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Amando de Miguel

El inglés y el latín

Luis Argüello Álvarez (abogado) sostiene que la traducción de evidence por “evidencia” no es la correcta, “cuando es precisamente lo contrario”. Aclara que “su traducción correcta es prueba, mientras que, en español, la evidencia es, precisamente, lo que no necesita de prueba”. Mi opinión es que esa significación de evidencia como “prueba” es secundaria, restringida al uso forense. La primera acepción de evidencia, según el DRAE, es “certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar”. Así pues, no se trata de una mala traducción del inglés, sino de su prístino sentido latino. El enlace entre los dos significados está en que, si las pruebas son terminantes, se constituyen en evidencias. El sentido más actual y general de la evidencia procede del campo científico. La evidencia es un dato suficientemente seguro en términos de probabilidad hasta que no sea rebatido por otras observaciones. Cierto es que ese sentido procede del inglés, pero es porque el grueso de la ciencia se hace en inglés desde hace mucho tiempo.
 
Francisco Javier García Tovar insiste en que lo de evidencia es una mala traducción del inglés, un “falso amigo”. No estoy de acuerdo.
 
Norberto Cabrillo Bolado aporta una interesante precisión sobre el verbo perdonar. El prefijo per indica perfección, remate. De ahí, per-fecto (= lo que se hace bien hasta el final). Así pues, perdonar es “donar hasta el final, donar del todo”. Añado lo de perdurable (= lo que es completamente duradero), un adjetivo que aquí hemos comentado algunas veces.
 
Andrés Barrios Fernández remacha que per se asocia a otras palabras que indican el grado máximo: perverso (= completamente torcido o vuelto), perspicaz (= mira profundamente). Los híper o los súper de nuestro mundo comercial vendrían a ejemplificar esa idea de lo óptimo (por grande).
 
Gerardo (Valencia) arguye que no está claro que lo de “salario” proceda de que los romanos pagaban a veces con sal. Su tesis es que el salario era el sobresueldo que cobraban los funcionarios que ejercían en las rutas de la sal o de las especias. Hay otras interpretaciones. Por ejemplo, que la sal es el símbolo del alimento humano, como puede ser el pan o los garbanzos. Puede que el precio de la sal fuera más o menos fijo y así funciona como una especie de patrón monetario.
 
Guillermo Indacoechea arguye que, en castellano, inteligencia, es “habilidad, destreza”, pero resulta una mala traducción del inglés hacerla equivalente de “espionaje”. Dictamina: “Cuando se dice inteligencia queriendo decir espionaje se está degradando la traducción y la inteligencia”. Francamente, no veo por qué. En el diccionario de Seco se admite este sentido de inteligencia: “Información, especialmente militar o política, obtenida secretamente”. Cierto es que ese sentido procede del inglés (el famoso MI5, el modelo de “servicio de inteligencia”, incluso con sus agentes dobles), pero bienvenido sea. Después de todo, los ingleses han recuperado para ese menester una gloriosa palabra latina: intelligentia (= conocimiento, entendimiento). El parentesco que digo no es de ahora. En el Diccionario de Autoridades de 1726 se recoge el sentido especial de inteligencia como “trato secreto en orden a cualquier dependencia”. Las inteligencias eran tanto como los confidentes o espías. El DRAE actual conserva ese sentido de inteligencia como “trato y correspondencia secreta entre dos o más personas o naciones entre sí”.
 
Guillermo Estivill anda preocupado por la traducción de términos del inglés en Biomedicina. No sé de ningún diccionario tan especializado, pero seguro que lo hay. Contacte con Espasa, la editorial que tiene más diccionarios de todo tipo. Espero que algún libertario nos eche una mano sobre el particular.

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