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Amando de Miguel

Errores, lamentos y desvaríos

No puede ser que, con los actuales medios de transporte, haya ahora tantos municipios en España como hace un siglo.

Me he referido varias veces a esas palabras que son tan confusas porque acumulan demasiados significados. Decía yo que eran polisémicas, pero Jesús Juan López me sugiere el término hipersemia. Está mejor. También podríamos decir semiorrea, que es la confusión de significados tan dispares que se acumulan en algunas palabras. No sé, ahí lo dejo.

Jesús García Castrillo me cuenta su experiencia reciente en la corrección de exámenes de selectividad. En uno de ellos el alumno hablaba de los "esperpentos de Vallin Klein". Y luego dice que tenemos la generación joven más preparada de la Historia.

Juan A. Fernández M. me regala para Navidad este sucedido. Se trata de un inmenso tapón de coches en la Carrera de San Jerónimo. Un transeúnte se acerca a la ventanilla del coche. El conductor baja la ventanilla y pregunta qué es lo que pasa. El transeúnte cuenta que en el Congreso han entrado unos terroristas y han secuestrado a un grupo de diputados. Si no reúnen 10 millones de euros en un par de horas los rociarán de gasolina y los quemarán. Así que están haciendo una colecta entre todos los coches parados. El conductor, apiadado, pregunta que cuánto viene dando la gente. El hombre responde con humildad: "Pues unos medio litro, otros un litro; depende". Repito lo de siempre: en un chiste la sonrisa se suscita por la polisemia.

Veamos otro chiste, de los llamados "étnicos", que me envía Juan A. Copio:

Un recomendado de Valladolid se incorpora a una sucursal de un banco en Sevilla. El jefe de personal que le recibe no está de muy buen humor, pues pretendía enchufar a un sobrino en ese puesto, pero acata la decisión del gerente y tras un frío saludo le dice: "A ve, vamoh a reshená er ehpediente. ¿Zu nombre?". "Vicente Castro", responde un poco intimidado por el tono del andaluz. "¿Edá?". "Veintiuno". "¿De onde e uhté?, pregunta el jefe de personal. El nuevo fichaje hincha el pecho y exclama orgulloso: "¡Pucelano!". El jefe de personal le mira por encima de las gafas y replica: "Le he preguntao de onde e uhté; no le pedío que me ehplique cómo consiguió er trabaho".

A veces el sucedido gracioso no proviene de una palabra polisémica sino de la alteración del sentido que proporciona una coma. La anécdota verdadera me la envía Ignacio Frías. Se refiere al general Saliquet, que fue nombrado para un alto cargo militar. El primer día se le presenta el oficial de guardia: "A sus órdenes, mi general. Se presenta el capitán Serrano, del Cuerpo de la Guardia Civil". El general contestó inmediatamente con una sonrisa: "Olé tu Cuerpo, Serrano".

Un libertario no identificado me envía una curiosa estadística, la que compara la ciudad de Nueva York con las Canarias. Nueva York está mucho más poblada que las Canarias. Ahora bien, el Ayuntamiento de Nueva York se arregla con 51 personas al frente de ese consistorio. En cambio, en las Canarias, sumadas las distintas Administraciones, hay 1.650 políticos. El disparate no puede ser mayor. Bueno, puede ser mayor si consideramos esa plétora de personas que viven de la política en los miles de municipios y otras entidades públicas de toda España. Hay muchas comparaciones estadísticas en el mismo estilo. Añado una más. No puede ser que, con los actuales medios de transporte, haya ahora tantos municipios en España como hace un siglo. Añádase que, además de los ayuntamientos, en España hay ahora miles de organismos públicos que antes no existían. Eso significa un exceso de dirigentes políticos cuyo gasto per cápita es hoy infinitamente mayor que hace un siglo. Es claro que esa carga no la podemos pagar los sufridos contribuyentes españoles, esos a los que, para contentarnos, nos llaman "ciudadanos". 

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