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Amando de Miguel

Hablemos de política, que no hace mal a nadie

Recuerdo que, en tiempos de la ominosa dictadura, fray Justo Pérez de Urbel (amigo de Franco) votaba siempre contra la Ley de Presupuestos. Era el único voto en contra.

Son muchos los correos que me apostillan la receta que daba aquí mi primo José Escuder para resolver la crisis económica. Por ejemplo, Pedro Manuel Araúz Cimarra resume los puntos escuderiles en estos dos: "supresión de las autonomías y juicio de residencia a los políticos que dejan el cargo". Es decir (añado yo), volvamos al reinado de Carlos I. Es para pensárselo.

Juan y Edel Díaz precisan que la mejor fórmula sería la supresión de los Gobiernos y los Parlamentos autonómicos, "que no hacen más que liar la de por si frágil democracia española". Añado que resulta curiosa la animadversión actual hacia el Estado de las autonomías, cuando tantas esperanzas creó en 1978. Algo pasa.

José María Navia-Osorio es todavía más explícito respecto a la famosa propuesta "escuderil". El de Oviedo concreta así los organismos suprimibles: "El Consejo de Estado, el Tribunal de Cuentas, el Senado, los dos tercios de los diputados, los Parlamentos autonómicos, el Parlamento de la Unión Europea, los municipios de menos de 15.000 habitantes, los liberados sindicales, los observatorios (entiendo que los no astronómicos), los jurados de los Premios Príncipe de Asturias, los museos menos visitados, los estudios de impacto ambiental, la mayor parte de las televisiones públicas, una gran parte de las plazas que van dejando los funcionarios que se jubilan". Hay más, pero resumo. Me adhiero a esa propuesta, a su espíritu, sin entrar en detalles. Salvaría lo de los museos con menos visitantes. Lo que hay que hacer es rediseñarlos para que reciban más visitas.

Don José María razona que la gente acepta muy bien los impuestos finalistas: los que se dirigen a costear un servicio público. Por ejemplo, las tasas o los peajes. Pero si se extiende esa lógica, al final ¿para qué pagamos los impuestos no finalistas? El de Oviedo opina que quizá sea para pagar al Ejército, pero, si las fuerzas armadas persiguen solo una misión humanitaria, ¿no sería mejor dar ese dinero a Cáritas? Recuerdo que, en tiempos de la ominosa dictadura, fray Justo Pérez de Urbel (amigo de Franco) votaba siempre contra la Ley de Presupuestos. Era el único voto en contra. El argumento del benedictino era que el presupuesto militar significaba un exceso si el Ejército solo servía para proteger las fronteras. Para esa función solo se requerían carabineros.

Gerardo García me señala una curiosa asociación entre el presidente de Cantabria (el extravagante Revilla) y la ETA. Resulta que el tal Revilla estudió en Deusto, de donde salieron los primeros terroristas de la ETA. Concretamente, en Deusto Revilla era muy amigo de Javier Echevarrieta, uno de los primeros asesinos de la ETA. Por cierto, me maravilla que en España digamos "las FARC" o "el IRA", pero "ETA" sin artículo. Tampoco me gusta llamar "etarras" a los pistoleros del terrorismo vasco. Pero mi opinión no va a ninguna parte.

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