
Son muy pocos los llamados a destacar en los diferentes estadios vitales, desde la ciencia, las artes, las profesiones, las empresas o la política. Lo primero que se exige es "competencia" o formación de excelencia. Normalmente, se regula en muchas instancias; mas, en la política no hay nada de eso. Se confía en virtudes tan inveteradas como la herencia, el ambiente familiar o una misteriosa vocación. No existe ninguna seguridad de que determinen políticos competentes. El resultado es una gran desproporción entre los que saben mandar sin aprovecharse, personalmente, de la situación. Es decir, se establece una verdadera "competición", facilitada, además, por la tendencia, tan española, de constituir nuevos partidos y facciones. No suelen pasar de grupos de presión, dispuestos a vender su cuota de votos a las grandes formaciones.
Un resultado de la extraña competición de la vida política es la "corrupción" y el "nepotismo". Se trata de una práctica que destaca más en las instancias locales y regionales, por políticos alejados de una carrera de méritos. La corrupción política generalizada se ve favorecida por el considerable espesor del gasto público; esto es, la irresponsabilidad que significa poder disparar la artillería con "pólvora del Rey". Se comprenderá, ahora, que todos los partidos que han formado Gobierno en la España democrática han coincidido en la misma política de subir los impuestos. Suelen añadir "a los ricos"; pero, acaban pagando los que no tienen nada que vender: los parados, los jubilados, los pobres. Esta es la verdadera "ley de hierro" de la política española en la democracia.
En ausencia de un verdadero cursus honorum para los aprendices de políticos, la salida es la reiterada exposición de sus palabras y figuras en los medios de comunicación. Es indudable la actual ventaja del partido en el poder (el PSOE) para tal operación. En el polo opuesto se sitúa Vox, al coincidir todos los demás en ningunearlo. Precisamente, es esa posición esquinada y sobrevenida lo que explica su peculiar naturaleza política: es el que alienta la necesidad de lo "nacional" e, incluso de lo "patriótico". Son ideas muy alejadas de las modas "globalistas", a las que se adhieren los otros partidos del arco parlamentario. El "globalismo" no es más que la última manifestación, de la supremacía de los Estados Unidos de América y de las otras democracias tenidas por avanzadas. Puede que sea su canto de cisne.
Superada la estúpida adhesión a la llamada "memoria histórica", preciso es reconocer un punto de sutura entre Vox y el elenco de los egregios españoles asesinados por la II República. Fueron olvidados, precisamente, por resaltar lo nacional o patriótico. Recordemos una pequeña muestra: José Antonio Primo de Rivera, José Calvo Sotelo, Pedro Muñoz Seca, Ramiro de Maeztu, Manuel Bueno. Realmente, los fusilados por sus ideas fueron muchos más. Que no se me pase otro nombre egregio: José Manuel Aizpurúa, el joven arquitecto, máximo representante del racionalismo en España, amigo de José Antonio Primo de Rivera. Fue fusilado por los meapilas del Partido Nacionalista Vasco tras el estallido de la guerra civil.