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Agapito Maestre

Ortega no aplaudió la dictadura

El filósofo-ciudadano Ortega es el primer defensor de la democracia parlamentaria, de la democracia, en España. El resto es faramalla.

Leí ayer la columna de Federico Jiménez Losantos, en El Mundo, sobre el porvenir de Ciudadanos. No puedo estar más de acuerdo con su argumentación. Por lo tanto, no debo hacer otra cosa que darle la enhorabuena por iluminar a sus lectores por la deriva del partido de Ciudadanos. No comparto sin embargo una afirmación que hace sobre Ortega y Gasset, que no desmerece, en honor a la verdad, su argumentación de fondo sobre las contradicciones del partido que lidera Albert Rivera, pero sí que afecta a la historia intelectual de España tan maltratada por nuestros académicos y políticos. Se trata de una afirmación repetida hasta la saciedad por periodistas e historiadores que no creo, por decirlo con suavidad, suficientemente justificada.

Afea Jiménez Losantos la conducta a Ortega por haber recibido éste con entusiasmo la dictadura de Primo de Rivera. Tengo la sensación de que es ya una vieja creencia, quizá una leyenda negra, atribuirle a Ortega, el pensador político más grande que ha dado España, todo tipo de perversidades, entre las que contarían, naturalmente, el haber aplaudido el golpe de Estado provocado por Alfonso XIII para poner al frente del gobierno de España al general Primo de Rivera. Este tópico tiene su placenta nutricia, como sabe mejor que yo Jiménez Losantos, en las Memorias, de Manuel Azaña, un enemigo irreconciliable de Ortega, y en algunas maldades que dejó caer Unamuno en unos artículos, publicados en El Liberal, sobre la "minoría selecta" en 1923, pero creo que ninguno de esos comentarios se corresponden con la realidad que, en este caso, también es la verdad. Ortega estuvo siempre lejos de aplaudir al "cirujano de hierro". Se confunden los historiadores y los biógrafos de Azaña con Ortega. El filósofo-ciudadano Ortega es el primer defensor de la democracia parlamentaria, de la democracia, en España. El resto es faramalla.

Es obvio que pueden sacarse de contexto fragmentos del propio Ortega para hacerle decir lo que no dice. He aquí uno extraído de un artículo de Ortega de finales de octubre de 1923 o sea, un mes después de la llegada de Primo de Rivera al poder: "Debemos a los generales septembristas un inestimable beneficio. Por primera vez en España, desde hace varias generaciones, se han llevado las cosas a sus últimas consecuencias y se ha hecho posible plantear las condiciones de una mejor existencia nacional en forma clara y decisiva. Es preciso, por todos los medios, conseguir que la acción histórica de esos generales quede utilizada en beneficio sustancial y definitivo de nuestra raza". Esa afirmación, sin embargo, no demuestra adhesión alguna a la dictadura sino la corroboración de un camino de búsqueda para que España salga de la situación de postración política, económica y social.

Lejos de mí ofrecer aquí un catálogo de actitudes y artículos de Ortega contra la dictadura de Primo, pero hay uno imprescindible no sólo para demostrar las críticas de Ortega a la dictadura, sino para conocer las coacciones ideológicas que sufrió el filósofo. El artículo "Sobre la vieja política", de Ortega, muestra su malestar ante la nueva situación y, además, acusa a El Sol, periódico que le da cobijo, de ser un defensor, contra su propia opinión, del discurso oficial del Directorio:

Yo no sé si existen hoy en España algunos hombres resueltos a romper con el ejército de lugares comunes falsos que impera sobre la conciencia pública, y que se han impuesto la obligación de pensar por sí mismos, de aguzar sus ideas, de confrontarlas una vez y otra con la realidad hasta conseguir una exacta adecuación. Es natural que se sientan como sitiados por la tosquedad de las ideas ambientes (…) Me era conocido que El Sol no coincidía conmigo ni en la manera entender la vieja política ni el modo de apreciar la situación actual.

En fin, porque no hay intelectual más vilipendiando en la historia de España que Ortega, Federico estará de acuerdo conmigo en la necesidad de revisar sus textos para aprender no sólo historia de España, sino para constatar que, después de Ortega, pocos han defendido con tanta inteligencia como el "filósofo español" la democracia a la par, doble mérito, que criticaba su contrario bárbaro: la rebelión de las masas o lo que hoy llamaríamos populismo totalitario. Es menester, pues, abrir un debate nacional sobre los improperios que ha recibido Ortega. Los dos más gruesos son reiterados hasta el hartazgo. Ortega aplaudió la llegada de la dictadura de Primo de Rivera y regresó a España a vivir calentito con Franco. Los dos son falsos. Mientras no se resuelvan esas dos ambigüedades, no habrá en España vida intelectual digna de este nombre.

En España

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