Quienes esperen de Mi segunda vez una ingeniosa comedia que ahonde en la brecha de edad del romance entre sus dos protagonistas anda un tanto equivocado. El film se conforma con ser un cóctel romántico bienintencionado y alejado de cualquier mínimo de ingenio, de atrevimiento y de picardía, que por lo menos no se indigesta tanto como otros títulos recientes de onda ñoña como Recuérdame o Tenías que ser tú.
El guión avanza en base a encuentros inverosímiles puestos en escena de manera televisiva, pero el empacho de convenciones del cine romántico que nos ha preparado Bart Freundlich nos entra mejor que en ocasiones anteriores. Y si eso ocurre es gracias a la simpatía que despierta la labor de su reparto. Catherine Zeta-Jones despliega belleza y buen hacer en un papel diseñado a su media (uno pierde la cuenta de los piropos que el resto de personajes le dedican) y el joven Justin Bartha sabe defenderse entre tanto pastel sin perder el pulso cómico.
De modo que entre ambos se las ingenian para que Mi segunda vez resulte digna, tierna y bienintencionada, y espante durante su primera hora el aburrimiento pese a ser tan absurdamente previsible. Podemos catalogar Mi segunda vez como un agradable y convencional relato para pasar hora y media sin pretensiones, que se gana nuestro perdón gracias a su ausencia de maldad y de excesivos menosprecios al espectador salvo esa apresurada sección final masticada para gustar a todos, por si había alguna duda de ante qué film nos encontramos.