productividad:
3. Los costes durante la crisis
Más sangrante aún que el anterior gráfico es el siguiente. En el mismo, se muestra la evolución de los costes laborales reales desde el año 2000. Aunque al principio crecieron de forma similar, desde 2003, España empezó a diferenciarse de Alemania. Además, este margen se dispara con la llegada de la crisis. Desde 2008, las empresas germanas han visto descender sus costes reales (en relación a la inflación), mientras en las hispanas aumentaban. Juan Ramón Rallo explica esta paradoja: "¿Y a qué se debe esta dispar evolución de los salarios tanto en bonanza como en crisis? Obviamente a la mayor flexibilidad del mercado laboral alemán, entre otros motivos por la declinante presencia de convenios colectivos, por la exclusiva aplicación de los mismos a los trabajadores sindicados, por la mayor descentralización de las negociaciones y por las facilidades para descolgarse de tales regulaciones. En Alemania del Este, apenas el 38% de los trabajadores están sometidos a un convenio sectorial y en Alemania occidental el porcentaje ha descendido en más de doce puntos durante la última década, hasta situarse en el 56%. Amén del uso generalizado por parte de las compañías de las llamadas "cláusulas de no aplicación", las cuales permiten en momentos de dificultad modificar jornadas laborales, recortar salarios y bonus o retrasar el pago de ciertas retribuciones. Nada que ver con España claro. La economía que ha de reajustarse de arriba abajo y que, en consecuencia, debería ser con diferencia la más flexible es la que más trabas ("derechos de los trabajadores") impone a los empresarios. Resultado: ellos tienen pleno empleo y nosotros 4,5 millones de parados. ¿Sorpresa?":
4. El derroche político
Tampoco las políticas de gasto público han ayudado demasiado. Si España está en la situación actual, con muchas posibilidades de ser rescatada y pagando por su deuda casi un 2,5% que el Tesoro alemán, se debe a la irresponsabilidad de sus políticos, que no aprovechó la fase expansiva para ahorrar o reducir impuestos. En su lugar, los mandatarios españoles emplearon los años de bonanza aumentando los gastos, sin hacer ninguna reforma en profundidad. De nuevo, la comparativa entre uno y otro país no puede ser más evidente:
Evidentemente, los políticos hispanos alegarán que todos los Gobiernos de nuestro entorno se comportaron de forma similar. Además, en su defensa, dirán que los números rojos en las finanzas públicas se deben al aumento del paro y a una caída de la actividad inesperada: es decir, no fue su mala planificación lo que hundió las finanzas públicas, sino el huracán de una crisis que arrasó con todo lo que tenía por delante.
De nuevo, una imagen (en este caso dos) vale más que mil palabras: los siguientes gráficos muestran cómo actuó el Gobierno español durante la fase expansiva y cómo sería la situación de Hacienda si hubiera incrementado el gasto en la misma proporción que el Ejecutivo alemán entre 2002 y 2008 (es decir, un 2,8% y no un 50%). Lo que habría ocurrido es que "en 2009 apenas hubiésemos tenido un déficit público del 1% del PIB (10.000 millones de euros) frente al del 11,1% (unos 110.000 millones de euros) que arrojó en realidad":
Evolución real de ingresos y gastos públicos en España
Cómo habrían evolucionado las finanzas públicas españolas con un crecimiento del gasto entre 2002 y 2006 igual al de Alemania, el 2,8% (cálculo de Juan R. Rallo)