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Amando de Miguel

Eutrapelias e ingenios

Así, se puede alardear de un cálculo con el "método LCV (= la cuenta de la vieja) o el OBC (= el ojo del buen cubero)". La gracia está en no descubrir el significado de esas siglas, que quedan así envueltas en el misterio de la jerga.

Pedro Manuel Araúz Caimarra (Manzanares de la Mancha, Ciudad Real) recuerda las muchas reglas mnemotécnicas que utilizaban en la carrera de Medicina. Por ejemplo, las bacterias de las enfermedades infeccionas: DIfteria, GAngrena, LEpra, EStreptococo, TEtanos, TUBerculosis, EStafilococo, CARbunco, NEumococo. Con las primeras letras se lee la frase fácil de recordar: "Dígale este tubo es carne". De mi lejano Bachillerato recuerdo la regla para enumerar los emperadores que habían perseguido a los cristianos: NErón, DOmiciano, TRAjano, MAximo Severo, etc. Que se leía: "Nerdo trama..." Una curiosa función de los acrónimos es la de confundir al interlocutor jugando con su ignorancia. Jaime Rojo (Mallorca) me proporciona un buen ejemplo en el que se ridiculiza al interlocutor sobre la base del falso prestigio que otorga el lenguaje técnico a través de los acrónimos aparentemente importados del inglés. Así, se puede alardear de un cálculo con el "método LCV (= la cuenta de la vieja) o el OBC (= el ojo del buen cubero)". La gracia está en no descubrir el significado de esas siglas, que quedan así envueltas en el misterio de la jerga.

Humberto García Rebagliato confirma mi impresión de que la clave del idioma está en la polisemia a través de las siguientes historias: "Después del triunfo de la revolución castrista vino la represión. En un momento determinado Fidel dijo: 'Basta de derramamiento de sangre'. Su hermano Raúl Castro respondió: 'De acuerdo Fidel, de ahora en adelante los ahorcaremos.' Otra: "Tras tres horas de discurso el comandante Fidel arenga otra vez: '¡Cubanos no quiero que nadie que sea revolucionario se acueste sin cenar!' '¡Comandante yo no he cenado!' '¡Pues no te acuestes!', replica Fidel."

Mike sigue aportando unas gotas de humor a través de las historias que se cuentan de sobremesa: La amistad entre mujeres: "Una mujer no llegó a su casa una noche. Al día siguiente le dijo a su esposo que había dormido en casa de una amiga. El hombre llamó a las diez mejores amigas de su mujer. Ninguna sabía nada del caso." La amistad entre hombres: "Un hombre no llegó a su casa una noche. Al día siguiente le dijo a su esposa que había dormido en casa de su amigo. La señora llamó a los diez mejores amigos de su marido. Ocho confirmaron que había dormido en casa de ellos, y dos insistieron en que todavía estaba ahí y que no se preocupara". En donde se demuestra, una vez más, que el lenguaje no solo sirve para transmitir información sino para ocultarla.

Otro ejemplo del mismo Mike: "Un pobre hombre estaba acostado en su cama, le quedaban pocas horas de vida, de repente huele el aroma de los tamales recién hechos, fresquecitos, siendo que para él no había nada mejor en el mundo que los tamales de su mujer Chepa. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, baja las escaleras y, dirigiéndose al comedor, empieza a percibir el vapor que lleva el aroma a masa de maíz, carne de puerco y de pollo que desde la cocina emanaba. Llega hasta la mesa de madera donde se encontraban extendidos los suculentos tamales y toma uno, viendo que sus esfuerzos habían valido la pena, cuando, repentinamente, siente un fuerte golpe en la cabeza que merma sus facultades y lo hace presa de la debilidad en sus piernas. Tratando de no desplomarse al suelo hace por voltear la vista, alcanza a ver a su mujer con un cucharón de fierro en la mano, diciéndole: ¡Ni se te ocurra cabrón, son pa'l velorio!"

José Mª Navia-Osorio me cuenta una estupenda historia de un pueblo de un compañero suyo. Por lo visto en ese pueblo había un cruce peligroso. Colocaron una señal de STOP, pero siguieron menudeando los accidentes. Hasta que un vecino, cansado de esa ordalía, borró el STOP y puso SOOO. A partir de ese momento se acabaron los accidentes en el cruce.

Alberto Bernaldo de Quirós (Madrid) me aporta una comparación jocosa que sirve como insulto elegante: "Es más inútil que un cenicero de una moto".

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