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Amando de Miguel

Historias de la lengua

Resulta que el número de muertes debidas a errores o mal funcionamiento en la asistencia sanitaria supera al de los muertos por accidente de tráfico. Se podrían evitar hasta el 50% de esos casos de fallos hospitalarios por medio de un cuidado minucioso.

Pedro Manuel Araúz Cimarra (Manzanares de la Mancha, Ciudad Real) expresa muchas dudas sobre el efecto invernadero y el calentamiento del planeta. Las comparto. Don Pedro Manuel considera que ese tipo de requilorios sobre el clima se emiten para "tenernos distraídos" mientras sube el precio del petróleo. Algo así opino yo también. Hay una constante histórica del cúmulo de supercherías que han servido para amedrentar o embaucar al pueblo. Por ejemplo, el temor al agotamiento de los recursos, a la explosión demográfica, a la guerra nuclear. Está también la búsqueda de Eldorado o la felicidad del comunismo. Supercherías.

Pero no estoy de acuerdo con don Pedro Manuel en que uno de los casos más notorios de amedrentamiento fuera el de "los terrores del año 1000". Se trata más bien de una leyenda promovida con éxito por algunos historiadores del siglo XIX. En el año 1000 no había un calendario unificado en Europa y por tanto no había conciencia "quiliástica". Cierto es que era una época "oscura", pero en algunos territorios –como Baviera– hubo por entonces un notable florecimiento cultural. En torno al año 1000, reinó en la Cristiandad el Papa Silvestre II, un monje francés que estudió en el monasterio de Ripoll, Reims, Sajonia, Baviera y Lombardía. Fue un Papa muy político, pero también muy activo en promover la ciencia astronómica, las técnicas aplicadas a la agricultura y la música, entre otras disciplinas. Nadie diría que el papado de Silvestre II coincidiera con una sensación de terror o apatía por la llegada del año 1000.

Luis Brau Cebrián (San Juan, Puerto Rico) razona que lo del desastre planetario (calentamiento global y todo eso) le parece una especulación sin sentido. Lo que pasa es que "deja dinero" a algunos: el miedo se vende bien. "Pregúnteselo a Al Gore."

Pedro Manuel Araúz Cimarra (Manzanares de la Mancha) comenta algo que intuye todo el mundo, a saber, que el tiempo atmosférico influye en algunas enfermedades. Lo mismo ocurre con las fases de la Luna. Las dolencias sensibles a esos cambios de la naturaleza suelen ser las úlceras. Añado que hay otras muchas enfermedades sensibles a la influencia de la naturaleza, como la gripe (por eso se llamó influenza en algunos idiomas) o las alergias.

Claudio Verdú se apunta al comentario de la influencia del tiempo cronológico en la vida de relación. Así, siguiendo el símil deportivo se pide o se concede tiempo, en el sentido de un descanso para recuperarse. Don Claudio asegura que, en su tierra murciana, se dice que una obligación se hará "cuando tenga un ratico lugar". Es una forma de insinuar que la obligación no se va a cumplir. Esa expresión ejemplifica muy bien la mezcla de la circunstancia temporal (cronológica) con la de modo.

José Mª Navia-Osorio me cuenta los avatares de un curso, al que acaba de asistir, sobre seguridad hospitalaria. Resulta que el número de muertes debidas a errores o mal funcionamiento en la asistencia sanitaria supera al de los muertos por accidente de tráfico. Se podrían evitar hasta el 50% de esos casos de fallos hospitalarios por medio de un cuidado minucioso.

José Mª Navia-Osorio razona sobre la costumbre de los restaurantes norteamericanos (y de otros países) de servir las bebidas antes de tomar nota de las viandas. El de Oviedo opina que esa costumbre no se fundamenta en el interés de vender más bebidas. La razón es que a veces dan agua gratis o permiten rellenar los vasos de refrescos cuantas veces deseen los clientes. "Recuerdo haber oído que la costumbre de servir un vaso de agua, del grifo y por tanto gratuita, era un recuerdo de la Guerra de Sucesión en la que se ofrecía agua a los soldados solitarios que volvían a sus casas". No creo que sea tan reciente esa tradición. Ya en tiempo de los antiguos romanos era costumbre ofrecer agua, sal y vinagre a los soldados errantes (más que nada para curar sus heridas), además del pan sobrante (para comer). De ahí lo de "negar el pan y la sal" como manifestación de una actitud despreciativa o insolidaria.

Un libertario que desea ocultar su nombre me cuenta la siguiente historia del 23-F (el intento de cuartelazo de 1981). Por lo visto, un marino logró entrar en el recinto del Congreso y llegó con un mensaje oral para el presidente Landelino Lavilla. Le dijo textualmente: "Hola, soy el Judas; de parte de Cebollas, que está todo controlado." Landelino contestó: "Perdón, pero no entiendo la clave."

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