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Agapito Maestre

Sin partidos y con tristeza

Lo dicho: el PP está muerto. Alonso y Zapatero lo certifican. Vale, dirá Rajoy, "pero yo sobrevivo". Esa es la tragedia de la nación española.

El socialismo español es más que un partido. Triunfa en toda España, e incluso en aquellas regiones que no gobierna determina de modo implacable las políticas del PP. Si en verdad sólo existe el PSOE, nadie con sentido político negará que vivimos una crisis nacional. Por otro lado, y en honor a la verdad, la crisis política nacional ha sido descrita con precisión por el portavoz parlamentario del PSOE. Es un dato político objetivo, incontestable según José Antonio Alonso, "que todos los partidos políticos, salvo el PSOE, están en momentos de debate y discusión interna, con congresos en poco tiempo, y tendrán que definir liderazgos. Mientras eso no ocurra, los acuerdos o un marco de estabilización de los acuerdos son difíciles, francamente. La estabilización de determinadas alianzas será más posible cuando los partidos tengan situaciones internas más estables." Magnífico.

Es difícil hallar mejor diagnóstico de la situación política española que el realizado por el íntimo amigo de Rodríguez Zapatero. Este juez metido a político, sin filiación socialista, nos recuerda que el PSOE tiene todo el poder. Y, además, no puede compartirlo con nadie, porque los otros partidos políticos están muertos. Sus líderes son inexistentes. O peor, en mi opinión, los que quedan son tristes. ¿Tristes? Sí, son melancólicos. Enfermos de lo que pudo haber sido, pero quedó en nada. El triste, sí, jamás quiere reconocer que su estado es más fruto de su falso amor propio que del comportamiento de sus colaboradores.

Los llamo, sí, tristes, porque creo que es más benévolo que descalificarlos por sus cobardías para asumir sus responsabilidades por las derrotas electorales de sus respectivos partidos. El caso del PP es el más sangrante, toda vez que su crisis tiene consecuencias nacionales gravísimas, pero sobre todo porque Rajoy, como todos los hombres tristes, tampoco quiere reconocer que su tristeza política no es de las últimas semanas sino de cuatro años de una oposición tan triste como mortecina. La sustitución de unos hombres por otros, según él solito está haciendo, para que le hagan reír, para que le hagan más feliz, en fin, para que le ganen las próximas elecciones, es, aparte de carente de coraje civil, muy triste, porque se presta fácilmente a la murmuración, a la protesta y a la indisciplina.

Y es que el triste, como muy bien sabía la santa de Ávila, envenena el ambiente con su tristeza. De hecho, Santa Teresa es rigurosísima, en su Libro de las fundaciones, con las monjas que tienen melancolía: "Pues ¿qué?, dice la santa. Si hay un loco, ¿no le ponemos una camisa de fuerza antes de que se ponga furioso? ¿Por qué a la que tiene melancolía no hemos de tratarla con dureza, metiéndola en la cárcel un día, tres días, los que haga falta para que no dañe a la comunidad?" Aunque respeto el rigorismo teresiano, no seré yo quien proponga algo parecido contra la tristeza de Rajoy. Allá cada uno con sus nostalgias. Pero, a la altura de esta crisis, sepan sus compañeros de partido que por regla general, cuando está puesto en cuestión el bien común, sólo sobreviven los tristes y los osados. Rara vez alguna persona de las que forman parte de esos dos grupos, por así decirlo, de seres extraviados sacrifican sus bienes individuales al común.

Lo dicho: el PP está muerto. Alonso y Zapatero lo certifican. Vale, dirá Rajoy, "pero yo sobrevivo". Esa es la tragedia de la nación española. Rajoy es únicamente un superviviente. Sobrevivirá. El resto no le preocupa a este dirigente, si acaso mantener su tristeza como un mecanismo de defensa para seguir en el poder del PP. Para alimentarla nada mejor que quejarse en privado, o en público, del "triste" espectáculo que ofrecen algunos de sus compañeros. Rajoy, en fin, seguirá envenenando con su tristeza, por los menos hasta junio, el ambiente del PP. Miren su cara y verán tristeza. Oigan sus palabras y sentirán desánimo. Reparen en sus silencios y se sumirán en la oscuridad.

Esa tristeza, sin embargo, lo mantendrá en el poder. Al tiempo.

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