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Agapito Maestre

Ideología y huelga general

Rajoy está perdiendo, a pesar de que las encuestas le den ganador. Más aún, Rajoy no es nadie en términos ideológicos; ni siquiera ha sido capaz de crear un relato plausible sobre el último teatrillo del Gobierno con los sindicatos.

La izquierda política española está contenta con Rajoy. Triunfa frente a todo pronóstico. Quizá en el futuro Rajoy gane las elecciones, pero, de momento, Zapatero ya ha ganado un año más en el poder. Sacará adelante la Ley de Presupuestos Generales del Estado y, sobre todo, culminará su proyecto de destrucción de la nación española con un nuevo Estatuto para el País Vasco. El Estado plurinacional y caótico de los socialistas va adelante. Zapatero posiblemente acabará largándose, pero el zapaterismo es irreversible. En otras palabras, puede que el PP gane las próximas elecciones generales, pero, hoy por hoy, Zapatero no tiene rival.

Rajoy está perdiendo, a pesar de que las encuestas le den ganador. Más aún, Rajoy no es nadie en términos ideológicos; ni siquiera ha sido capaz de crear un relato plausible sobre el último teatrillo del Gobierno con los sindicatos; yo, al menos, apenas he oído algo más que unos balbuceos sobre los inconvenientes de una huelga general en una época de recesión económica. Llevamos oyendo cientos de peroratas sobre la huelga, desde el mismo día que se convocó, pero, por desgracia, la interpretación del PP, supuesto de que la hubiera, no ha prendido entre las masas; pues que a dos días del violento evento casi nadie duda de que los sindicatos y el Gobierno ya han ganado: la huelga es contra el PP, los empresarios, el capitalismo y, en fin, el injusto sistema.

He ahí otra prueba de la debilidad política de Rajoy. Y es débil, en mi opinión, porque en términos ideológicos ha perdido dos grandes batallas, en primer lugar, la de la nación y, en segundo lugar, porque ha sido incapaz de desmontar el tejido ideológico de Zapatero. No diré nada sobre su primera derrota, en realidad fue un juego de pérdida segura. Jugó durante estos seis últimos años al "nacionalismo periférico", aún hoy Rajoy sigue hablando como Pujol: "Quiero encajar bien a Cataluña en España". Rajoy ha jugado, en verdad, contra sí mismo; Rajoy no se atrevió a proseguir el legado dejado por Aznar. La segunda batalla es aún más triste, porque está montada sobre una idea falsa del jefe del Gobierno de España, a saber, Zapatero no es un tipo dotado para el poder.

Ese diagnóstico falsamente popular, que considera a Zapatero como un hombre poco dotado para el poder, es una creación de Rajoy. Sí, sí, esta idea de que Zapatero es un pobre individuo sin ideas políticas y que no sabe lo qué se hace es la gran genialidad de Rajoy y sus terminales mediáticas. Yo no la comparto. Nunca la he compartido; más aún, he combatido esa falaz idea contra viento y marea, y sobre todo con cientos de argumentos y pruebas, que el PP, por desgracia, consiguió imponer a la mayoría de sus votantes en la primera legislatura de Zapatero. Incluso hoy, después de que Zapatero ganase las elecciones de 2008 y haya llevado al límite la existencia del propio Estado español, el PP sigue manteniendo que Zapatero carece de capacidad intelectual para el poder.

Es obvio que esa forma de presentar a Zapatero es una falsa leyenda construida por el PP y sus medios de comunicación. Esa creación ideológica de los populares ha fracasado repetidas veces, pero el PP sigue presentando a Zapatero como un indocumentado, un tipo sin fuste suficiente para enfrentarse a sus grandes propuestas. He ahí el gran pecado de Rajoy. Su soberbia. En realidad, es la falta de inteligencia de un partido que ha renunciado a la ideología, o mejor, es incapaz de hacer crítica de la ideología. El PP de Rajoy ha preferido despreciar por inútil a Zapatero, incluso a veces recurriendo al insulto y descalificación ad hominem, antes que desmontar pieza a pieza el mecano de uno de los políticos más perversos y, sobre todo, "tacticistas" que ha dado España en toda su historia. Por eso, sólo por eso, me atrevo a mantener que el líder de la oposición, Mariano Rajoy, quizá gane las elecciones, pero se lo deberá más a la estulticia de Zapatero que a su forma de hacer oposición.

Digo más, la carencia de discurso, e incluso de ideología, de Rajoy mueve antes a la compasión que a la crítica de una derecha sin norte. Por desgracia, siento decirlo, si alguien quiere comprobar el vacío ideológico de Rajoy sólo tiene que leer la prensa del domingo; por un lado, al periódico La Razón le ha dicho que "se siente bien informado por el Gobierno en relación a ETA"; y, por otro lado, apenas ha dicho nada vertebrado y con enjundia en los últimos meses sobre la huelga convocada por los sindicatos de clase para el día 29 de septiembre. Son los dos principales asuntos que se traen entre manos Zapatero para mantenerse en el poder, pero Rajoy se siente a gusto, no se molesta demasiado ni con el pacto entre el Gobierno y el PNV ni con la huelga más ideológica, o sea, falsa y cruel, de todas las que se hayan hecho en España en los últimos veintes años. Terrible.

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