Uno de los países con mayores reservas naturales del mundo está sumido en un pozo de miseria económica, política y, sobre todo, moral. En Venezuela apenas existe el Estado y la “sociedad civil” es un ente de ficción agrupada en torno a los partidarios de la llamada “oposición democrática”. Venezuela es hoy un gentío en poder de Chávez y sus asesores cubanos. Todo es desmoralización en Venezuela, excepto la esperanza de expulsar a Chávez el día 15 de agosto por la vía del referéndum revocatorio. La oposición democrática, la única que vertebra la poca ciudadanía existente en el país, aún confía en la única vía que dejó abierto el sistema electoral para desalojar al dictador, Hugo Chávez Frías, que sin embargo alcanzó el poder a través de las urnas. El origen democrático de ese poder pronto fue mancillado para hacer y deshacer a su antojo hasta conformar un extraño sistema político, que pudiera perpetuarlo en el poder para toda su vida.
A los pocos meses de alcanzar la presidencia, fuimos muchos quienes denunciamos la deriva de un régimen liderado por un presidente-payaso, a veces incluso simpático, hacia un régimen de un presidente-totalitario al modo castrista, pero no tuvimos demasiado éxito y, mientras Venezuela seguía empobreciéndose política y económicamente, los “demócratas” de boquilla culpaban de todo al pasado venezolano. Pero lo peor, mirado desde España, no fueron las tretas de Chávez para perpetuarse en la presidencia de la República, sino el apoyo que recibió y sigue recibiendo de cientos de intelectuales izquierdistas del resto del mundo. La crítica que hicimos unos cuantos al régimen de Chávez para crear una corriente de opinión democrática fuera de Venezuela a favor de la oposición fue, aparte de escasa, un fracaso. Los venezolanos siguen bajo la bota del ex-golpista.