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Amando de Miguel

Libertad de expresión

Miguel A. Taboada (Castellar de la Frontera, Cádiz) se introduce en la polémica sobre si en LD podemos opinar sobre cuestiones lingüísticas, y por tanto ideológicas, sin ser filólogos. Don Miguel está a favor de esa libertad con un argumento definitivo: “¿Es que hay que tener diploma para opinar y por qué no para votar [en las elecciones políticas], que es más decisivo?”. Ya de paso, comenta don Miguel que en Estados Unidos no hace falta que se declare lengua oficial el inglés para que se establezca como tal. Aduce que en Florida se puede pasar el examen de conducir en español. Certifico que, hace muchos años, yo hice ese examen en español en New Heaven, Connecticut.
 
Me escribe un sabrosísimo correo un “licenciado en Filología Española”. Me ruega que “no haga constar ninguna referencia a [su] identidad”. Así que lo llamaremos Nebrixa, residente en Región. En su opinión “es un grave error” mi argumento de que la lengua es patrimonio de todos y no hay por qué dejar los asuntos lingüísticos en manos exclusivas de filólogos o historiadores. Razona así nuestro Nebrixa regional: “También la electricidad o la energía nuclear, por poner un par de ejemplos que se me ocurren a botepronto [sic], son patrimonio de todos y, no obstante, parece sensato dejar su manejo a los electricistas o físicos nucleares según el caso”. No es lo mismo, redarguyo. Para empezar, me extraña que todo un licenciado en Filología Española escriba “a botepronto” y no “a bote pronto”, como es preceptivo. Pero eso es lo de menos. Lo fundamental es que el manejo técnico de la energía nuclear bien está que sea competencia de los físicos y de otros técnicos. Pero si se abren o cierran las centrales nucleares es asunto en el que todos podemos opinar. ¿Cómo no va a haber esa misma libertad para opinar sobre la lengua y todas las materias conexas? Esta seccioncilla se mantiene porque hay muchos libertarios interesados por la lengua que a todos nos une. Sería absurdo que solo escribieran los filólogos.
 
Asegura Nebrixa: “Usted se pone a opinar sobre cuestiones filológicas a partir de cero, sin tener en cuenta las aportaciones que ya han sido hechas por las personas que han estudiado esas materias y que son competentes en ellas”. Es mucho suponer. ¿Cómo sabe usted, don Nebrixa, que yo parto de cero, que no me informo antes de escribir? Tengo el estudio abarrotado de diccionarios, gramáticas, estudios lingüísticos y materias afines. Me da vergüenza aducir un dato tan elemental.
 
Concluye admonitorio Nebrixa: “Con todos los respetos, me consta, como Licenciado en Filología, que en su sección usted ha escrito muchos disparates, sobretodo [sic] en temas referentes a etimología e Historia de la lengua”. No me extraña nada, porque disparates hay en el DRAE y en todos los libros. La Etimología o la Historia de la lengua no son ciencias exactas precisamente. Incluso los científicos de las ciencias experimentales también se equivocan. El conocimiento científico no es la exposición de la verdad, ni siquiera su búsqueda, sino la continua corrección de los errores. No estaría mal que distinguiera usted entre “sobre todo” (dos palabras, equivale a “especialmente”, el “a más, a más” de los catalanes) de “sobretodo” (= abrigo de los de antes). Técnicamente “sobre todo” es una locución adverbial focalizadora, aunque a mí no me gusta abusar de los tecnicismos. Pero con el señor licenciado hay que ser precisos.
 
Vamos, que Nebrixa dictamina que yo no debo escribir sobre estos asuntos lingüísticos. Pero, hombre de Dios, si tira uno de la lengua y sale la política y todo lo demás. Ya lo dijo el Nebrixa auténtico, que la lengua fue siempre compañera del imperio. Qué aburrida sería la vida si solo escribieran los expertos para los expertos. En la realidad eso no es así, por fortuna. Muchos premios Nobel suelen escribir y opinar de materias que no son de su especialidad; incluso suelen abarcar varios campos. Recuérdese el violín de Einstein. Qué triste hubiera sido la obra de Unamuno si se hubiera limitado a escribir sobre Filología Helénica, su materia de cátedra. Ni Pompeu Fabra era lingüista, ni Antonio Gaudí arquitecto.
 
De mí sé decir, modestamente, que la mayor parte de los libros que tengo, leo y escribo no son de Sociología. Ahora ando escribiendo sobre religión, novelas, una biografía novelada, ensayo político, etc. Además, saco del caldero estas chorradas sobre el idioma, que alguna sustancia proporcionan. ¿Quién es Nebrixa para decirme lo que debo o no debo escribir? Pero le agradezco que nos confirme negativamente a todos los libertarios que la “lengua viva” es algo más que gramatiquerías. Apuesto a que Nebrixa tiene alguna cuita contra mí que no se atreve a expresar en público, ni siquiera escondiendo su nombre. Atrévase, hombre. Estamos en la Libertad Digital.
 
Manuel Delgado Tenorio es así de expeditivo: “Mande usted a tomar viento fresco a los que le critican por hablar del idioma sin ser filólogo. A pocos filólogos he conocido con tanto criterio como el que usted demuestra en su columna de LD, sin bien alguna vez requiere usted alguna ayudita por parte de los demás libertarios”. Gracias, hombre. Añade un lamento: “¡De cuántas Facultades de Filología Inglesa o Alemana se puede salir sin haber leído ni un solo libro en inglés o alemán!”.

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