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Amando de Miguel

Lenguas regionales

Estoy profundamente indignado por la repetición, una y mil veces, por los catalanes nacionalistas, de que en Cataluña no se discrimina a nadie por el idioma castellano. Mentira fácil de comprender si tienes niños en edad escolar.

José María Prieto Orozco protesta por la repetida costumbre de hacer equivaler a España con “las 17 comunidades”. En su opinión habría que decir más bien “las 19 autonomías”. O sea, las 17 comunidades más Ceuta y Melilla como ciudades autónomas. Tiene toda la razón don José María, pero no hay mala intención al emplear el término de “las 17 comunidades”. Peor es clasificarlas en “históricas” y “resto”, siendo las primeras las que tienen dos lenguas.

Gorka Álvarez (Hendaya) es francés, “pero es como si fuera español”. Observa que en la radio-televisión pública vasca se incluyen, cada vez más, secuencias en las que los intervinientes se expresan en catalán y los textos no se traducen al español. La conclusión es clara: “Aislando el castellano, la euskaldunización o la catalanización será más fácil y más rápida”. Calculo que estamos ante un caso en el que alguien decide hacer daño a otro, pero al final se hacen más daño a sí mismo. Es una conducta corrientísima.

José María Silló se maravilla de que sus paisanos traten de reinventar una pretendida “lengua cántabra”. “Desgraciadamente, el cántabro, si alguna vez existió, desapareció”. En todo caso, don José María reconoce ciertos localismos que en modo alguno componen una lengua particular de Cantabria. Acopia algunos ejemplos:

  • pindio (= muy inclinado). [Añado que es una de las poquísimas voces que riman con indio].
  • pulientas (= harina de maíz con leche). [La palabra procede del italiano polenta. En otras partes de España se dice gachas; frangollo en Canarias].
  • cachapera (= chiringuito donde se sirven bebidas).
  • utilización de la forma “si estaría mañana” en lugar de “si estuviera mañana”. [No es exclusivo de la Montaña. Se oye en el País Vasco, Navarra e incluso en La Rioja o Burgos].

José Mª Navia Osorio, siempre tan ilustrado, advierte que “las palabras que se mencionan como bercianas [en un correo anterior] son asturianas”. Así, pota (= cacerola), jato (= ternero; en Asturias xato o xiato). Apunta que miruéndano es la fresa silvestre. No entro ni salgo. Mi impresión sobre los localismos es que no suelen ser tan locales como parecen. Muchas veces hay otros vecinos que emplean los mismos términos que uno creía exclusivos.

José Carlos Márquez Hernández inquiere mi opinión sobre el proyecto del Gobierno de Aragón para establecer una Academia de la Lengua Aragonesa. A don José Carlos le parece “con todos los respetos, una broma”. Coincido con esa impresión. Pero es una broma que va a suponer mucho dinero del contribuyente y mucho sufrimiento. Detrás de las lenguas anda siempre el “imperio” (= poder).

Clotilde Estévez interviene sobre la cuestión de la enseñanza en Galicia. Conversa con una profesora de Historia en secundaria y le confirma que tiene que hacerlo en gallego. Esa obligación no es solo con el actual Gobierno socialista-nacionalista sino que viene de antes. Doña Clotilde, ya jubilada como profesora de Instituto, afirma: “siento lástima por la pérdida que significa para los nuevos españoles el limitarse al aprendizaje de sus lenguas vernáculas”. Se alegra mi corresponsal de la oportunidad que supone participar en la Fundación para la Defensa de la Nación Española. Concluye con este lamento: “¿Qué pasaporte deberé tener yo, persona nacida en Córdoba, residente actual en Galicia, y que, en gran medida, puedo sentirme de Madrid, ciudad en la que he vivido muchos años, cuando hagan trocitos de España?”. Ese es, precisamente, el sentido sociológico de la nación española, la continua interacción de los españoles provenientes de unas u otras regiones. En 1812 nuestros antepasados dieron un sentido político a ese hecho biográfico. Antes de cumplir los dos siglos, si Dios no lo remedia, la nación política habrá saltado por los aires. Razón para esa sospecha: ni siquiera nos dan permiso para legalizar la mentada fundación. Y lo decide un alto funcionario del Ministerio de Cultura.

Rafael Sánchez (Barcelona) expone su agravio: “Estoy profundamente indignado por la repetición, una y mil veces, por los catalanes nacionalistas, de que en Cataluña no se discrimina a nadie por el idioma castellano. Mentira fácil de comprender si tienes niños en edad escolar. No hay un solo colegio que enseñe en castellano, aunque lo pidas. Esto sucede en Cataluña desde hace 30 años, cuando empezaron con la inmersión en catalán […] Ahora estamos peor aún, y si se aprueba el nuevo Estatuto, se abrirá la veda para la caza del español, como hicieron los nazis con los judíos”. Ahí queda eso.

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