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Hay un abuso general del verbo “iniciar”, que sustituye, anulándolos a otros varios: comenzar, empezar, principiar, etc. A mí me gusta mucho el coloquialismo “el empiece”. Déjese lo de “iniciar” cuando se trate de algo espontáneo, no calculado, como un incendio. O también se inicia un novicio en los ritos y secretos de una profesión o un grupo cerrado. En ambos casos los inicios son un tanto misteriosos. En ambos casos el verbo se conjuga de modo reflexivo.

No es que esté mal decir que “el presidente inició las tareas del congreso”. Es la reiteración de ese verbo y de sus derivados lo que molesta. No deja de ser un verbo culto, por lo que resulta un tanto remilgado declarar lo de “inicio el trabajo a las ocho de la mañana”. Pero aún es decir que “inicio el desayuno con un zumo de naranja”. La jerga informática ha venido a complicar las cosas con la acción derivada de “inicializar”. ¿Habrá que decir “inicialización”? Por ahí se inicia un mal camino. A saber cómo va a terminar. Por cierto, la fórmula complementaria a “iniciar” es “finalizar”. Es el acabose. No, no lo es. Cabe todavía la cretinez de “reiniciar” para reanudar algo que ya había comenzado.



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