Menú
Alberto Gómez

Progres: Ben Laden ha muerto

A juzgar por las reacciones tras el 11-S, para gran parte de los musulmanes y de los progresistas, errantes en busca de un nuevo culto, Ben Laden pasó a ser, casi indisimuladamente, el nuevo ídolo que lucha contra su diablo judeoamericano.

Una de las palabras mágicas utilizadas por expertos de todo pelaje es la palabra "socializar". A los humanos al parecer nos gusta juntarnos. Pero pocos quieren saber el porqué y el cómo. En el pasado evolutivo no había dinero ni bienes. Todo lo que se podía acumular para épocas difíciles eran cosas como la amistad, los favores, la fama o el respeto. Sin ese tipo de capital social no era posible sobrevivir. Este capital social solo se hacía patente en la memoria común de un grupo, que debe perdurar, porque con su desaparición se pierde toda la contabilidad de respeto, reconocimiento, derechos, etc. Eso no ha cambiado. No existen derechos en abstracto, sino derechos dentro de un grupo donde éstos se reconocen a cambio de un precio.

Los grupos humanos tienen un precio de entrada, un periodo de carencia, unas cuotas, unas ventajas y un coste de salida. Exactamente igual que los seguros y por las mismas razones últimas: las novatadas son el precio de entrada para el compañerismo de grupos informales. En grupos sectarios, o con vocación expansiva, la entrada es barata, pero la salida es carísima: En el islam o en ETA, el precio de salida es la muerte. En el grupo es fundamental el reconocimiento mutuo de los miembros, cosa que ocurre al mismo tiempo que se realiza el tributo periódico en reuniones públicas: en las pandillas, los miembros se reúnen y se invitan unos a otros. Las religiones reúnen periódicamente a sus fieles, donde hacen gestos identificativos. En los actos de reconocimiento mutuo se venera a varias figuras actuales o del pasado en una jerarquía definida. Algunos ídolos entran y salen, las reglas pueden cambiar, pero dado que un grupo es para luchar contra algo real o imaginario, entonces, lógicamente, lo más difícil es que cambie el enemigo, que es su diablo, la fuente de todos los males.

Gran parte del capital social de la izquierda dependía del prestigio y del poder de intimidación de la desaparecida URSS. El capital del islam a la hora de convencer a nuevos adeptos depende del éxito de su yihad. A juzgar por las reacciones tras el 11-S en Europa y Oriente, para gran parte de los musulmanes y de los progresistas, errantes en busca de un nuevo culto, Ben Laden pasó a ser, casi indisimuladamente, el nuevo ídolo que lucha contra su diablo judeoamericano. Ha sido la invocación preferida en sus ritos más íntimos y secretos de identificación mutua. Para ambos, la muerte de Ben Laden es un golpe tremendo. Cosa que me alegra profundamente.

En Internacional

    0
    comentarios
    Acceda a los 1 comentarios guardados